El lado oscuro

La ciencia avanza, la comunicación ha experimentado en las últimas décadas una revolución importantísima con la irrupción de Internet y la multiplicación de redes sociales que acortan distancias, borran fronteras y permiten la información minuto a minuto de todo lo que ocurre en el nuestro planeta, las enfermedades terminales pasan a ser crónicas y tratables permitiendo un aumento considerable en los promedios de vida, proliferan las ONG a favor de un mayor cuidado en la ecología y la conservación de las especies animales. Todo esto parecería indicar un sensible adelanto y mejoramiento de la calidad de vida.


Por Enrique Pinti |  Para LA NACION

Sin embargo y como contrapartida el género humano no ha encontrado aún un método para conseguir erradicar la violencia y el oprobio que representa la guerra como manera habitual y a veces excluyente para solucionar las diferencias entre países regiones, razas y religiones. La ambición, el abuso de poder, la voracidad de grupos dominantes que manejan en forma fría, calculadora e inhumana los negocios derivados de la explotación de recursos naturales, energía y reparto de riquezas y una intolerancia feroz para quien es diferente en cualquier aspecto de la naturaleza humana, son el lado oscuro de tanto adelanto y evolución.

Sobran fotos de líderes de países enemigos en Cumbres donde todas son promesas de cooperación y solidaridad y faltan hechos concretos a largo plazo para mejorar situaciones que crean tensión, miedo y zozobra en millones de personas afectadas por cruentos combates en muchas y extensas regiones del mundo. Inocentes masacrados, ciudades arrasadas, pestes, crisis, odios irreconciliables e invasiones violentas son la noticias predominantes en un mundo con profundas y frecuentes debacles económicas que son combatidas con ajustes, recortes, reducciones drásticas, cuando no anulaciones lisas y llanas de servicios sociales indispensables para poder tener una vida medianamente digna.
Y esto pasa en sociedades evolucionadas, democráticas, con tradiciones culturales humanistas y con un nivel medio de cierta estabilidad. Fácil es imaginar y comprobar lo que ocurre en países de pocos recursos o poseedores de riquezas naturales deseadas por las potencias, arrebatadas y explotadas sin la menor consideración para los nativos de esos territorios que ven con horror cómo la miseria y el analfabetismo es su manera corriente. Entonces se convierten, por desesperación, en víctimas de mesiánicos fundamentalistas que, so pretexto de luchar contra el explotador, terminan convirtiéndose en delirantes tiranos. Estos que, a su vez, serán volteados por los que no quieren perder el negocio y la explotación de esos recursos naturales por medio de invasiones, bombardeos y desolación.
Es un estado apocalíptico que presenta el contraste entre lo mejor y lo peor de nosotros como género humano. Y, a veces, el mero enunciado de principios, buenos propósitos alianzas, pactos y fotos esperanzadoras de líderes de saco y corbata en salones alfombrados, no alcanzan para dar al menos alguna esperanza de un futuro donde la convivencia pacífica respetando diferencias y erradicando la barbarie de la guerra o la represión sangrienta puedan permitir pasar por esta, nuestra vida con un poco más de dignidad, con un poco menos de odio y resentimiento tratando de gozar de todo lo bueno y placentero que el mundo también tiene para darnos.

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