Un "complot" para tapar torpezas propias

Una presunta conspiración forma parte de la genética del kirchnerismo. Después de que pasaran dos semanas desde la detención de la Fragata Libertad en Ghana, el gobierno de Cristina Kirchner llegó a la conclusión de que existió un complot de la Armada para hacerle pasar vergüenza. La deducción terminó con la carrera del jefe de esa fuerza, Carlos Alberto Paz.


Por Joaquín Morales Solá | LA NACION


También con la del secretario general de la Armada, Luis María Day, y con la del comodoro de la aviación naval Alfredo María Blanco.
Según fuentes de la fuerza naval, Paz renunció cuando el gobierno pasó a disponibilidad a González Day, quien había aclarado públicamente que el recorrido anual de la Fragata es una construcción común de varios estamentos del Poder Ejecutivo. Mencionó al Ministerio de Defensa y a la Cancillería. El secretario general de cualquiera de las Fuerzas Armadas suele hacer de vocero de su conducción. Es probable que la aclaración de González Day, que le endilgó al Gobierno la responsabilidad del papelón de Ghana, hubiera sido aprobada o directamente ordenada por el almirante Paz. El paso de Paz por la conducción de la Armada fue breve; asumió hace apenas diez meses. Nunca el trámite del recorrido de la Fragata Libertad, uno de los acontecimientos anuales más simbólico de la Armada, se dejó sólo en manos de los almirantes. Sin embargo, fuentes de la Cancillería indicaron que en los papeles correspondientes nunca estuvo la firma del canciller Héctor Timerman. El ministro de Defensa, Arturo Puricelli, dijo ayer en un comunicado oficial, a su vez, que se había sorprendido ante información novedosa que encontró en el expediente.
Si Timerman no firmó nada y Puricelli no sabía nada, la Presidenta debería hacer algo más que relevar a algunos jefes militares. ¿Qué control tienen sus funcionarios de lo que sucede en el Estado? ¿Es probable que ningún resorte de la administración haya advertido que los juicios pendientes contra el Estado argentino podían deparar sorpresas de esta naturaleza en algún lugar del mundo? ¿En qué lugares podía suceder una incautación? Una primera mirada sobre el conflicto podría echar más luz sobre la ineptitud del Estado que sobre eventuales conspiraciones.
Otro dato inscripto en el mapa genético del kichnerismo es la desconfianza en las fuerzas militares. En esta nueva etapa del cristinismo, los funcionarios están alejándose, además, de las fuerzas que le fueron más leales al kirchnerismo. La larga conducción de la Armada por parte del almirante Jorge Godoy, que duró los ocho primeros años del kirchnerismo, convirtió a esa fuerza en la más cercana al Gobierno. El propio Godoy acompañó un proceso interno de autocrítica de los marinos por los crímenes de la dictadura militar.
"Fue el Balza de la Armada", dijo ayer un funcionario nacional. Sin embargo, el propio Godoy fue librado a su suerte en la Justicia por un viejo caso de espionaje a civiles en la Patagonia, perpetrado por un subalterno sin ninguna relación directa con el entonces jefe de la fuerza. Godoy recorre ahora los tribunales, después de haber sido el jefe militar preferido de los Kirchner.
Puricelli hizo caer ayer su crítica también -cuándo no- sobre los medios periodísticos. Se quejó porque se subrayaba la incautación de la Fragata, pero no se hacía mención, dijo, de la cesión de soberanía judicial que habían hecho los que se endeudaron y no pagaron. Una alusión directa al menemismo. La Fragata fue retenida por un planteo judicial de bonistas en default que no entraron en ninguno de los dos canjes que hicieron los gobiernos de los Kirchner, el de 2005 y el de 2010. La responsabilidad del insoportable endeudamiento argentino es una constatación de la historia. Fue el menemismo. Con todo, el kirchnerismo lleva casi diez años en el poder; es evidente que tampoco ha sido eficaz para neutralizar a los fondos que pleitean por los bonos argentinos aún en default. En tantos años de poder tuvo tiempo, en cambio, para pasar de adversario a aliado actual de Carlos Menem; el kirchnerismo no hizo, hasta ahora, ninguna referencia explícita al ex presidente y a su gestión.
Puricelli es un ministro que está débil. Enfrentado con su antecesora y ahora ministra de Seguridad, Nilda Garré, es probable que esa lucha interna, que se ventila hasta en público, termine con los dos fuera del poder. Garré ya debió desprenderse hasta de su influyente hermano en el ministerio, y Puricelli debió aceptar ayer que hubo una supuesta conspiración entre jefes militares que estaban bajo su directa responsabilidad. El conflicto de la Fragata en Ghana, entre tanto, sigue irresuelto. Como con todos los problemas que no puede resolver, el kirchnerismo prefirió buscar a los presuntos cómplices de una supuesta confabulación.
De paso, le cobró a la Armada la reciente protesta de sus suboficiales por los salarios . Ésa fue la única de las tres Fuerzas Armadas que tuvo piquetes de manifestantes junto con los prefectos y los gendarmes. El propio Paz atravesó un momento difícil cuando trató de calmar la creciente insatisfacción salarial de sus suboficiales en aquellos días de quejas. También los jefes de los gendarmes y los prefectos fueron los culpables de un decreto que pasó por varios funcionarios kirchneristas. Al igual que con el escándalo internacional de Ghana, una camarilla de jefes militares pudo más que el enorme poder del Estado en manos de las mismas personas desde hace casi una década. O hay un monumental poder militar oculto, que no está a la vista de nadie, o sólo los presuntos culpables pueden cubrir la torpeza administrativa de los funcionarios.

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