No sabemos de qué se trata, pero es la Patria

La Patria nos convoca, dicen. Pero ¿qué es la Patria? 200 años, dicen, y todavía no logramos ponernos de acuerdo. El autor hace su aporte, descarnado y por eso es casi feroz, pero honesto. Probablemente así lo sentían Antonio Luis Beruti, Domingo Frech y los otros 'chisperos', quienes hace 200 años distribuían cintillas de color incierto pero que querían expresar algo relacionado con la identidad, una condición indispensable de la libertad (y por eso en abril de 1811 fueron expulsados y exiliados, junto a Miguel de Azcuénaga, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, y otros quienes, sin embargo, tuvieron mejor suerte que Mariano Moreno).

RAÚL ACOSTA (*) | 24/05/2010 | 19:55

ROSARIO (Especial para Urgente24). La pregunta es de manual. De escuela de periodismo. De chistes sobre la Patria. Mi mamá o la mamá de Miguelito. Preguntaban, para una encuesta de un programa televisivo, sobre la palabra Patria. Nada terrible o extraño sucede en ésas encuestas. Qué significaba/significa.

Para la Patria hay hechos y palabras. La frase (cito de memoria) de Leopoldo Marechal: “Un dolor que se lleva en el costado” puede definirnos con una metáfora casi gástrica.

La de Julia Prilutzky Farny ("El lugar para tener un hijo") da una certeza. Ella vino de fuera para decirlo. No se tiene, en circunstancias normales, un hijo en cualquier carretera. Es en el camino conocido, el propio camino a casa donde se trae a los hijos que llegan en estado de gracia o de felicidad.

La Patria es, por concepción, invisible. Es un hecho y muchos de los acontecimientos de nuestra vida son sucesos, no los cuentos del suceso. Acaso la memoria, ese guardián celoso, autoritario e independiente, sabe la respuesta; acaso en ella se acurruca la definición, pero se insiste: la memoria hace lo quiere.

Un amoroso amigo que siempre leo, Borges, reescribe algo oriental: El tigre no sabe que es tigre, simplemente actúa. Vale para el ser argentino.

La lejanía da otra dimensión, mas profunda e inexplicable, de la palabra Patria, la distancia suele convertirla en lágrimas, corazón agitado, un sollozo y un anhelo. También en una canción. Acaso cualquier canción.

Quien se encuentre perdido en Estocolmo u Oklahoma y oiga un bandoneón resoplando, el rasguido tan particular de una chacarera en la guitarra española o ese quejido/alarido de una 'acordiona', trayendo el itinerario del río, no dudará su sentimiento. Sentirá la Patria. Rara cosa el sentimiento. Se sobrecoge el alma con los instrumentos que nos dieron los europeos para entretenernos. Nunca un tambor de agua (el único instrumento original de estos andurriales).

La Patria sostiene esa cuestión inexplicable a la que se refiere María Elena Walsh (“Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy; por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos”) y nos tiene como inconstantes enamorados y fervorosos amantes en la lejanía y la extrañeza. Es ilustrativo el título de la canción mencionada: Serenata para la tierra de uno. No somos multitud, somos uno. Somos un animal: la gata de doña Flora.

La apuesta por el Bicentenario, en Rosario, es más apuesta porque Rosario no tenía esta existencia hace 200 años. Pueden certificarse Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fe, Buenos Aires, que ya se comportaban como señoras ciudades hace mas de 200 años, las nominadas ya estaban encaminadas cuando ni siquiera el curita Alzugaray daba una misa en el mínimo villorrio original. La apuesta por el Bicentenario debería, se insiste, debería, por estos pagos, indicar más claramente de qué se trata.

Acaban de pasar por la ciudad, camino a la Reina del Plata, las tribus originarias, sus herederos o sus reivindicadores, que no es lo mismo.

No hablaban este idioma, no cantaban este himno y no eran muchas las banderas celestes y blancas. Hay otro río al lado del río.

Festejar 200 años de la Patria en Rosario, es sumarse gentilmente. Caballerosidad deportiva. Amor sin barreras. Barón Pierre de Coubertin.

Cuando tengo pesadillas aparece una recurrente: ¿Terminarán los querandíes reclamando las tierras? En mi afiebrado despertar debo pregunto si no se las entregaron. Cuando dicen no, recién sigo mi descanso.

Todos enseñan que la lengua materna es la que define el alma. ¿Definirá la Patria? Todas las historias personales, todas, se construyen (definen) con un lenguaje. Más claro: Si digo mocoví lo digo en mi castellano, no sabría cómo se escribe en la lengua original, lo transcribo en la lengua imperial, colonizadora, triunfante. Definitiva. La que me enseñaron y conozco.

