Macri, out: "Está devaluado y los inversores ya no confían en su capacidad para revertir la crisis"

El analista político Sergio Berensztein destrozó al presidente Mauricio Macri en su reciente libro '¿Somos todos peronistas?' por su falta de liderazgo y la profunda crisis económica en la que metió a la Argentina en tan 2 años de gestión (recordemos que inició su mandato el 10 de diciembre de 2015 y a fines de 2017 ya se había desencadenado la corrida cambiaria): "Se parece a una sala de terapia intensiva; un paciente grave es sometido a un procedimiento quirúrgico a complejo. La crisis cambiaria, por sus características, exhibe la enorme fragilidad detrás de la desconfianza en el peso, un fenómeno que, instalado, resulta muy arduo de revertir. A pesar de una leve mejora hacia comienzos del tercer semestre de 2019, las consecuencias de la crisis económica son muy evidentes y la desconfianza de los inversores domésticos e internacionales no se limitan a la amenaza del retorno kirchnerista, sino a la capacidad del propio Macri de revertir la situación. Por eso, la inclusión de Pichetto fue tan celebrada".


Capítulo 3: Crisis económica, ajuste, austeridad: un gobierno con un margen de acción muy acotado
La cuestión económica es indudablemente el eje de esta elección y es consecuencia de una situación coyuntural -una crisis cambiaria durísima- y un programa de ajuste que le quita margen de acción al gobierno. Con la meta del déficit cero, el objetivo de reducir una inflación que en 2018 fue la más alta desde 1991 y estabilizar el dólar, el programa acordado con el FMI impulsó una fuerte restricción sobre la base monetaria y limitó hasta abril la capacidad de acción del BCRA a partir de una zona de no intervención del dólar. Los cimbronazos económicos obligaron al gobierno a girar hacia una nueva agenda que redujo las posibilidades de hacer crecer la actividad económica del país.
Sin embargo, no hay que perder de vista el contexto: es la quinta recesión que experimenta la Argentina en los últimos diez años, lo que plantea un ciclo de mediano plazo muy singular, con una mirada a largo plazo más que compleja.
Cuando uno mira a la Argentina en relación con otros países de la región y del mundo, queda demostrado que se trata de un caso de crecimiento subóptimo. Incluso podría decirse que el país sufre un "estancamiento secular", condición que se presenta cuando una economía padece largo períodos sin crecimiento, con niveles de empleo fluctuantes, en los que la depresión se constituye como norma. Es efecto, si analizamos la situación del país en los últimos cien años, queda en evidencia que experimentó una reversión de su desarrollo: había alcanzado un nivel muy superior al de los países de Latinoamérica hacia la primera mitad del siglo pasado; sin embargo, lejos de consolidar ese progreso, entramos en una ciénaga asfixiante de la cual no podemos salir.
En consecuencia, para poder cambiar esta tendencia es necesario comprender que, más allá de la crisis actual, el país tiene en la economía uno de sus mayores dramas históricos.
Pero en el caso de Macri el problema económico adquiere una dimensión mayor, dado que, por sus características y su ideología, era visto como un gobierno capaz de encarrilar las cuentas del país. Existían dudas respecto de su capacidad para moverse en el terrero de la política, pero en lo económico imperaba la percepción de que "el mejor equipo de los últimos 50 años" sería imbatible. Esa sobreexpectativa se acrecentó incluso por las afirmaciones del propio Macri, que aseguraba que bajar la inflación era fácil y auguraba buenas noticias para el segundo semestre de su mandato. Las promesas partían de la creencia de que la llegada de Macri al poder terminaría con el kirchnerismo y su modelo populista, para así liberar la energía transformadora que estaba contenida y desaprovechada por la mala praxis K. Nada de eso ocurrió. Luego de la dura crisis cambiaria que vivió la Argentina, queda claro que ese objetivo tampoco hubiera revertido la decadencia de más de siete décadas que sufre el país.
Por este motivo, resulta razonable que el gobierno haya pretendido enfocar esta campaña electoral en ejes no económicos, tratando de enfatizar que si bien la economía está mal, se hizo lo que había que hacer y se empiezan a notar los resultados (...)
(...) Si bien la ciudadanía no vota únicamente en función del bolsillo, la economía es un tema crucial para la Argentina y se ha convertido en una cuestión clara y dominante en la conversación pública que cruza a toda la sociedad, alcanzando incluso a los segmentos de medios y altos ingresos, que también han demostrado preocupación por la evolución de la inflación, inquietud acerca del ciclo económico e incertidumbre sobre su futuro personal y familiar.
La dinámica de la crisis limita las ventajas del "incumbente"... ¿o las revierte?
Existe una premisa en política en torno a la importancia de ser el incumbente en un proceso electoral. Esta idea se apoya en que los resortes del poder engendran ventajas relativas sobre el resto de los competidores, a partir de variados privilegios como la utilización del gasto público, la potencia de fijar agenda y el manejo del Estado con fines proselitistas (...).
