Acerca de la eventual muerte del gobernador Bonfatti

Rosario paralizada y Santa Fe convulsionada: ¿Qué es esto de que se amenaza de muerte a un gobernador y hasta se lo intenta matar? Sería un error que los otros mandatarios se hagan los distraidos porque la mafia contra el Estado puede ocurrir en cualquier otro lugar hoy o mañana. El tema le mereció algunas reflexiones al autor, viejo lobo de mar del periodismo santafecino.


por RAÚL EMILIO ACOSTA
 
ROSARIO. El viernes 11 de octubre, por la noche, en el barrio Alberdi, de Rosario, intentaron asesinar al gobernador de la provincia de Santa Fe, Antonio Bonfatti. Los balazos fueron estimados en 14. Algunos penetraron por una ventana que da al jardín delantero y entrega aire fresco al living. La casa de dos plantas, en una esquina, no tenía custodia policial directa y permanente. No hay rascacielos en el barrio ni densas urbanizaciones de última hora. Alberdi exhibe familias consolidadas y, por ahora, conserva el perfil. La casa del gobernador tiene bastante antigüedad, acaso fue de alguno de los que construyó plantas de algo en Rosario allá, en los comienzos del siglo XX. El gobernador estaba en el living. Su mujer en la cocina, inmediatamente detrás del primer aposento.
 
La veteranía, soy uno de los periodistas que subsiste ante la prepotencia de las máquinas que fabrican periodistas en 140 caracteres y empresas en línea sin respaldo profesional y riguroso, hizo que se me consultase: ¿Es cierto, puede ser, cómo fue, por qué fue? No había respuestas posibles, sensaciones e íntimas convicciones tal vez, pero con ellas se llenan páginas y se suma a la polvareda antes que a la tranquilidad.
 
Hubo, aún los hay, quienes se distrajeron, ni llamaron ni preguntaron ni se solidarizaron. Demasiados “ni-ni” quitan casualidad a la distracción. Sobre los distraídos, los retorcidos. Escuché, lo dijeron en mis narices, que Binner era el culpable. Dijeron esto: las acciones de Hermes Binner (anterior gobernador) fabricaron el crecimiento de la violencia que intentó asesinar a Bonfatti. El carácter transitivo los llevó a imputar al anterior como causante del atentado contra el siguiente gobernador. Pensé, aún lo pienso, que la ceguera no exime ni redime del pensamiento oscuro. Retorcerse no da libertad. Quita méritos, deshonra.
 
Sobre los distraídos y retorcidos, los excesivamente compungidos. Crónicas donde se decía que se jugaba la vida de la provincia y que una muerte era también su propia muerte. Bueno, desde “la vida por Perón” la lealtad de los colegas se resuelve con la plumita (je, viejo cuento antiperonista, a los que cantaban la vida por Perón les soltaban una plumita en el aire y al que le caía encima lo fusilaban; y todos, sin excepción, soplaban fuerte para enviarla sobre otros hombros. Cuento gorila, por cierto, pero que traía la sonrisa a todos los peronistas, por lo certero del análisis).
 
Distraídos, retorcidos, colegas excesivamente compungidos, una realidad y un contrafactismo a prueba de balas. Intentaron matarlo, no lo mataron. El hecho es muy grave. El gradiente de violencia en la sociedad subió no uno sino, por lo menos, dos peldaños.
 
La foto fue la de Alicia Ciciliani, Agustín Rossi, Antonio Bonfatti, María Angélica Gastaldi, Jorge Henn. El sábado, Día de la Raza, del Descubrimiento de América, comienzo de la Era Moderna más allá de cualquier zarandaja reivindicadora, los actores políticos “encontraron” un punto de encuentro. Frente a la misma mesa donde Bonfatti se emocionó y dijo que continuará la lucha contra los carteles de la droga y los delincuentes de actos conexos. Allí se los vio serios y al tono. El mediodía partía la jornada.
 
En la primera fila de invitados y espontáneos en el salón de actos de la Ex Jefatura Rosario (edificio en cuyas mazmorras, debe recordarse, se torturó gente hasta 1983, treinta años atrás) uno al lado del otro Jorge Obeid y Hermes Juan Binner. Algunos gremialistas. Otros políticos. No todos. La distracción se excusaba de diversas formas, todas engañosas.
 
¿Qué traería la muerte de Bonfatti a la provincia?
 
Parálisis de un momento, desánimo, dolor irreparable. Los canas que liberan zonas no estarían más tranquilos, ni los mayoristas de drogas mejor posicionados. Los que blanquean en edificios de la costa, menos libres de una inspección impositiva que siempre amenaza velocidad y nunca llega como corresponde y que, acaso, se aceleraría (¿se acelerará?). Los diversos “movimientos” barriales jurarían que no sabían nada (¿?) Los maestros de las explicaciones, teóricos del accionar policial, que fueron parte del gobierno, escribirían un opúsculo mayor: “Yo lo avisé, no defendieron los pliegos, ergo son culpables”.
 
El mecanismo de victimización serviría -con la tragedia encima- para desprender la provincia de la charlatanería nacional sobre el tema. Súper colofón, la misma cana sospechada e investigada de tantas cosas (hum, es este gobierno el que impulsa esas investigaciones, hum) la misma cana debería investigar(se) con o sin intervención de Sergio Berni, el Aldo Rico de CFK, que desplazaría dos o tres gendarmes desde Las Parejas y el “plin caja” de la Aduana Seca y se sacaría una foto al pie del cadáver. Medios “ultraK” pedirían la intervención a la provincia. El efecto “viudez” llevaría a que Binner, que está ganando recómodo, fuese plebiscitado en elecciones conmocionantes.
 
En algún lugar del planeta el actual Don Corleone diría, yo no pedí tanto, pedí que pareciese un accidente. Su contador le mostraría libros (contables) que muestran que no estarían ganando lo que estimaban. La lucha continuaría / continúa / continuará.

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