En mi cerebro el escondrijo de la memoria está sellado. La lengua es claramente propia. Final. Con ella nacimos y es, perdón, la lengua de la Patria, mi Patria. Al menos la de quienes aceptan el Bicentenario ¿Es o no es el Bicentenario de la Patria? La Patria trae certezas, no extrañezas.

Otra extraña situación, descrita en filmes y relatos, es la del inmigrante. Hay fiesta del inmigrante. Después de los depredadores (los colonizadores) vinieron los esperanzados usurpadores, inclaudicables laburantes de sus sueños. No me olvido que no fueron los mejores los que llegaron. Quien está contento con su sitio, no emigra.

En Rosario el 'Encuentro de las Colectividades' es un hito. Otros sitios lo están copiando. Todos los años más de un millón de personas ubican su pasado, sus comidas, sus vestimentas, sus lenguas, sus costumbres en un predio rosarino. Es entrañable. Es lejano. Son y no son parte del Bicentenario. Participan activamente del stand de Irlanda sin tener una gota de sangre celta. Comen los falfls en el de Israel sin ser judíos y los deliciosos postres en el del Líbano o Siria sin ser árabes. Se les van las piernas cuando ven/veo bailar a los rusos, los polacos, los brasileros. Piden ceviche y sulaki. Lo comen.

A pesar de venir de muchas generaciones de argentinos, esto es significativo para muchos que cuelgan la bandera en el balcón.

El inmigrante, esto lo sabemos, queda sin pasado y quieto en las fiestas patrias porque no son las suyas. El locro, las empanadas, alguna vez costumbres de fuera, se han incorporado como locales y “los gringos” miran/miraban la jugada de tabas, el alarde de destreza con la sortija, la doma, las bochas y la cuadrera como parte de un ritual que no les fue dado. Las criollas con el mate, el pericón nacional. Viva el minué, la gabota, la zamacueca.

La tradición es una acumulación. Se logra con los años. ¿Desde cuando el caballo y el churrasco es nuestro, es criollo? No fue de un día para otro. El criollo ¿no es una mezcla? Los criollos ¿fueron enemigos de las tribus originarias? ¿Quien tiene el pie y la raíz sobre la Patria? ¿Para quien la Patria es un dolor que se lleva en el costado? ¿Para quien un terreno pisoteado?

El idioma cocoliche, el del sainete y el del grotesco discepoliano cuenta su desarraigo. La sola palabra: "gringo", apunta a la localía y a quien no la posee. Pensándola con la lógica de los irascibles es discriminatoria. Deberían prohibirla, dicen los irascibles, que son pocos pero hacen mucho ruido. Siempre hacen ruido los irascibles, quienes a veces quieren adueñarse de un imposible: la Patria.

Los 200 años se sostienen con la hipocresía de la “máscara de Fernando VII”. Hoy podría indicarse: “una jodita para Tinelli”.

El 1810 fue una gambeta. Decíamos que nos apartábamos del Bonaparte borracho para adherir a Fer pero en realidad estábamos disparándole al Fer (el español, el 'gallego') sin saber si zafábamos del virrey, si pondríamos un Inca o un delegado de la Corona de Inglaterra.

Bicentenario de Mayo, claro, pero la pregunta sigue sin respuesta. Acaso ya no hay dudas, dirán otros irascibles. Ya tiene una mala respuesta. Quien compara estos diarios nuestros con la Gazeta tiene un contraste básico. Era un órgano político sin vueltas.

En Rosario, ciudad de inmigrantes, sin fundador y sin prosapia, sin reyes ni oligarquía original, hija de su propio esfuerzo (lo dicen tantos que al final resultará cierto) saludar al Bicentenario, a la escarapela (será el símbolo de unión, ¿será?) es verdaderamente generoso, manso, bueno. También necesario. La Patria es una niña. Argentina está buscándose. Las actuales autoridades nacionales tienen lecturas reconocibles por sus frutos. El Bicentenario, para el gobierno, es una búsqueda.

Necesitamos un imán. Un ídolo bueno. Algo que nos amalgame. Héroes y ejemplos para los próximos 50 años, necesitamos. Sin suicidio, drogas y corruptelas. Pero la democracia no tiene epopeyas, la democracia es laburo y el laburo es cansador o bueno, pero no es heroico.

El anunciado encuentro del Bicentenario: ¿de qué se trata? Entre las verdaderas lecturas de la actual jerarquía dominante, antes que a Laclau y los populismos reemplazando a las democracias, leyeron a Hernández Arregui, que hablaba de una Patria. Ofertaba “El ser nacional”. ¿En serio? No puede asegurarse que por ese caminito intelectual se llegue a la Patria. Puede que sí pero puede que no.

Creer y descreer, esa es la cuestión diría William. Las tribunas saben de qué se trata, lejos del alambique intelectual, gritan en unísono una respuesta: “... es un sentimiento, no puedo parar...”. Todo por una camiseta. Reconocible. Cercana. Propia.

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(*) Testigo.

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