Tensión: Bonafini ratificó su juicio a periodistas, Grondona se queja y Forster aplaude

Al kirchnerismo le molesta el concepto que implica el uso de la palabra 'crispación'. Sin embargo, insiste en la metodología del 'escrache' y su aliada Hebe de Bonafini ratificó el juicio ético a periodistas para el jueves 29/04 en Plaza de Mayo. ¿Cómo le llamará a eso el intelectual kirchnerista Ricardo Forster?

| 28/04/2010 | 16:10


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Comencemos por la gacetilla de la Asociación Madres de Plaza de Mayo:

"La Asociación Madres de Plaza de Mayo convoca a participar de las actividades que se realizarán en el marco del 33º aniversario del nacimiento de las Madres.

El jueves 29 a las 15:30, las Madres te invitan a marchar, como cada jueves, en la Plaza de Mayo. Luego, a las 17:00, realizarán un “juicio ético y político” a los periodistas cómplices con la dictadura. La continuidad de muchos de ellos y de los grupos empresarios monopólicos amerita que hoy, 34 años después, usted y nosotros, junto a las Madres, los juzguemos en la Plaza de Mayo.

El viernes 30, a partir de las 11:30, las Madres inaugurarán el microcine “Che Guevara” en el ECuNHi (Avenida Libertador 8465), habiendo sido invitada la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.

A las 16:00, se inaugurarán los nuevos estudios desde donde transmitirá La Voz de las Madres-AM 530, en Adolfo Alsina y Luis Sáenz Peña.

En tanto, a las 18:00, se realizará, en Plaza Congreso, el acto por los 33 años de lucha de las Madres. La presentación de la actividad estará a cargo de Osvaldo Bayer y los oradores serán Teresa Parodi, Ricardo Forster, Renato di Nicola y Hebe de Bonafini. Luego, habrá clases de tango y show en vivo.

¡Te esperamos!"


Ahora, la reflexión de Mariano Grondona, uno de los futuros 'enjuiciados' por Madres de Plaza de Mayo, en el diario La Nación:

"El escrache es el hostigamiento público de uno o varios ciudadanos, a cargo de una patota. No cualquier patota puede convertirse en la autora de un escrache, empero, sino solamente aquellas a las que mueve una "consigna política" que generalmente les viene de arriba, ya que muchas veces los "escrachadores" ni siquiera conocen a sus víctimas.

Es esencial para magnificar su impacto, además, que el escrache se consuma frente a un número importante de espectadores, lo cual se consigue con ayuda de las cámaras de televisión -todo escrache atrae a los medios- o en lugares de alta concurrencia como la Feria del Libro, que precisamente en estos días ha sido el escenario de un escrache contra la refugiada cubana Hilda Molina, a la que se le impidió presentar su autobiografía, y de otro contra el periodista Gustavo Noriega quien, si bien pudo presentar su libro 'Indek: historia íntima de una estafa', sólo lo logró después de una gresca promovida por una patota cuyos integrantes admitieron que habían venido a la Feria "a defender al gobierno nacional y popular".

Esta era, por lo visto, su "consigna política".

Aparentemente con el mismo propósito, Hebe de Bonafini ha convocado a sus simpatizantes a reunirse mañana en la Plaza de Mayo para condenar públicamente a un conjunto de periodistas independientes, sin que se sepa todavía si el "juicio popular" que promueve la conductora de las Madres de Plaza de Mayo provocará nuevos escraches.

Aunque generan situaciones lindantes con la violencia, rara vez los escraches caen en atentados extremos como, por ejemplo, el asesinato. Pero esto no es porque los escrachadores y sus mandantes sean "palomas" sino porque su objetivo es matar, más que a una persona, a su imagen. Ante episodios como éstos, en el mundo anglosajón se habla por eso de character assasination: "asesinato de carácter".

Las bandas nazifascistas promovieron los escraches como un anticipo de lo que sería la toma del poder en países altamente civilizados como Alemania e Italia.

Aquellos que están alentando ahora los escraches entre nosotros, en apoyo del Gobierno, en cierto modo lo involucran como presunto beneficiario de sus acciones. Pero el Gobierno haría bien en advertir que, si es verdad que los escraches causan molestias y temores entre sus críticos y opositores, también lo es que generan un vasto sentimiento de rechazo en la opinión pública.

¿Será por esto que, para obtener el "premio" de hostigar a sus enemigos sin sufrir por eso el "castigo" de la desaprobación ciudadana, los instigadores de esta forma repudiable de acción directa tiran la piedra y esconden la mano? ¿Es casual en tal sentido que el funcionario Moreno, a algunos de cuyos empleados en el actual Indec se los acusa por el escrache a Noriega, lo haya repudiado?"


