Cómo fue la gran ceremonia de los nuevos reyes de Holanda


Guillermo Alejandro ya es rey yMáxima ya es reina. Una majestuosa capa de terciopelo rojo y armiño para él, una reluciente tiara para ella, la calidez de los holandeses y la magnificencia de una iglesia del siglo XVII conforman las postales de la ceremonia ("inhuldigin") en la que los príncipes se convirtieron en reyes. Casi ningún republicano se atrevió a acercarse a la plaza Dam, abarrotada por 25.000 fervorosos adeptos a la monarquía, que convirtieron la asunción del rey en una gigantesca fiesta callejera, con cantos, bailes y música.


A las 14 horas (9 horas en Argentina), los nuevos reyes salieron del Palacio Real escoltados por cortesanos que llevaban el Estandarte Real y la Espada. Vestida de azul y luciendo la Orden de Guillermo, Máxima asistió a la investidura con una tiara dediamantes y zafiros que el rey Guillermo III le regaló a su segunda esposa, la reina Emma, con motivo de su boda, 1887. El nuevo rey vistió de frac, con la banda de la Orden de Orange cruzándole el pecho, y con el Manto Real (“Koningsmanteel”) sobre sus hombros, siguiendo la tradición que inició su antepasado el rey Guillermo I, al ser entronizado en 1815.

Minutos antes había llegado la reina Beatriz con sus nietas, las princesas Catalina Amalia, Alexia y Ariana, y los otros miembros de la familia real. En otro sector de la iglesia tomaron asiento los representantes de 18 casas reales de todo el mundo, entre los cuales estaban Carlos de Inglaterra y su esposa, Camilla; los príncipes de Asturias, Alberto II de Mónaco, la esposa del emir de Qatar, los príncipes herederos de Japón, Tailandia, Bahrein, Brunei, entre otros, y la esposa del rey marroquí.

En una ceremonia de una hora y media de duración, Guillermo Alejandro dio un discurso en el que agradeció a su madre su dedicación y pasó a prestar el juramento estipulado en la Constitución holandesa: “Juro defender y guardar con todas mis fuerzas la independencia y el territorio del Estado, proteger la libertad y los derechos generales y particulares de todos mis súbditos y emplear todos los medios que las leyes pongan a mi alcance para el mantenimiento y fomento de la prosperidad general y particular, tal y como viene obligado a hacer un buen rey. Que Dios me ayude”.

Acto seguido, el presidente de la Asamblea Unida de los Estados Generales, GodefridusJan de Graaf, aceptó el juramento y los delegados de los Estados de Aruba, Curaçao y Sint Maarten prestaron juramento de lealtad al rey, al igual que los 225 legisladores del parlamento holandés. Al término, el presidente de las Cámaras dio el tradicional grito “¡Viva el Rey!” que fue repetido tres veces por los parlamentarios y miembros del Gobierno.

Un heraldo salió de la iglesia para comunicar la entronización al pueblo, de la misma forma que se hacía en la Edad Media y los holandeses festejaron con un triple "¡hurra!". Guillermo Alejandro quedó convertido en el 7° rey de la dinastía Orange y el primer rey después de 123 años de un "matriarcado" a manos de tres mujeres: su madre, Beatriz, su abuela, Juliana, y su bisabuela, Guillermina. Según la tradición, la hasta ahora reina Beatriz se convirtió en "princesa" (y no en "Reina madre") y la princesa Catalina Amalia, de 9 años, en la nueva heredera, con el título de Princesa de Orange.

Aunque actualmente el 69% de los holandeses confía en que Guillermo Alejandro será un buen rey, hoy por hoy la monarquía holandesa enfrenta muchos cuestionamientos de parte de partidos políticos republicanos, en especial sobre sus costos. Sin embargo, el presidente del Senado holandés, Fred de Graaf, dijo a la prensa estar seguro de que que las ceremonias de entronización "reforzarán la institución" de la Monarquía. Refiriéndose al nuevo rey, De Graaf dijo en una entrevista que "es un hombre de una nueva generación completamente preparado para su nuevo papel", mientras reflexionó que "los holandeses han sucumbido a los encantos de Máxima: es inteligente, pragmática y de una simpatía arrolladora".

Esta popularidad se hace patente en los miles de holandeses que festejan hoy en las calles de Ámsterdam y de otras localidades, así como en los cientos que pasaron la noche a la intemperie para tener un buen lugar desde el cual ver la ceremonia. Las casas, edificios, vidrieras y calles de Ámsterdam están cubiertos de naranja, el color emblemático de la realeza, en forma de banderas, globos, souvenirs, tortas, carteles y gigantografías que conmemoran esta fecha.

Las fiestas empezaron temprano, con el lanzamiento de 101 salvas de cañón desde un buque de la Marina holandesa y continuaron en el Palacio Real, donde la reina Beatriz firmó su abdicación en presencia del primer ministro, Mark Rutte, y el Consejo de Ministros. La familia real salió posteriormente al balcón, donde Guillermo Alejandro dijo públicamente: "Querida madre: hoy has abdicado tras 33 años en el trono en los que te agradecemos todo lo que has hecho. En nombre de la reina (Máxima) y yo les agradezco todo el apoyo prestado a la corona".

Más de 800.000 personas inundaron los canales y plaza de la ciudad para el evento, que tendrá un coste de 11 millones de euros, según el ayuntamiento. Esta “marea” de color naranja demandó la presencia de más de 10.000 policías desplegados en la Plaza Dam y alrededores, donde hasta el momento 70 personas fueron arrestadas por desórdenes o por protestar fuera de los lugares especialmente destinados a las manifestaciones. Un paseo por el lago Ij en barco, conciertos, bailes, bandas callejeras, mercados y comidas típicas son los otros atractivos del día y que convirtieron a Holanda en un gran carnaval. Hasta el diario holandés "De Volkskrant", de origen socialista, manifestó su alegría: "La monarquía es una locura, pero no está mal".
VIDEO:








Comentarios

Entradas populares