El humor todo lo puede

En el año 1959, una comedia alocada y frenéticamente divertida sacudió la monotonía ramplona de un género que después de haber dado títulos magistrales mostraba signos de estancamiento rutinario, convirtiéndose en un clásico instantáneo. Su nombre es "Una Eva y dos Adanes" en su traducción para la Argentina ( en España se llamó "Con faldas y a lo loco", mientras que en su original inglés se conoció como "Some like it hot" aludiendo al hot jazz de moda en los años veinte y con el doble significado de "caliente" por hot, o sea, "a algunos les gusta caliente") estos guiños traviesos y picarescos debidos al gran especialista Billy Wilder, europeo de nacimiento y crianza y norteamericano por adopción por causa de su exilio debido al nazismo que lo obligó como a tantos a huir de su lugar natal, fueron las inteligentes vueltas de tuerca para burlar la rígida censura que desde 1933 se había instalado en la pujante industria cinematográfica norteamericana con el nefasto "código Hays", que prohibía, entre muchos otros ítems, mostrar la homosexualidad.


Por Enrique Pinti |  Para LA NACION

Algunos creadores habían logrado insinuar ciertos comportamientos "dudosos" disfrazándolos con caracteres grotescos y presuntamente cómicos en mayordomos, modistos y bailarines amanerados o en carceleras o presidiarias con características de "marimachos" borrosamente lesbianas en films de cárceles femeninas clase B. Estaba absolutamente prohibidas cualquier muestra explícita de relaciones homosexuales y solo en los finales de la década del sesenta algún policial como "El investigador" con Frank Sinatra se atrevió a mostrar un caso de asesinato de un rico homosexual cometido por un político con problemas de bisexualidad no asumida que en un rapto de emoción violenta luego del acto sexual masacraba al millonario.

Lo interesante del film es que las sospechas recaían sobre un taxi boy desequilibrado antiguo amante del occiso a quien por medio de acoso psicológico en interrogatorios brutales se lo forzaba a declararse culpable manipulando una confesión que lo lleva a la silla eléctrica. Cuando la verdad se revela el detective renuncia a su cargo considerándose responsable de haber forzado a un inocente a declararse culpable por prejuicios homofóbicos. Este film es de 1968, pero la comedia de Billy Wilder data de 1959 y en una clave totalmente distinta a "El investigador" narra el equívoco de dos músicos de jazz que, habiendo sido involuntarios testigos de un crimen de la mafia de los años veinte en plena ley seca, se ven obligados a vestirse de mujer e incorporarse a una orquesta de señoritas y hasta ahí nada es demasiado original y explota el viejo esquema del hombre heterosexual que por enredos de comedia debe aparentar lo que no es. Desde Shakespeare en "Noche de Reyes" (mujer vestida de hombre, a "La tía de Carlos" hombre vestido de mujer) el tema ha sido abordado desde los orígenes del teatro. Pero la audacia y genialidad de Wilder está en el antológico final del film. Un millonario se ha enamorado de la supuesta mujer y en una alocada fuga en lancha le ofrece matrimonio. El músico trata de zafar diciéndole que no es rubia natural, que no le va a poder dar hijos y ante la indiferencia del millonario que a desestima todas esas confesiones finalmente le grita "¡Soy un hombre!" y el viejito sin mover un músculo de su cara le contesta ¡nadie es perfecto! La explosión de carcajadas en el cine fue estruendosa y abrió una puerta en los prejuicios de toda una época, no es poco.

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