1810 vs. 1910 vs. 2010: Antagonismos irremediables


Enormes dificultades argentinas para integrar a 1810, 1910 y 2010 como acontecimientos que integran y complementan la historia de una Nación. Por lo tanto cabe preguntarse qué solidez tiene el concepto de Nación en la Argentina de hoy.

| 23/05/2010 | 11:07


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Los argentinos pueden festejar en unidad el Bicentenario porque no han conseguido, en 200 años, unificar sus expectativas sobre la Nación.

Las diferencias aparentemente irreconciliables quedan en evidencia en la entrevista a Felipe Pigna, aquel historiador que difundió Mario Pergolini cuando era kirchnerista y luego tuvo la habilidad de correr bajo el ala de Víctor Santa María, otro kirchnerista pero con más recursos que Pergolini. En cualquier caso, lo de Pigna es clientelar y utilitario, malo para el análisis objetivo de la historia, pero permite comprender el punto de vista de un intelectual del populismo demagógico (tan cuestionable como el uso maniqueo de la historia que hizo, en su momento, Bartolomé Mitre).

Pero antes, un enfoque prudente y que intenta ser ecuánime en Carlos Salvador La Rosa, en Los Andes, de Mendoza:

"(...) La ideología con la que quienes detentan el Gobierno nacional y sus seguidores interpretan el significado del Bicentenario, es respetable. Es un aporte más a la diversidad de ideas en una sociedad plural. Pero deja de lado su respetabilidad cuando excluye o ignora a las demás interpretaciones acusándolas de no aportar nada o incluso de restar.

La interpretación que el poder oficial da a la celebración del Bicentenario es, en lo sustancial, la de una guerra ideológica contra el festejo del Centenario.

No obstante, se trata de una guerra que el Centenario le está ganando por goleada al Bicentenario, no porque una época sea mejor o peor que otra (eso siempre será objeto opinable) sino porque el festejo del Centenario se hizo en relación con la sociedad y el mundo de su tiempo, mientras que el festejo del Bicentenario se hace contra el del Centenario cuando, en realidad, ambos festejos no debieron ser enfrentados sino complementarios.

Debimos plantearnos no lo que hicieron ellos versus lo que hicimos nosotros, sino lo que nos falta hacer a todos en base a los objetivos que nuestros antepasados se plantearon cuando hicieron la revolución y en base a nuestro lugar -o al que queremos tener- en el mundo de hoy.

El del Bicentenario es apenas un festejo del 25 de Mayo como todos los años anteriores, un poco más ampliado, un par de días más. El del Centenario fue un festejo que duró casi todo el año de 1910 y que, además, se empezó a preparar varios años antes.

Tanto la Revolución de Mayo de 1810 como su conmemoración de 1910 tuvieron algo en común que los diferencia del Bicentenario: los dos eventos no podían darse el lujo de pensar demasiado en el pasado, porque el futuro les urgía en grado sumo. Les urgía llegar a él. En cambio nosotros parece que no tenemos apuro, ninguna sed de porvenir y entonces nos dedicamos a volver al pasado para desandar el Centenario por ser un festejo de la "oligarquía", en nombre de una supuesta fidelidad "ideológica" con la Revolución de Mayo.

Esa revolución que en 1910 parecía ser sólo propiedad de los liberales, y que ahora, en 2010 parece ser sólo propiedad de los revisionistas. O sea, seguimos desvistiendo santos para vestir a otros, con lo cual terminamos copiando lo peor del Centenario, precisamente por nuestro afán en diferenciarnos de él.

Cuando a los festejos del Centenario debimos agregarle lo que le faltó, no confrontarlo porque aquél tuvo sectarismo y grandeza. Éste, sólo sectarismo. Es que en aquel entonces creíamos ser la Europa de América, cosa que en realidad nunca fuimos ni seremos, pero era un gran sueño.