(...) En el contexto actual, Cambiemos tiene una limitación fáctica: el hecho de que el programa del FMI contiene una política monetaria contractiva, que impide la posibilidad de emitir pesos y busca alcanzar la meta de déficit fiscal primario cero. En un contexto de máxima volatilidad cambiaria y financiera, sin posibilidad de tomar deuda y sin margenn de acción por parte del Banco Central, es escenario es limitado. Cualquier modificación de las tarifas energéticas se traslada, inevitablemente, a precios, sin capacidad de atenuar el impacto dado el recorte de subsidios. Se presenta, en suma, un torniquete considerablemente restrictivo, que obliga al gobierno a asumir costos de beneficios que no se verá en el corto plazo, con la promesa de beneficios intangibles de largo plazo.
Se parece a una sala de terapia intensiva; un paciente grave es sometido a un procedimiento quirúrgico a complejo. La crisis cambiaria, por sus características, exhibe la enorme fragilidad detrás de la desconfianza en el peso, un fenómeno que, instalado, resulta muy arduo de revertir. A pesar de una leve mejora hacia comienzos del tercer semestre de 2019, las consecuencias de la crisis económica son muy evidentes y la desconfianza de los inversores domésticos e internacionales no se limitan a la amenaza del retorno kirchnerista, sino a la capacidad del propio Macri de revertir la situación. Por eso, la inclusión de Pichetto fue tan celebrada.
En este sentido, es preciso preguntarse hasta qué punto solucionar la cuestión electoral ayuda a cerrar la brecha de confianza. Porque puede ocurrir que estas elecciones no contribuyan a resolver los problemas de fondo. Es decir, que al margen de la incertidumbre por el resultado mismo de las elecciones, se acumule y potencie la desconfianza en torno a qué puede suceder después. Dudas, por ejemplo, respecto de qué políticas públicas se van a aplicar y si se logrará superar o no la falta de acuerdos, la escasez de consensos. La Argentina genera dudas fundamentalmente en el plano político y electoral. Político, porque no se sabe si será posible sostener el extremo esfuerzo fiscal en los próximos años para cumplir con los compromisos de deuda. Y, precisamente, es lo electoral lo que produce esa inquietud, ante el riesgo efectivo de un triunfo opositor que implique una reversión autoritaria, incluyendo un nuevo default de la deuda. Esos interrogantes se amplifican aún más ya que el plan de austeridad impulsado por el gobierno es bastante resistido por la sociedad.
Se trata de una crisis singular, pues hasta ahora típicamente teníamos episodios recesivos relativamente cortos pero muy profundos, pero luego la economía se recuperaba bastante rápido. En cambio, la crisis económica de Cambiemos ya lleva bastante más de un año y la incertidumbre gira sobre cuándo va a finalizar. En este caso, el dolor es profundo y no se vislumbra una salida. Por lo tanto, existe fatiga en un segmento enorme de la sociedad respecto de esta crisis que la hace aún más difícil de manejar. Y a esto se le suma la dinámica propia del proceso electoral, con un gobierno que se quedó sin la posibilidad de prometer, porque fracasó tanto en predecir mejoras -segundo semestre, brotes verdes, etc.- y se quedó casi sin credibilidad frente a la sociedad. Eso limita aún más.
Las fuentes de límites son múltiples, son fácticas, son simbólicas y son políticas. Porque el gobierno que había prometido un cambio cultural se termina enredando en una crisis que muestra egoísmo, en donde nadie está dispuesto a ceder nada. Y ¿dónde está el cambio cultural? ¿La hipótesis era tan endeble que una crisis económica la puede desvanecer?
Por eso Macri no solo está devaluado sino que está pagando el costo de su hiperpresidencialismo. Por su estilo personalista de gestión, se encuentra solo como responsable de todos los problemas. Ambas cosas están correlacionadas. Está solo porque gobernó solo. Nunca buscó los consensos mínimos siendo un gobierno de minoría, como para poder aplicar las políticas que hubieran evitado esta crisis. Y aún más para poder sobrevivir políticamente pagó carísimo el costo de no haber acordado, sobre todo, con los gobernadores. Hoy tenemos provincias ricas y superavitarias y un Estado nacional endeudado y casi fundido como resultado de sus malas políticas.
Esta decadencia ya lleva casi 80 años de políticas públicas que son decididas de manera unilateral por alguien que llega a la Casa Rosada y se cree el dueño de todas las soluciones. El presidente lo expresó muy claramente en reiteradas oportunidades. Macri decía: "Gradualismo, no hay otra alternativa", y ahora dice: "Austeridad absoluta, no hay otra alternativa". Evidentemente, algún otro camino tiene que haber. La Argentina tiene problemas serios y estamos pasando una crisis muy severa. Esto no se arregla ni con alegatos, ni con metáforas de la oscuridad antes del amanecer, sino discutiendo políticas públicas, alternativas, opciones.
Hay en esta crisis, indudablemente, una situación que expone la debilidad argumental, estructural, ideológica y conceptual de Cambiemos como coalición, del PRO como partido y de Macri como líder. Por eso es tan dura y no solo se limita al incumbente, sino que además lo expone frente a una sociedad que, dadas las características del sistema hiperpresidencialista, refiere todo al presidente. En un momento de expansión es una situación negativa pero que no tiene consecuencias inmediatas, pero en un momento de recesión, como el que atraviesa el país, el impacto es muy duro, incrementando de manera innecesaria las dificultades para solucionar los problemas de fondo.

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