Cumbre Iberoamericana: Que el último en irse apague la luz (aquel 2010...)

La comunidad iberoamericana ya no resulta útil a muchos de sus miembros. Será más fácil que sobreviva si no resulta demasiado molesta ni onerosa. La XXIII Cumbre Iberoamericana, en Panamá, ofreciò una exigua presencia de líderes. A las anunciadas ausencias del rey Juan Carlos I de Borbón (España), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina), José Mujica (Uruguay), Sebastián Piñera (Chile), Dilma Rousseff (Brasil), Rafael Correa (Ecuador), Raúl Castro (Cuba) y Nicolás Maduro (Venezuela), se sumaron las de Evo Morales (Bolivia), Otto Pérez Molina (Guatemala), Ollanta Humala (Perú) y Daniel Ortega (Nicaragua). Estos 4 últimos, que habían confirmado su asistencia, se limitaron a alegar vagos compromisos internos.


¡Qué tiempos aquellos! La foto es de la Cumbre Iberoamericana en Mar del Plata, 2010. Todo ha cambiado desde entonces. O casi todo...
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Fue efímero el reencuentro entre España y el continente americano. Sin duda, las culpas del fracaso se encuentran bien distribuidas. Pero las de España no son escasas porque no consiguió demostrar que lo suyo era más que exclusivamente económico-financiero, y para eso ya está USA. Entonces, en vez de aprender del fracaso de la Cumbre de las Américas (aniquilada en 2005 en Mar del Plata, con George W. Bush presente), insistió con un modelo de relación que exhibe nada interesante. Y así le fue. 
 
 
"La comunidad iberoamericana sale malherida de la cumbre de Panamá. El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, deberá echar toda la carne en el asador para reanimar el año que viene en Veracruz a una organización que agoniza entre la indiferencia de muchos de sus socios. En lo único en que se han puesto fácilmente de acuerdo es en que las cumbres de jefe de Estado y Gobierno se reúnan cada dos años a partir de 2014, en vez de anualmente como hasta ahora. Es decir, verse menos.
 
Más de la mitad de los mandatarios faltaron a la cita de Panamá, igual que hace dos años en Asunción (Paraguay). Ya se contaba con la ausencia de algunos por motivos de salud —el Rey (España), Cristina Fernández (Argentina) o José Mújica (Uruguay)— y con el escaso interés de los miembros del ALBA —Nicolás Maduro (Venezuela), Raúl Castro (Cuba), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y Daniel Ortega (Nicaragua)— y de la brasileña Dilma Rousseff. Pero ni siquiera respondieron algunos miembros de la Alianza del Pacífico —Sebastián Piñera (Chile) y Ollanta Humala (Perú)— e incluso se descolgó el centroamericano Otto Pérez Molina (Guatemala). 12 jefes de Estado de 22.
 
España consiguió un lleno casi total en Cádiz del año pasado, pero solo a costa del esfuerzo personal del Rey, quien viajó a Brasil en plena recuperación de una de sus intervenciones quirúrgicas para asegurarse la asistencia de Rousseff. Esta ha sido la primera cumbre en 23 años en la que don Juan Carlos no ha podido estar, aunque se haya querido hacer presente a través de un vídeo, y su ausencia se ha acusado, según reconocen diplomáticos españoles, que reprochan en privado al presidente panameño, Ricardo Martinelli, no haber puesto el empeño necesario para garantizar una presencia de alto nivel. (...)".
 
La cifra de bajas iguala a la del fiasco de la cumbre de Asunción (2011), cuando la mitad de los mandatarios también plantaron a su anfitrión, y refleja el escaso interés que estas cumbres suscitan en América Latina. El ya saliente secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, lo justificó recordando que cuando este foro se puso en marcha, en 1991, era el único de este tipo, mientras que ahora debe competir con otros muchos, como Unasur. Para evitar que las cumbres se extingan por incomparecencia de sus protagonistas, se ha decidido pasar su periodicidad de anual a bienal. Tras la cita de 2014 en Veracruz (México), la siguiente tendrá lugar en 2016.
 
También se pretende aligerar el peso de una estructura que, aunque liviana, ni España (que financia la parte del león) está en condiciones de mantener, ni los países latinoamericanos quieren asumir. Se da por seguro que el sucesor o sucesora de Iglesias al frente de la Secretaría Iberoamericana (Segib) —la costarricense Rebeca Grynspan es la favorita— abordará un ajuste de la plantilla y del presupuesto de la Segib, unas 60 personas y siete millones anuales; y recibirá el encargo de buscar sinergias (es decir, compartir gastos) con la pléyade de organizaciones iberoamericanas, que abarcan campos como la educación, la ciencia o la cultura.
 
Paradójicamente, mientras las cumbres languidecen, se consolidan los foros paralelos de la sociedad civil. El encuentro empresarial iberoamericano, que ya va por su novena edición, ha reunido en Panamá a más de un centenar de directivos de las mayores compañías latinoamericanas (las llamadas multilatinas) e ibéricas. El siguiente paso debería ser la creación de “multibéricas”: la alianza entre empresas de uno y otro lado del Atlántico, especialmente las pequeñas y medianas, que son las que más reparos tienen en salir al exterior.
 
