La irascible Presidente de la Nación
A las habituales alocuciones presidenciales, ahora se le agregaron ríos de escritos en las redes sociales. Todas las formas de expresión de Cristina Fernández viuda de Kirchner está impregnadas de agresiones, desafíos y descalificaciones. El camino de lo opuesto a lo correcto, ha llevado convivir en una sociedad peligrosamente dividida, envuelta en innecesarios problemas y con un futuro incierto.
JORGE HÉCTOR SANTOS
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CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Los Kirchner, Néstor y Cristina, entre tantas cosas de las que no se han privado a lo largo de los casi 10 años que han gobernado el país, es de mostrarse agresivos y hostiles.
Esa belicosidad y animosidad no puede sorprender en la Presidente, ya que viene de antes. La diferencia es que se ha multiplicado luego de su último triunfo electoral que deparó el “vamos por todo”.
En el universo de Cristina no existe probabilidad alguna que no descalifique, maltrate, acuse a quien ose expresar un pensamiento distinto al suyo o critique su gestión.
Nada de esto, por lo tanto, puede estar más reñido con el diálogo y el debate racional fundado de ideas que caracteriza la práctica plena de la democracia.
Salvo para sus fanáticos seguidores, cada vez que Cristina habla, crispa.
Es que esa agresión y hostilidad presidencial genera desconfianza y denigración del otro.
Esto desencadena un menoscabo en la calidad de la relación, con el consecuente rechazo; lo que disminuye el apoyo social para la presidente, que terminan expresándose en los estudios confiables sobre la imagen negativa que recoge Cristina.
No puede resultar extraño, entonces, el clima de enfrentamiento ascendente que se produce en la sociedad y que se verifica en todo.
El relato oficial no tolera grados, se está a favor o en contra, no hay alternativa posible.
Esta obvia expresión de autoritarismo engendra miedo en muchos por temor a la represalia que puede llegar de diferentes formas. En otros, por el contrario, producen exteriorizaciones a través de multitudinarias marchas, declaraciones de repudio y hasta escraches a funcionarios públicos.
Los voceros de la habitante de la Rosada y de Olivos, desde el vicepresidente, pasando por el jefe de Gabinete hasta un puñado de legisladores y ciertos militantes de primera línea; se disputan el trono de la acometividad. Buscan la constante aprobación de su “empleadora” política.
Como si esto resultara poco, los temas que aborda la primera magistrada en sus frecuentes alocuciones están muy distantes de los problemas cotidianos que enfrenta el pueblo, con lo cual resaltan más sus formas ominosas.
Las agresiones funcionan como la corrupción. Si arriba, en el poder, existen en demasía, desbordan, caen y se alojan en las diferentes capas sociales reproduciéndose o alojando encono, bronca.
Mientras este clima antagónico aumenta, el tiempo transcurre y los obstáculos que se almacenan por la falta de políticas o por los errores de las mismas acrecientan las necesidades, penurias e inquietudes del ciudadano común.
Ese ciudadano que observa como siempre la culpa es del otro mientras su calidad de vida se deteriora cada vez más, por falta de soluciones a sus carencias más elementales.
No es extraño, entonces, que frente a un presente que remonta a lo más aciago del pasado, el futuro no ilusione.
Tal como dijo el filósofo romano Lucio Séneca, “el espíritu angustiado por el futuro es calamitoso”.



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