Una crisis que llevará largo tiempo salir (o el peligro de la mafia PJ)
Luego del olvidable discurso presidencial, después de un largo silencio de Cristina Fernández de Kirchner, la desazón creció. La irrealidad en la que se desenvuelve la jefa del Estado asusta. Las consecuencias de una crisis diferente, pero de mayores connotaciones que la de 2001/2, puede llevar un largo proceso para salir de ella. El atraso en se que vive, se profundizará. Las responsabilidades de esto, no solo le pertenecen al gobierno.
por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter: @santosjorgeh
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Faltando un largo trecho para que finalice el segundo mandato de Cristina Fernández viuda de Kirchner, una enorme crisis se ha instalado en un país que no debería estar pasando por la misma.
Esta crisis, de magnitud desconocida e incomparable por los campos que abarca, superará a la más reciente y temida, la de los años 2001/2.
La crisis, por más que el gobierno exprese todos los días lo contrario, tiene un solo responsable; al propio gobierno nacional.
Sí, el gobierno encabezado en vida por Néstor, y los dos adicionales mandatos llevados adelante por su esposa, Cristina.
Los Kirchner no llegaron a la Rosada portando un curriculum-vitae político, sino un pronturario antirepublicano, antidemocrático, antiético y de alta corrupción e impunidad en la provincia que convirtieron en su feudo, Santa Cruz.
Eduardo Duhalde, los integrantes del partido justicialista, los ministros, secretarios, diputados, senadores, gobernadores y la mayoría de la clase política argentina ¿no lo sabían?
Sí, lo sabían.
Todos miraron para el costado, o por conveniencia o por equivocación o porque muchos de ellos no podían abrir la boca porque eran y siguen siendo iguales en deshonestidad al matrimonio sureño.
Esta suerte de mafia política que se apoderó del poder central no la inventaron los Kirchner, solo son parte de ella. Los mafiosos tienen sus códigos y no precisan imputarse de lo que son, de lo que forman parte.
Hace muchos años que la Argentina viene sufriendo la lacra del Partido Justicialista, siendo gobierno y siendo oposición.
Hoy, a una de las tantas marcas (el kirchnerismo o cristinismo) que forman parte del mismo negocio, el peronismo; le está explotando la crisis más atroz siendo gobierno y sin que haya militares que hagan el trabajo que hicieron con Isabel Martínez de Perón, sacándola del gobierno.
Esa tarea hoy la tienen que hacer los mismos peronistas que no quieren dejar que su poderosa “empresa” política quiebre, como quebró el radicalismo.
Además, quiénes son los peronistas que están en condiciones de no identificarse, de alguna u otra forma, con este gobierno. Búsquelos, tal vez encuentre alguno.
Daniel Scioli, Sergio Massa, o tantos otros son personajes pueden hoy ser considerados opositores al gobierno de Cristina… quien lo sostenga, no está confundido; está esquizofrénico.
Argentina se ha convertido en el hazmerreír del mundo y un impiadoso hábitat para quienes deben sufrir las penurias que conocen y las que desconocen por falta de educación.
La pobre educación es el arma letal que han utilizado los gobiernos populistas para reducir a su mínima expresión al ser humano y convertirlo en un miserable.
Ese que por una pequeña suma de dinero es comprado para que vote al gobernante de turno. Un esclavo. Muchos esclavos se necesitan y conforman la famosa base electoral del Partido justicialista (PJ).
Si el dinero alcanza, como sobró en los años de los Kirchner, en lugar de ser aprovechado para propósitos dignos, o se lo robaron o lo emplearon, entre otros gastos improductivos, para capturar militantes; muchos de ellos con enormes sueldos y cargos para los cuales ninguno está preparado. Desde Aerolíneas Argentinas hasta el sainete de Fútbol para todos son meros ejemplos de lo dicho.
Desgraciadamente no son pocos los que sabían que esta situación de inmenso caos iba a llegar, llegó y se profundizará mucho más; pero callaron, no hicieron nada, por miedo, por dinero, por perder posiciones personales beneficiosas, o por lo que fuere.
Es que el argentino ha renunciado a sus valores, a sus derechos, a sus obligaciones y se ha convertido en indigno de sí mismo. Desde el empresariado, en su gran mayoría; hasta buena parte del pueblo.
Esa comunidad ha permitido y es cómplice de su destrucción como sociedad. Es sabido que el poder central ha buscado por todos los medios conseguir esto, corrompiendo; pero no son pocos los que lo han permitido.
Hoy, gran parte honrada y sensible de la ciudadania está angustiada porque la crisis económica está devorando sus ingresos.
Sin embargo, esa misma ciudadanía antes disimuló, aguantó, no reaccionó cuando se dejó robar la seguridad, la salud y educación publica, los impuestos en obras que no hicieron y en infraestructuras obsoletas que viven matando argentinos.
Permitió que se le mienta en la cara de una y mil formas descaradas, que se limitase o se le negara la rendición de cuentas públicas, que se destruyeran las instituciones, que se desvastara la justicia independiente, las fuerzas de seguridad y las armadas, que el narcotráfico llegase para quedarse, que los funcionarios votados o soportados se robaran el país.
Se ha llegado al extremo de aceptar como cosa normal lo intolerable .
Se llegó al colmo de olvidar lo incorrecto de ayer, por lo erróneo de hoy.
Se evita hablar de lo esencial y se reemplaza esto con absurdas consideraciones de temas menores.
Se han perdido las formas; se maltratan los fondos.
Lo correcto se volvió anticuado.
Nadie cree en nadie ni en nada.
Se ha perdido el diálogo.
Se han subvertido todos los valores que hacen a una disciplina esencial para el funcionamiento de lo general.
¿En qué neuropsiquiátrico se ha convertido al país, que tras una década de inmensos ingresos 12,5 millones de personas son pobres y esta suma se va a acrecentar porque la crisis en erosión así lo pronostica?
Luego de la alocución presidencial del 4 de febrero último, la desazón es aún mayor.
Argentina vive una crisis de la cual llevará larguísimo tiempo salir.
El laberinto a sortear no solo económico; tiene connotaciones como fueron señaladas, que demandarán varias décadas para volver a ponerlas en funcionamiento.
El país está agonizando en una decadencia nunca vista.
Nada de todo lo señalado es grato.
Hoy, muchos califican consideraciones y visiones como las que aquí se vuelcan con un abanico de calificativos que va desde pesimista hasta desestabilizador; con muchas variantes intermedias.
No importa.
Lo importante es que la vida es aquello que transcurre mientras los argentinos no tienen un solo día en paz, un solo día tranquilo, un solo día seguro.
Eso es lo que los argentinos han perdido hace rato, se den o no se den cuenta.
Recordar que eso no es así en casi todo el mundo es esperanzador pero si se desea conseguir ese objetivo, esto demandará un esfuerzo enorme que hoy está muy, pero muy, distante de ser alcanzado.
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