Convocante además porque los millones de inmigrantes que vinieron tras ese sueño de encontrar en la Argentina el progreso y la libertad que no tenían en Europa, nos hicieron ser definitivamente distintos. Como nos hicieron aún más distintos esos cabecitas negras que años después salieron del subsuelo de la patria para ocupar sus plazas y sus calles en nombre de la justicia y la igualdad.

Pero hoy sólo tenemos -en el relato oficial- el sueño de confrontar aquel gran sueño centenario. No el de cambiarlo por otro, que, además, sea sí, esta vez, para todos.

Los no invitados. Invitar o no invitar a la gran cena del Bicentenario o ir o no ir al Colón, son chiquilinadas. No hay diferencia entre robar los granaderos de San Martín a Cobos para que no pueda festejar una fecha patria y no invitarlo a la gran cena gran. Comono hay diferencia entre las actitudes de ese Isidoro Cañones llamado Mauricio Macri que la chucea a la Presidenta agrediéndole al marido, y la respuesta de la Señora que se deja provocar (¡justo ella!, que no es nada provocadora, ¡la pobre!) en lugar de cumplir su lugar institucional. Pero claro, Macri es un petitero posmoderno y Cristina una seudo-reina que cree que la única institución existente es ella.

Aún así, se trata de chiquilinadas o, en todo caso, de nuestras módicas peleas políticas actuales, porque Cobos, Macri y los Kirchner son competidores presidenciales. No obstante, lo que quizá sea más grave, es no hacer partícipe de las celebraciones a los ex-presidentes democráticos con la increíble paradoja de que de esos cinco presidentes no invitados, ¡cuatro! son peronistas como los Kirchner (Isabel de Perón, Menem, Rodríguez Saá y Duhalde). Todo un dato.

Pero mucho más que eso, es grave no invitarlos porque si nuestra generación tiene un logro institucional fenomenal -único en los doscientos años de vida libre de la Patria- es la permanencia de la democracia plena durante casi treinta años continuados.

Esa democracia que hasta nos permite el lujo de considerarnos enemigos por pensar distinto, cuando antes por ideas incluso menos diferentes que las que hoy nos separan, nos matábamos literalmente. En cambio, hoy sólo nos matamos metafóricamente. Un enorme progreso, aunque, a pesar de haber modificado sustancialmente el terreno objetivo donde vivimos nuestras luchas, sigamos subjetivamente tan desencontrados como lo estuvimos casi siempre en estos doscientos años.

Por lo tanto, alguien alguna vez deberá intentar la síntesis y quien la logre habrá encontrado la respuesta esencial del Bicentenario. No el que supere al kirchnerismo, ya que ése seguramente será luego superado por otro. Sino el que sintetice lo que es posible, necesario e inevitable de sintetizar: esas cuestiones básicas que nos hagan sentirnos parte a todos de la misma Patria, aunque después nos diferenciemos en todo lo demás. Esas cosas en común son las que seguimos sin tener, o lo que cada facción no reconoce a las otras. Por eso es tan difícil encontrar grandeza en estos festejos, sea por culpa de unos, de otros, o de todos. (...)".


Ahora sí, la entrevista de Rodolfo Montes a Felipe Pigna en el diario La Capital, de Rosario:

"(...) "Lo extraordinario de un (Mariano) Moreno, de un (Manuel) Belgrano fue que no tuvieron un mirada ilustrada, copiada de lo que pasaba en Europa. Los ilustrados le tienen desconfianza y recelo al pueblo. Lo que necesitamos en el Bicentenario es retomar la mirada de integración que nos propusieron Moreno y Belgrano; todo lo contrario a lo que propone la oposición política de (Ernesto) Sanz y compañía" (se refiere al comentario del senador radical: "La asignación universal a la niñez se está gastando en droga y en juego").

—Sanz parece haber querido evocar al "asado con el parquet", una frase-operación propagandística que atravesó generaciones, creada y celebrada por el amplio abanico antiperonista en los 50, ¿le salió mal?

