Las peleas desbordan al Gobierno y desnudan fallas en la conducción


Los cruces que antes se resolvían en reserva estallaron a la luz pública. Los ministros denuncian falta de liderazgo. La Presidenta sólo confía en un círculo estrecho.



Una conducción sin rumbo claro y mucha desconfianza son los ingredientes del cóctel explosivo que expusieron estos días, como nunca antes, las internas del gabinete nacional ante la opinión pública. Todas las peleas entre ministros y funcionarios salen a la luz. “No hay bajada de línea, no hay un discurso unilateral. No hay conducción”, reconoció un funcionario en diálogo con este diario. Las cosas llegaron a tal punto que el ex jefe de la Armada Jorge Godoy le echó la culpa en público a la Cancillería por la confiscación de la fragata Libertad. Con la sublevación de las fuerzas de seguridad salió eyectado el hermano de la ministra Nilda Garré, Raúl, que después de irse defendió la aplicación del decreto por el cual se liquidaron mal los sueldos.

Con las preguntas tensas de los alumnos en Harvard, el malestar recayó en el embajador Jorge Argüello y en el canciller Héctor Timerman. Algo similar había pasado en Angola, donde la Presidenta se quejó por no haber tenido la información necesaria. Cada semana aparecen nuevos enfrentamientos.
Algunos funcionarios apuntan al jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, quien debería contener, según dicen, esos choques. El estilo de Abal es distinto al de Aníbal Fernández y mucho más distinto al de Alberto Fernández, quien tenía mucha influencia en la toma de decisiones.
La centralización del poder en Cristina Fernández también genera estas divisiones. El círculo que toma las determinaciones es cada vez más reducido: están allí Carlos Zannini, secretario de Legal y Técnica; y Héctor Icazuriaga, titular de la Secretaría de Inteligencia. “No hay interlocutores válidos entre la Presidencia y los ministerios”, dijeron desde uno de los ministerios a PERFIL. Sergio Berni, con el conflicto con los gendarmes, puso su renuncia a disposición. Cristina no se la aceptó. Hizo lo mismo, pero por el escándalo de la fragata, Puricelli. Tampoco aceptó la jefa de Estado. Hacerlo sería exponer aún más los problemas de comunicación interna que hay en el Ejecutivo.
Antecedentes. Las fisuras comenzaron a verse con el escándalo de la ex Ciccone. Amado Boudou ensayó primero una defensa con raid mediático incluido que lo dejó mal parado. No pudo refutar con certeza la hipótesis que lo involucraba con la compra de la imprenta. En el ínterin, CFK le permitió que se llevara por delante al procurador general de la Nación, Esteban Righi, al juez federal Daniel Rafecas y al fiscal Carlos Rívolo.
Con el tiempo, cuando vio que había cometido un error, dio señales contra Boudou. Se reunió con Adelmo Gabbi, el titular de la Bolsa de Comercio, uno de los denunciados por el vicepresidente, y fortaleció a Randazzo, otro de los acusados por Boudou. Echegaray dejó trascender que para levantar la quiebra de la ex Ciccone se le pidió consentimiento, dos veces, al ex ministro de Economía. Se exponía allí una fractura entre dos funcionarios de un mismo gobierno. En lugar de defenderlo, lo dejó en offside.
Otro mal trago tuvo que digerir Julio De Vido cuando la jefa de Estado le dio todo el poder a Axel Kicillof, quien había criticado las políticas energéticas de los años anteriores, responsabilidad del propio De Vido. El ministro de Planificación también perdió poder cuando le quitaron Transporte, como consecuencia de la tragedia de Once. El fortalecido allí fue Randazzo.
“Las internas salen a la luz porque hay muchos errores de gestión. Y cuando hay errores de gestión, se buscan culpables. Las cosas no le están saliendo bien al Gobierno y lo que sucede es que se acusan unos a otros”, dijo a PERFIL un ex ministro de la gestión K.
El segundo problema que existe es que en muchos ministerios el segundo tiene más poder que el primero, porque CFK los pone como comisarios políticos en los casos en que desconfía.
Cancillería, Defensa, Economía, Justicia, son algunos de los ministerios que sacan los trapitos al sol. Nilda Garré se pelea con Sergio Berni. Axel Kicillof le copa la parada a Hernán Lorenzino (viceministro de Economía y ministro, respectivamente). Hay un sector del Gobierno que sostiene otra teoría y es que es la propia CFK quien alimenta las internas, para reinar, como dice el viejo refrán. Pero lo cierto es que nunca antes eso había pasado. Y que las internas parecen estar desbordando al poder central en la Casa Rosada. El contexto no acompaña, como hace un año, cuando resultaba triunfante la Presidenta, con el 54 por ciento de los votos. Mucha agua pasó bajo el puente: la tragedia de Once, la causa Ciccone y las restricciones al dólar, entre otros acontecimientos con impacto. Los cacerolazos fueron resultado del malhumor de un sector social.
Hace semanas, durante un acto, Cristina dijo que los ministros se tenían que animar a decirle las cosas. Por los resultados, parece que eso no sucede.
Por Mariano Confalonieri

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