Los nuevos genocidas

Finaliza un año, está concluyendo un ciclo que dejará o no una enseñanza. Si la decencia no es parte integrante del elemento a tener en cuenta por el votante a la hora de elegir a quienes administren sus dineros; su vida y la de sus hijos está siendo condenada a una potencial muerte o al aniquilamiento de sus posibilidades de ser, de desarrollarse.


por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter:@santosjorgeh
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Se cierra 2013.
 
Es tiempo de balance, como cada final de un ciclo de 365 días.
 
Es tiempo de renovación de esperanzas en otro ciclo de igual cantidad de páginas que cada uno aspira se escriban con más suerte que las pasadas, que van quedando atrás.
 
Es la vida misma. Esa que se va consumiendo, que se va yendo sin darse cuenta, muchas veces, que la misma no es eterna.
 
La vida es un ciclo más o menos extenso.
 
Todo tiene un principio y un final.
 
La trascendencia en el tiempo, más allá de cada ser humano, está en sus hijos, para que los que este desea un destino aún mejor que el propio.
 
Uno, es uno mismo, y el contexto en el que se desenvuelve para ser más o menos feliz. Tener más o menos salud, educación, seguridad, sueños, calidad de vida, aspiraciones, oportunidades.
 
Ese contexto en el que se desarrolla es tan importante a nivel familiar  como a nivel país en que haya nacido.
 
El Estado y la transparencia de su administración es de naturaleza vital  para el desarrollo de la sociedad que lo integra.
 
El Estado se nutre de los impuestos y contribuciones que de los componentes de la comunidad hacen para que se realicen todas las obras y servicios necesarios para brindarle protección, amparo, desenvolvimiento en todos los ámbitos a cada uno de sus miembros.
 
La importancia, entonces, en el manejo de los dineros públicos es de primordial importancia.
 
Si un funcionario es corrupto, hay ciudadanos que pagan las consecuencias de tal delito.
 
Nada es casualidad. si uno roba, otro u otros tienen menos educación, salud, cloacas, caminos, calles asfaltadas, dignos transportes públicos, carreteras, etc.
 
Cuanto más corruptos (ladrones de lo público) sean los presidentes, vicepresidentes, senadores, diputados, intendentes, concejales elegidos por el voto popular más decadente resultará la vida de los votantes.
 
Esta elemental descripción de causa y consecuencia pareciera ajena al razonamiento de los argentinos.
 
Un país que tiene casi todo, carece de lo esencial, la decencia.
 
Un país con un inmenso y rico territorio con escasa población podría ser uno de los lugares de la tierra con mejor condiciones para la prosperidad de todos sus habitantes.
 
La triste realidad muestra lo contrario; Argentina es un país decadente. Ha ido de mejor a peor.
 
El saqueo constante de los dineros públicos por parte de los administradores del Estado ha triturado las posibilidades de vida de tan solo 40 millones de personas.
 
Qué pena da ver que el argentino no ha tomado conciencia que la corrupción no solo mata, sino que destruye, masacra, arrasa la vida de miles, millones de personas.
 
La corrupción pública es un genocidio.
 
Un funcionario público corrupto es un genocida.
 
Por ende, la corrupción pública debería ser considerada un delito de lesa humanidad.
 
Imprescriptible.
 
Los recordados “vuelos de la muerte” causan horror. ¿Por qué, entonces, no debería causar igual rección un delincuente que en forma solapada hace lo mismo con la vida de millones de sus compatriotas?
 
El “roban pero hacen” es una expresión repugnante, avergonzante, cómplice, irreverente para la condición humana.
 
Hacer es una obligación del gobernante. Robar para alimentar sus ansias de enriquecimiento personal a costa de los dineros de otros, es un delito.
 
Un delito mayor.
 
Ese delito mayor se choca de frente con la defensa a ultranza de los derechos humanos.
 
El que roba dinero público es un asesino de muchas vidas.
 
La Argentina no encontrará salida mientras se siga votando solamente según al argentino le vaya con su bolsillo.
 
La Argentina no tendrá salida mientras no se sincere y transparente qué se ha hecho y se sigue haciendo con ingresos millonarios mientras las arcas públicas están quebradas y el 40% de su población se debate en la pobreza.
 
El año 2015 está lejos, pero no tanto, como para saber que de rodillas se llegará a él, después de tiempos de mucha bonanza, desperdiciados por un pueblo que sigue tolerando que se lo viole a diario, robándole en su propia cara su esfuerzo diario.
 
El funcionario público es un genocida solapado.
 
El encubridor es cómplice.
 
Muchas veces el pueblo es cómplice de su propia desdicha, mirando para el costado, no queriendo reconocer su torpeza, o porque ya gran parte de de él ha caído en ignorancia extrema.
 
Esa ignorancia extrema de la cual se sirve el corrupto para acumular poder, riqueza personal e impunidad.

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