El conflicto social paralizará el país en la recta final de los K

Ante esta situación, son las bases las que están poniendo a los dirigentes sindicales entre la espada y la pared para que no acepten las exigencias de la Casa Rosada, que implican que los sueldos pierdan por escándalo la carrera contra la inflación. Hasta el metalúrgico Antonio Caló, jefe de la fracción de CGT que responde a la Casa Rosada, no tuvo otra alternativa que anunciar una medida de fuerza por 36 horas...


LA PLATA (Diario Hoy).- La política económica del gobierno, en la recta final del kirchnerismo, está haciendo agua por todos lados, ocasionando una escalada inflacionaria que carcome de forma muy acelerada el poder adquisitivo de los asalariados, quienes no tienen otra alternativa que exigir –a través de sus representantes gremiales- aumentos de haberes acordes al impacto del incremento del costo de vida. ¿Cuál es la respuesta del gobierno? Apretar para que en las paritarias no se homologuen aumentos superiores al 26% o 27%, que están muy por debajo de la inflación real, haciendo que el ajuste recaiga sobre la espalda –y principalmente sobre los bolsillos- de los trabajadores.
 
Ante esta situación, son las bases las que están poniendo a los dirigentes sindicales entre la espada y la pared para que no acepten las exigencias de la Casa Rosada, que implican que los sueldos pierdan por escándalo la carrera contra la inflación. Hasta el metalúrgico Antonio Caló, jefe de la fracción de CGT que responde a la Casa Rosada, no tuvo otra alternativa que anunciar ayer una medida de fuerza por 36 horas (ver Radiografía de los reclamos...). Estamos hablando de uno de los gremialistas que más obsecuencia ha manifestado a Cristina Kirchner en los últimos años y si por estas horas se atreve a ir al paro, con todo lo que ello implica, es porque no tiene otra alternativa. Eso no es todo: el 3 o 4 de junio se realizará un nuevo paro nacional, con adhesión de todos los gremios del transporte. Si hay algo que caracterizan a los sindicalistas es que no comen vidrio y por más que ahora, circunstancialmente, haya algunos que se muestran más cercanos a la Casa Rosada y otros un poco más alejados, todos tienen muy presente una de las frases inmortalizadas por Juan Domingo Perón: “el pueblo marchará con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes” 
 
Fiel a su estilo polémico y confrontativo, la Presidenta en su cadena nacional del lunes se preguntó “¿en qué mundo viven?”, en referencia a los pedidos de aumentos salariales que vienen solicitando los dirigentes gremiales en las paritarias de sus sectores. Y, tal como informó Hoy, comparó la situación de la Argentina con la de España, donde se espera que los aumentos salariales para el período 2015-2018 sean del 1,6 por ciento, olvidando que en nuestro país la inflación supera ampliamente el 30% anual, mientras que en la Madre Patria hay deflación, siendo que el año 2014 cerró con un incremento del costo de vida de -1%.
 
La situación económica no solamente genera dolores de cabeza a los trabajadores, cuyos sueldos no llegan a fin de mes, sino también a los sectores productivos y empresarios que aún se mantienen en pie. Ocurre que a diferencia de lo que ocurre en España donde el enfriamiento de la actividad económica llevó a que los precios fueran a la baja, en la Argentina se viene registrando una combinación mucho más peligrosa que se caracteriza con un proceso inflacionario enquistado desde hace varios años –el más grave del continente, detrás de Venezuela- y una recesión que ha destruido miles de puesto de trabajo en los últimos meses. 
 
La única forma de poder salir de esta crisis es que el poder político brinde confiabilidad y reglas de juego claras para que haya inversiones que estén dispuestos a arriesgar su capital y puedan poner en marcha el aparato productivo, que se encuentra desbastado al punto que no puede ofrecer bienes y servicios básicos. Prácticamente todo lo que se produce en la Argentina tiene mayoría de componentes importados. En ese sentido, el problema, que se ha ido agudizando, es que nuestro país se está quedando sin dólares, lo que ha llevado a restringir importaciones y poner un cepo a la compra de divisas extranjeras, siendo uno de los factores claves del enfriamiento económico.
 
La falta de inversiones conlleva, asimismo, que no se genere empleo genuino y aumente la desocupación real. Para tapar ese bache, el gobierno se financia con emisión monetaria sin respaldo para poder desplegar las formas más infames de clientelismo y engrosar, de forma desmedida, el empleo público, generando así la necesidad de aumentar aún más la presión impositiva sobre los sectores productivos para sostener ese aparato elefantiásico. El resultado de este círculo vicioso es que la mayoría de las pymes se encuentran con la soga al cuello y las economías regionales hoy se encuentran al borde de la quiebra. 
 
Asimismo, la voracidad fiscal también afecta a los propios trabajadores. Desde los años ´90, todos los argentinos, sin importar su clase social y su capacidad contributiva, pagan el 21% de IVA, incluyendo los sectores más postergados que deben afrontar ese gravamen cada vez que adquieren un paquete de arroz, polenta o fideos. Como si todo esto fuera poco, hay cada vez más trabajadores de clase media afectados por esa aberración jurídica que significa aplicar el Impuesto a las Ganancias a todos los asalariados registrados que ganan más de 15 mil pesos, lo que conlleva a que los propios empleados no quieran ser ascendidos o eviten hacer horas extras ya que el Estado se queda con gran parte del ingreso extra que obtienen por su propio esfuerzo y sacrificio. Esta será parte de la pesada herencia que dejará el kirchnerismo, luego de 12 años de ejercicio del poder, a quien tome las riendas del país a partir del 10 de diciembre.

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