Para cerrar, Ricardo Forster, integrante del colectivo kirchnerista Carta Abierta y quien será orador en el acto de Madres de Plaza de Mayo el viernes 30/04. Forster escribió en el matutino Página/12 para quejarse que se acuse al kirchnerismo de provocar una 'crispación social':

"No deja de ser llamativo el modo como se sobreexpone lo que recurrentemente desde ciertos grupos comunicacionales se denomina la “crispación”. Se lo hace focalizándola con exclusividad en lo que dice o deja de decir el Gobierno. Es el oficialismo, según esta visión parcial e interesada, el portador del virus de la violencia verbal e icónica que hoy se despliega por el país acechando la vida del conjunto de la sociedad.

La radicalidad del mal está entre nosotros y su lugar de enunciación no es otro que el maléfico kirchnerismo.

Toda relación con él supone, a los ojos de ciertos medios de comunicación y de ciertos políticos opositores muy propensos al uso de metáforas escatológicas y a adjetivar estomacalmente con palabras escabrosas y siempre denigratorias, quedar irremediablemente contaminado por el veneno que emana de quienes han llegado para instalar entre nosotros una suerte de dictadura (no deja de ser llamativo el uso espurio y prostibulario que se le da a una experiencia tan brutal y criminal para la memoria colectiva como lo ha sido la dictadura genocida para calificar a un gobierno democrático).

Cualquiera que ose utilizar argumentos en sintonía favorable con mucho de lo realizado en estos años cae inmediatamente bajo la sospecha de “la caja” (¿cuánto le pagan para escribir o decir lo que no debe ser escrito ni dicho sin caer en la peor de las corrupciones espirituales?), de ser un cómplice del autoritarismo y de estar al servicio de los intereses más oscuros y ruines.

Lo llamativo, tal vez lo insólito, es que aquellos que esgrimen estos argumentos sofisticados siempre aclaran que la crispación y la violencia verbal provienen de los “rabiosos” kirchneristas o de sus intelectuales “a sueldo”. Basura retórica que siempre elude discutir lo que deberíamos discutir con libertad y altura argumentativa:

> ¿qué país desean?

> ¿Qué modelo de sociedad y de Estado defienden?

> ¿Qué piensan de la distribución más equitativa de la riqueza y de la apropiación de rentas extraordinarias?
> ¿Qué políticas económicas están dispuestos a implementar para “salvar a la República” del populismo?

> ¿Qué política de derechos humanos piensan sostener y qué piensan de los juicios contra los militares genocidas?

> ¿Qué piensan de jueces procesistas que impiden la aplicación de la ley de medios manteniendo, de ese modo, la heredada de la dictadura?

¿Cómo lograrán, si asumen una posición progresista, tocar los intereses de las corporaciones económicas sin “crispar” al establishment y sin poder recorrer, como lo hacen ahora a destajo, los programas de televisión que suelen representar esos intereses?

Silencio. Después, claro, agresiones verbales de todo tipo que, eso sí, son virtuosas y virginales de acuerdo al parámetro de los grandes medios de comunicación. Lilita Carrió, Pino Solanas y Gerardo Morales, para citar apenas a estos tres referentes que circulan masivamente por el éter mediático, son maestros en el uso de metáforas catastrofistas y lapidadoras de cualquier acción oficialista sin que a sus interlocutores, siempre preocupados por la “crispación gubernamental”, se les ocurra señalar la sobredosis de violencia y de desprecio que emanan de tan ilustres retóricos del republicanismo argentino.

Todas las baterías se descargan para convencer a la opinión pública de que estamos delante de quienes buscan reducir la democracia a una suerte de monarquía patagónica al mismo tiempo que vacían las instituciones y hacen proliferar una lógica cada vez más autoritaria y corrupta.

Vivimos, según estos cronistas del Apocalipsis, en la antesala del infierno signado por la influencia del chavismo, para los que se colocan en la derecha, o de la impostura neomenemista para los que se ponen supuestamente a la izquierda, y Argentina sería una suerte de caldera que acumula vapores y que está pronta para estallar.

Su deseo manifiesto se inscribe en esta visión del fin del mundo que se asocia con “una rebelión cívica” que nos libere de la maldad congénita del matrimonio presidencial.

No importa comprobar que la mayoría abrumadora de los medios de comunicación está en manos de empresas que buscan horadar y deslegitimar al Gobierno; tampoco importa que el Congreso de la Nación funcione con una mayoría opositora que no tiene inconvenientes en transgredir el texto de la Constitución de acuerdo con sus necesidades y que desde el Poder Judicial se ejerza, como pocas veces se recuerda en la historia contemporánea, una acción independiente y, en muchos casos, claramente opuesta a las decisiones del Poder Ejecutivo; menos importa todavía que hayan sido primero el gobierno de Néstor Kirchner y ahora el de Cristina Fernández los que desterraron de plazas y calles del país la inclinación siempre represiva del establishment de turno y de las fuerzas policiales impidiendo, desde hace años, que cualquier protesta social sea reprimida.

eso no es suficiente a la hora de construir un relato inverosímil que habla de una Argentina atravesada por “el miedo”, “la censura” y la “crispación oficialista”. Bastan unos afiches sin firma con los rostros de algunos periodistas para hablar de persecución y de impunidad (...)".

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