En el foro de la comunicación, que se celebró este año por segunda vez, Rajoy pidió a los medios que hagan un “uso responsable” de derechos “tan sagrados como la liberad de expresión y la libertad de información”. En presencia de directivos de las empresas más destacadas del sector de la comunicación en Iberoamérica como Emilio Azcárraga (Televisa), Juan Luis Cebrián (PRISA), Randy Falcó (Univisión), Martín Etchevers (Clarín) o José Creuheras (Planeta), subrayó que “los grandes grupos tienen una responsabilidad añadida”.
 
El presidente español, que alardea de no leer periódicos, aseguró que la “pluralidad informativa y la independencia de los medios de comunicación son factores imprescindibles para el desarrollo democrático”, pero ello no le impidió lamentar la aparición de nuevos medios que “no se rigen por las mismas normas y obligaciones que los tradicionales”, en aparente alusión a confidenciales y periódicos digitales.
 
 
Corría el año 1991. En México gobernaba el PRI de Carlos Salinas de Gortari, Cuba era la única dictadura de toda Iberoamérica, la crisis afectaba a España y el Rey Juan Carlos ponía en marcha “el primer paso de una larga andadura” de la que “honra a la Corona española y a mi patria asumir la buena marcha de tan ilusionante proyecto”. Nacía la I Cumbre Iberoamericana.
 
Veintidós años después, Cuba sigue siendo la única dictadura de Iberoamérica, la crisis asola España y el PRI vuelve a gobernar en México. Pero algo ha cambiado: el Rey está por primera vez ausente de la cita que él impulsó como “un privilegio” “y un proyecto largo tiempo anhelado: el logro de una Comunidad fuerte, próspera y democrática”.
 
La ausencia de Don Juan Carlos es un síntoma más, quizá el definitivo, de la agonía de un proyecto que nunca acabó de arrancar del todo y que se ha ido marchitando al mismo tiempo que la influencia de España y su marca en el mundo iberoamericano.
 
Se crea la Secretaría General de Iberoamérica
 
Los primeros años -Guadalajara, Madrid, Bariloche, Isla Margarita-, las cumbres iberoamericanas sirvieron de escaparate por donde el Rey paseaba la Marca España, acompañado por Felipe González: el uno, envuelto en el halo especial que en América ha tenido siempre la figura del Rey de España; el otro, encandilando a la izquierda, desde CAP a Fidel pasando por el inexplicable Carlos Menem.
 
Moratinos, el Rey y Rajoy en la cumbre del año pasado. (Efe)La Cumbre Iberoamericana nacía como oposición a la Cumbre de las Américas patrocinada por EEUU, y España era el polo en torno al cual se posicionaban las nuevas áreas comerciales y políticas. Eran los tiempos de las admoniciones a Fidel Castro, primero suaves y más duras después, cuando José María Aznar y una ola de Gobiernos conservadores ejercían la presión en torno al dictador caribeño. Y cuando se le perdonaba todo a la madre patria porque regaba con la manguera de las pesetas las precarias economías del continente.
 
De aquellos tiempos data la creación de la Secretaría General Iberoamericana, cuya sede estatutariamente mantiene España con un ostentoso palacete en Recoletos, con un presupuesto en torno a los siete millones de euros anuales y, también garantizados por escrito, “privilegios e inmunidades” a su personal, en cuya cúspide lleva desde 2004 el uruguayo Enrique V. Iglesias.
 
El famosos '¿por qué no te callas?'
 
Pasaron los años y el peso de España fue decreciendo al mismo ritmo que ganaban importancia las economías emergentes, sobre todo el Brasil de Lula da Silva, y movimientos regados con el petróleo de un caudillo venezolano que quiso ser el nuevo mesías del continente. Con Fidel Castro enfermo y ausente de estas cumbres –en realidad, se cansó mucho antes de ser recriminado un año tras otro por sus vecinos-, Hugo Chávez sustituyó las pesetas españolas por el petróleo y logró que Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y, en menor medida, la Argentina de los Kirchner, bailaran al son económico y político que tocaba la República Bolivariana de Venezuela.
 
Y llegó entonces el “¿Por qué no te callas?”. Al Rey le salió el Borbón que lleva dentro y mandó callar a Chávez en el Plenario cuando el caudillo venezolano, ante un Rodríguez Zapatero que no acertaba a intervenir, atacaba a José María Aznar. Ese gesto del Rey, que se multiplicó por las redes sociales y amplificó la figura del Monarca, fue una especie de canto del cisne de las Cumbres Iberoamericanas. Nada volvió a ser ya como antes.
 
Hugo Chávez y su cohorte bolivariana siguieron el ejemplo del ‘padre’ Fidel y comenzaron a faltar a las citas. La crisis hacía mella en las partidas destinadas a cooperación y proyectos multilaterales y los euros españoles dejaron de fluir como antes. Un ejemplo es el de la educación: la Organización para la Educación en Iberoamérica (OEI), muy vinculada a las Cumbres desde 1991, impulsó las Metas Educativas 2021 para Iberoamérica. Pretendía movilizar 78.000 millones de euros para poner la educación iberoamericana al nivel de los países desarrollados. El Gobierno español, de momento, ya ha renunciado a la aportación voluntaria y sólo suministrará los 600.000 euros obligatorios: según la Agencia Española de Cooperación Internacional y para el Desarrollo, la OEI ha sido incapaz de justificar cómo ha invertido los 65 millones que España ha aportado en los últimos cinco años.

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