Incógnita: ¿Se puede morir por el Síndrome de Hubris?

La visión de Nelson Castro acerca de la personalidad de Cristina de Kirchner y el diagnóstico que el periodista lanzó en su editorial ("sindrome de Hubris") ha generado un gran revuelo en la Argentina, sobre todo en las redes sociales. Y resulta que la visión de Castro ha sabido reproducirse en otros casos, como en la Venezuela de Hugo Chávez. Es sabido que el mandatario venezolano murió aislado de la gente y en medio de un círculo cerrado que él mismo construyó, como si su propio "síndrome de Hubris" lo hubiera consumido junto al cáncer.


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) - Las características del síndrome de Hubris diagnosticado por el periodista y neurólogo Nelson Castro a la presidente Argentina, Cristina de Kirchner, parecen marcar un camino descendente que puede bien llevar a la tragedia si no se tiene en cuenta un tratamiento adecuado.
 
Salvando las distancias, que no son tantas, Cristina de Kirchner, parece encontrarse encerrada en una visión limitada de su propia realidad, rodeada de obsecuentes que no hacen más que alimentarla en su desbocada carrera hacia la autoafirmación, sin importar si de esa visión depende el destino del país entero. Algún que otro ejemplo se ha visto ya en la región. 
 
Es el caso del populista Hugo Chávez, quien a raíz de su propio síndrome, terminó encontrando la muerte encerrado en su propia visión omnipotente del mundo y sólo rodeado de un círculo íntimo. El mandatario venezolano, tan del pueblo en sus discursos públicos, encontró el fin de su vida de la manera más privada y aislada.
 
Así lo reflejaba en un acertado análisis sobre la situación de Hugo Chávez, Sofía Montenegro enEl Confidencial, de Nicaragua, a principios de Marzo de este año y cualquier posible semejanza con la situación que vive Cristina de Kirchner (exceptuando la enfermedad que aquejaba al bolivariano), podría no ser tan casual como el kirchnerismo estaría dispuesto a admitir:
 
"La inverosímil conferencia de prensa de Nicolás Maduro con la tesis de un “ataque científico” detrás del cáncer del presidente de Venezuela ha sido interpretada como el último capítulo sobre la rocambolesca vida de ese personaje llamado Hugo Chávez. El designado para ocupar la “sede vacante” del trono bolivariano lució desconcertado, balbuceante y huérfano ante la sombra de Chávez cuya muerte fue anunciada un par de horas después.  Tal vez no puede ser de otra forma puesto que toda la historia reciente de Venezuela sólo ha tenido a Chávez como actor único, que terminó por encontrar su némesis en una enfermedad terminal.
 
El historiador mexicano Enrique Krauze, en su libro Redentores (2011) dice que el papel que Chávez se forjó para sí está calcado de la doctrina de Thomas Carlyle, condensada en su obra De los héroes y el culto de los héroes (1841), donde “profetizó y legitimó el poder carismático en el siglo XX, el mismo poder que Chávez representa con brillo inigualado en el siglo XXI”.  Carlyle pensaba que las revoluciones necesitan del héroe para darle nuevo sentido a la vida colectiva y que el “gran hombre”, el “jefe de hombres”, es una encarnación de lo divino y un inspirado texto de la Sagrada Escritura en la historia política. En esta perspectiva, el héroe no es un protagonista más ni una consecuencia de la historia, si no su causa. Con semejante misión divina, se considera libre de obligaciones humanas, con los abusos y consecuencias que eso conlleva.
 
De ahí que el exceso (hubris) fuese la regla del héroe según los antiguos griegos, puesto que le daba el placer de mostrarse superior. Esto duraría hasta que encontrara a Némesis, la diosa de la retribución, que representaba un castigo considerado moralmente correcto y plenamente merecido. Como el héroe homérico que ha querido ser, Chávez tuvo una carrera “hubrística”, siguiendo un curso parecido al que se muestra en el drama: el héroe gana gloria y aclamación al lograr un éxito improbable; la experiencia se le va a la cabeza y comienza a tratar a los mortales ordinarios con desdén y él se cree capaz de cualquier cosa; al transgredir la condición humana e imaginarse superior y con poderes semejantes al de los dioses, malinterpreta la realidad y comete errores y finalmente, la realidad lo castiga.
 
En la actualidad se le llama “síndrome de hubris” a un desorden de personalidad adquirido que a veces se manifiesta cuando un líder está en el poder. De acuerdo a David Owen, de los 14 síntomas conductuales en un jefe de gobierno que pueden indicar el síndrome, Chávez los tenía casi todos, entre los más importantes:
 
1. Una propensión narcisista a ver el mundo como una arena en la cual pueden ejercer poder y buscar gloria, más que un lugar con problemas que necesitan abordarse de manera pragmática y no auto-referenciada.
 
2. Una manera mesiánica de hablar sobre lo que están haciendo y tendencia a la exaltación.
 
3. Una identificación de ellos mismos con el Estado al extremo que ven los intereses de los dos como idénticos.
 
4. Exagerada auto-creencia rayana en un sentido de omnipotencia, en lo que personalmente pueden lograr.
 
5. Creencia que en vez de rendir cuentas al mundo, los colegas o la opinión pública, la única corte a la que responden es mucho más grande: Dios o la historia y la firme convicción que en esa corte serán absueltos o reivindicados.
 
Fue por hubris que Chávez, “inyectado de adrenalina histórica” al decir de Krauze, se diera “el derecho a la ubicuidad, la omnipresencia, la omnipotencia y la propiedad privada de los bienes públicos; a disponer de ellos (en particular del petróleo) con absoluta discrecionalidad, como si fueran su patrimonio”, pero además de pretender reelegirse las veces que quisiera. Por eso tampoco creía ni en la democracia, ni en las instituciones, ni en las libertades ni la crítica, catalogando desde su militarismo a todo adversario como “enemigo”.
 
Por hubris también se creyó invencible al cáncer y neciamente se postuló de nuevo para las elecciones presidenciales en lugar de ceder el lugar a un nuevo líder que permitiera hacer el cambio sin sobresaltos y con legitimidad. Su “heroicidad” y vanidad lo hizo desatender las recomendaciones de sus médicos.  Como ser superior, único e indispensable, creó un régimen personalista y de obediencia ciega, en una atmósfera de deferencia y jerarquía ante el “comandante-en-jefe” de parte de hombres comunes que sólo sabían devolverle su imagen agigantada. En esa atmósfera de omnipotencia es improbable que alguien se hubiese atrevido a llevarle la contraria. Chávez ya estaba aislado de la realidad desde mucho antes que lo encerraran en la clínica en Cuba.
 
Chávez de manera típicamente “hubrística” no consideró los inconvenientes y resultados no deseados de su concentración de poder ni de su propia mortalidad, dejando a Venezuela y al sucesor designado al último minuto en un tremendo predicado. Chávez murió antes de tomar posesión y Maduro quedó en el aire: no es vicepresidente, nadie le ha votado y tiene hermanos competidores en la fratría chavista y en la acera de enfrente. Si hay alguien que atentó contra la “revolución bolivariana” fue el propio Chávez, no  una “conspiración” foránea, tuitera y mediática, como dijo Maduro. Dado que Chávez es el alfa y omega de la revolución, entonces ésta acaba de terminar junto con  él. En realidad, murió de hubris".

Comentarios

Entradas populares