Pequeñas historias y reflexiones en un país destruido en medio de peleas mediáticas (2da. Parte)

Los lectores de Urgente24 convirtieron a la 1ra. Parte de esta nota en una de las más leídas del día 07/05. Me pregunté por qué. Recibí alguna felicitación, me pregunté por qué. Me senté frente a la computadora y me respondí “quiero escribirles a todos ellos”. Esta es la 2da. Parte.

JORGE HÉCTOR SANTOS | 07/05/2010 | 23:52



CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Leía en una carta de lectores de La Nación acerca de cómo los argentinos nos fuimos acostumbrando a ver gente viviendo en la calle y transitamos al lado de ellos como si fueran parte de una escenografía que siempre convivió con nosotros. No, lo que vemos hoy a diario no nos pasó nunca antes. Nos hemos inyectado una cuota extraña de indiferencia frente al dolor de otros. Nos hemos vuelto insensibles.

¿Por qué? Porque son tantos los pesares que nos agobian que es necesario curtirse.

¿Será cierto?, me pregunté. No, resulta que es una de las tantas formas en que se expresa en nuestra sociedad la pérdida de valores.

Leemos, escribimos decimos… se han perdido valores.

¿Quiénes los perdieron? Nosotros. Y nosotros somos Uds. y soy yo como partes de un todo.

¿Es una virtud? No, todo lo contrario, es un retroceso humano enorme.

Tan grande es el retroceso que experimentamos como individuos y como sociedad que admitimos como si fuera simple cosa que un hombre en el gobierno haya jugado con los más inteligentes argentinos (aquellos aún podemos discriminar) si era él o su mujer la que la que sería su sucesor en el cargo y como ovejas arriadas fuimos y votamos ese descaro, aunque sea participando de las elecciones.

La historia no cambió por ello. Se profundizó el disparate. Ese hombre esposo tiene todo el poder y su mujer, hace que gobierna, sin saber siquiera hacia dónde vamos. Y, con perdón de los que leen cuando uno no sabe hacia dónde va, es seguro va a la porquería, al excremento.

Y, como si todo eso fuera algo no más de lo que nos pasa, somos protagonistas consientes que ambos se quieren quedar en el poder muchos años más para conducirnos a un infierno mayor que ellos llaman paraíso ( para ellos, no para más de 20 millones de argentinos que no tienen esperanza alguna de cambiar su destino de pobreza extrema).

Y, nosotros sólo por pertenecer a los no indigentes ¿estamos a salvo? ¿A salvo de qué?

¿Alguien puede ser feliz cuando uno come un plato de comida y un policía cuida que uno de los necesitados se lo robe? ¿Eso es lo que queremos para nuestros hijos?

Nosotros ya no veremos otra cosa, téngalo por seguro aunque Ud. sea más joven que yo.

La vida es otra cosa, no esta que dejamos que nos pase, que aceptamos vivir. ¿Qué nos pasa a los argentinos?

¿Somos maricones?, tal como dice Eduardo Aliverti, aunque él se refiera por haberse quedado en los '70 a los terroristas desaparecidos.

Me pregunto, ¿a nosotros quién o qué nos ha hecho desaparecer para haber dejado de tomar las riendas de nuestra propia vida, del sagrado destino de nuestros hijos? ¿Por qué tanta indiferencia cuando los que nos gobiernan nos maltratan todos los días?

Esa vejación no es solo verbal. Ese castigo es:

>Droga para nuestros hijos.

>Inseguridad.

>Desocupación.

>Ilusiones quebradas.

>Inflación que destruye nuestro poder de alimentación.

>Corrupción que nos roba y mata.

>Impunidad.

>Violencia.

>Zozobrar en la mentira que enloquece y hace doler.

>Pésima calidad de vida.

> Es odio.

> Es resentimiento.

Esta mezcla explosiva de ingredientes que componen el todo vale es la que ingerimos a diario.

No hemos convertido en adictos a que de nosotros los que elegimos para que conduzcan el país hagan lo que ellos quieran para beneficio propio y no común.

Es una adicción muy difícil de la cual poder salir, no hay centros de rehabilitación para ello. El acostumbrarse a ser no tenidos en cuenta, salvo cuando se necesita nuestro egoísta voto, es una caída abrupta del ego personal y colectivo.

Fruto de todo esto y de mucho más todos somos culpables de lo que nos pasa y de lo que les pasará a nuestros descendientes.

Este se ha convertido en un país para no ser vivido. Es un país para ser sufrido.

Somos tan adolescentes que aún seguimos creyendo que vendrá un presidente a redimirnos.

Qué ser humano por más probo que sea puede sacar del abismo a tantos millones de argentinos que han caído en él. Ya no me refiero a los pobres, sino también a los pobres ricos, que tienen que vivir en un corso de contramano del que forman parte selecta, pero parte al fin.

Si existen los Moreno, los De Vido, los Aníbal Fernández, los D’Elía, las Hebe de Bonafini, los Néstor y Cristina, ¿cómo no existir, dentro de tanta degradación social, nosotros como exclavos de ellos?

¿Cómo, entonces, evitar que Tinelli/Fort sean exponentes máximos de un circo televisivo cada vez más chabacano y berreta?

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