—Resulta increíble que en pleno siglo XXI un representante de la vida política diga semejante barbaridad. Ahí perdura una idea racista, "no les demos plata porque no saben usarla". Lo dramático es que toda esta oposición gorila sigue casi igual.

—¿La mirada "blanca", dominante, sigue, como en 1810, necesitando quién la cuestione?

—La discusión sigue vigente. En 1810 hubo un ninguneo a los pueblos existentes y a los negros. Por caso, y lo trato en el libro, existe un análisis histórico mal intencionado cuando habla de la mortalidad de los negros como si hubieran estado en iguales condiciones que los blancos. Se habla de la "debilidad intrínseca" o de falta de "adaptación", todas falsedades. ¿Acaso los africanos que vinieron como esclavos lo hicieron por su propia voluntad, con vocación de adaptarse? Fueron los primeros inmigrantes involuntarios, maltratados, hacinados, mal alimentados, mal dormidos, con exceso de trabajo. Aplicar el mismo criterio de mortandad que para los blancos bien alimentados es un despropósito.

—El libro indaga en términos que naturalizamos desde la escuela, como "poblar", "conquista", "desierto"..., operaciones lingüísticas que hoy usamos. ¿Cuánto importan las palabras?

—Durante mucho tiempo no se les prestó atención a términos que tienen que ver con el ocultamiento. "Poblar", palabra muy usada por los colonizadores, vino a negar a los 30 millones de personas que vivían en América desde antes de la llegada de los colonizadores. Esas palabras perduran en el relato periodístico, en los medios. Como una línea editorial mayoritaria donde se continúa ignorando una parte principal de la historia como la de los pueblos originarios. Es un relato muy injusto.

—También el libro cuenta una guerra de resistencia de los pueblos originarios que fue soslayada por la historia "blanca".

—Dedico un capítulo a rescatar las rebeliones desde 1493 de distintos pueblos originarios. Fueron centenares y mayoritariamente ignoradas. Recopilo documentos de esa resistencia. El debate histórico a propósito del Bicentenario lo veo como una oportunidad para intentar revertir el relato de las élites que se han manejado en base al ocultamiento.

—¿Qué le dejó la relectura de la Semana de Mayo?

—Lo que impacta de la relectura de hombres como Moreno, Belgrano, Monteagudo es la actualidad de sus planteos. Desde la industrialización, educación, inclusión social, ecología (en Belgrano), hasta medios de comunicación, censura. Todo esto estuvo planteado hace 200 años por nuestros héroes de mayo.

—Los festejos del Bicentenario no quedaron sustraídos de la puja política nacional, ¿cómo lo analiza?

—El gobierno debería ignorar los ataques provocadores de la oposición de derecha que vienen intentando boicotear los actos por el Bicentenario. Si la derecha (en la ciudad de Buenos Aires) plantea que el problema es el caos de tránsito porque se va a interrumpir parcialmente la avenida 9 de Julio, creo que directamente no hay que darle pelota. Si gobernaran ellos harían lo mismo; es una acción deliberada de mala leche. Además, ¿cuál es el problema?, si estamos hablando de un día feriado. La oposición se está convirtiéndo en un bloque monolítico de derecha encabezada por un montón de gente impresentable a la que no se le puede creer ni los buenos días.

—Su libro explica el contexto político en el que se produce la Revolución de Mayo, rebatiendo cierta lectura de que el 25 fue un hecho porteño, de un pequeño grupo de personas.

—Hay una tendencia a minimizar el 25 de Mayo. Se trata de una actitud canalla, aunque no en el sentido rosarino del término (risas). Hay quienes quieren llevar toda nuestra historia a una gran sospecha, todo es puesto en duda. Dicen, por ejemplo, que la revolución la hizo Inglaterra, pero es una gran mentira, aunque los ingleses hayan estado detrás porque tenían intereses. También dicen livianamente que Moreno fue un agente inglés, y no hay ningún elemento que lo acredite. (...)".

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