Lagomarsino: el pacto CFK-Arroyo Salgado

A horas de la muerte de Alberto Nisman, la Presidenta cometió el pecado que más le gusta: se puso en el centro de la escena, tratando de imponer su versión de la realidad. Estuvo mal, y su caída en los sondeos de imagen se lo facturaron, porque hizo lo opuesto de lo esperado en el caso de una Jefa de Estado. Es decir, en vez de dar la cara, posteó su relato en Facebook. Y en lugar de llevar tranquilidad a la conmocionada sociedad y dar garantías para que trabaje la Justicia, dió irresponsablemente su opinión del caso policial (que la involucraba de alguna manera) e incluso se animó a lanzar sospechas concretas sobre algunos nombres del flamante expediente. Cristina hizo mal, sin dudas, pero ¿estaba tan equivocada en sus planteos?


Apenas la Presidenta echó sombras sobre el rol de Lagomarsino en la muerte de Nisman, los medios opositores reaccionaron automáticamente como de costumbre: se pusieron del lado del joven señalado por CFK, y le dieron crédito a su coartada. Luego la causa se enmarañó, la investigación del caso se politizó al máximo, y las causas relacionadas entraron en una meseta paralizante, tras la desestimación del juez Rafecas.
Hasta que la exesposa del fiscal dio un golpe de efecto más mediático que procesal, para que la investigación recobrara impulso. En la conferencia de prensa de la jueza Sandra Arroyo Salgado, que se erigió en la esperanza rubia del presunto “Partido Judicial”, resonó tácitamente la acusación contra Lagomarsino, quien había sido temporalmente olvidado por los analistas del suicidio/crimen. Cara a cara con la Presidenta, en la arena de la opinión pública audiovisual, Arroyo Salgado y su hipótesis recibieron el respaldo de rigor en la prensa anti K, que entonces se lanzó a apuntar su dedo contra Lagomarsino. Curiosamente, en este punto, la lectura oficialista y la opositora coinciden recién ahora en preguntarse lógicamente si, ante la falta de sospechosos concretos que hayan dejado rastros en la escena del ¿crimen?, no queda Lagomarsino como el lógico sospechoso inicial, por el simple hecho de haber provisto el arma que causó la muerte.
Detrás de esta incómoda coincidencia de relatos entre Arroyo Salgado y Cristina, se recortan los intentos del Gobierno por juntarse con la exesposa de Nisman, tal como lo consigna la tapa de NOTICIAS de esta semana, firmada por Nicolás Diana. Intentos hasta ahora aparentemente infructuosos. Pero más allá de las grietas personales, ideológicas y mediáticas (a la prensa K también le cuesta digerir a la jueza de San Isidro) el puente conceptual brilla ahí en la oscuridad de un caso que ya logra opacar el cinismo sombrío de la tercera temporada de House of Cards, la serie que impacta a la audiencia global, y que hace sonreír maquiavélicamente al público argentino, harto de saberse los peores trucos de la política.
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