¡Cristina está al volante...! (Cuidado con las curvas)

Los rostros de preocupación de los argentinos lo dicen todo. El malhumor de la sociedad podría cotizarse en bolsa. La montaña de problemas es cada día más alta. Un gobierno sin credibilidad no atiende lo urgente. Solo busca acrecentar el daño. Las nubes negras se acumulan y anuncian tormentas fuertes en un país sin drenaje. El relato no resiste más que los consabidos aplausos de los lacayos que produce el populismo. Venezuela nunca estuvo tan cerca de Argentina.



por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter:@santosjorgeh
 
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Son muchos los ciudadanos:
 
- Que no entienden cómo después de tantos años de crecimiento sostenido y de discursos gubernamentales vendiendo un país de película, se llegó a este presente que los asusta.
 
- Que están desbordados por un futuro incierto, con un presente desolador  que los intranquiliza por su destino, y sobre todo el de sus hijos.
 
- Que se apropiaron de la frase del ministro de economía, Hernán Lorenzino, y al igual que él dicen “me quiero ir”, pero no de una entrevista televisiva o de la función sino del territorio que los vio nacer.
 
Una parte mayoritaria de los argentinos ha tomado conciencia que el país es un automóvil que está condenado a estrellarse contra un paredón, sin que la presidente saque el pie del acelerador.
 
La inflación, la inseguridad, la falta de inversiones, la no creación de empleo privado, la corrupción, la mala salud y educación pública, la pobreza, la indigencia, la falta de inversiones en infraestructura, los desequilibrios económicos, el trabajo en negro, la ausencia de política de Estado, el elevado gasto público, la creciente emisión monetaria, la ausencia de reservas elementales para afrontar una crisis, el atraso cambiario, la brecha cada vez más elevada entre el dólar oficial y el blue, la falta de autoabastecimiento energético; conforman un panorama desesperanzador que nadie atiende.
 
No todas estas cuestiones afectan a todos los habitantes, pero nadie se salva de estar alcanzado por una buena parte de ellas.
 
Esto se da en una sociedad dividida, enfrentada por la familia Kirchner para facilitar su inocultable avaricia por el poder y el dinero.
 
En una comunidad donde el 85% de los medios están en poder o responden a la dama de negro.
 
En una circunstancia donde las grandes empresas que cotizan en bolsa pueden ser intervenidas por veedores de la Comisión Nacional de Valores, con facultad de veto, y hasta separar a los órganos de administración de las mismas por un plazo máximo de 180 días hasta regularizarlas, según el flamante artículo 20 de la ley 26.831 de mercado de capitales.
 
Cristina Fernández incrementó su ir por todo y por todos, y fue a apoderarse del único poder que aún conservaba cierta cuota de independencia, la Justicia.
 
Ella quiere el Estado para Ella. Cristina quiere terminar de implantar en Argentina, un régimen como el que gobierna Venezuela.
 
La nueva adicta a las cadenas nacionales de tuits puso a la República en la instancia anterior a su extinción. Sólo la Corte Suprema de Justicia puede salvarla, si es que lo hace antes del 13 de mayo próximo.
 
Si la Corte cumple con su cometido, la dicha no será total; una guerra de poderes  se sumará a una enmarañada actualidad.   
 
Las cortinas de humo fueron y siguen siendo un personaje protagónico del relato para disimular la concentración de poder que busca la primera magistrada para eternizarse, o bien para cambiar una contrariedad propia por otra ajena (con montaje oficialista).  
 
La cicatería de la oposición, hasta ahora, ayudó y mucho para facilitarle el camino recorrido por la viuda de Kirchner.
 
Frente a tan incierto devenir cómo evitar qué la mayor parte del pueblo no se sienta desconcertado, desprotegido, afligido y con un mal humor creciente si su presidente -como siempre- luce alejada de la realidad, engreída, egocéntrica, perseguida por inventados conspiradores a los cuales vive enfrentando y trata de destruir, de las formas más insospechadas.
 
El séquito que la acompaña son serviles a lo que Cristina decida; nadie esboza un pensamiento propio.
 
El dúo, compuesto por Néstor y Cristina, ha malgastado una década irrepetible.
 
El viento de cola ya no sopla.
 
Precisamente, el economista argentino Claudio Loser, ex miembro del FMI, indicó que “en un periodo que muchos comenzaron a llamar el de América Latina, el crecimiento económico en la región se ha desacelerado significativamente, y está por debajo del promedio de los últimos diez años. Más aún, después que creciera más rápidamente en seis de los ocho años hasta 2011, la región está creciendo a un ritmo menor que el mundo como un todo, especialmente si se corrige por las cifras distorsionadas de Argentina. Ello ocurre cuando el motor de China e India también se desacelera”.
 
Y, agregó, “los países de la región tienen que prepararse para una desaceleración (o caída) fuerte en el PIB. Si no se preparan a través de restructuración fiscal, mayor competitividad interna y externa y un sistema financiero fuerte, podremos caer de nuevo en una profunda crisis. Si nos toma por sorpresa tendrá consecuencias nefastas en términos de prosperidad futura y el combate contra la exclusión y la pobreza”.
 
Cristina está al volante.
 
Ella no va a cambiar, aumenta la marcha.
 
El paredón no se va a correr.
 
¿Cómo evitar la colisión?
 
La angustia encuentra su razón.

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