La Trinidad: El ego argentino al palo, aunque ahora falta el país

Ahora falta... tener un país que funcione, contenga a todos y goce del reconocimiento de quienes son sus 3 símbolos globales: el papa Francisco, Lionel Messi y Máxima de Orange Nassau. Curiosamente, provienen de un país que se encuentra cada vez más alejado del mundo que reconoce a esos 3 íconos. Que menosprecia el statu-quo en el que ellos destacan, demostrando que es posible hacerlo. Que no valoriza el esfuerzo individual, meritocracia en la que han destacado, superando obstáculos diferentes pero difíciles. La revista Semana, de Bogotá se preguntó: "¿Qué tienen los argentinos que han puesto su bandera en el mejor equipo del mundo, el Vaticano y hasta en el Palacio Real de Ámsterdam?". Sin duda, motivos de orgullo, pero también de interrogantes. Probablemente, alguna vez, la Trinidad pueda ser acompañada, además, por un país que se encuentre entre los mejores del mundo... (El texto colombiano se reproduce porque, en definitiva, siempre es mejor que lo diga otro y uno. No vayan a decir que, además, los argentinos no tenemos abuela...)



La Trinidad argentina... si además tuvieran un país que ofreciera el contexto...

BOGOTÁ (Semana). Los argentinos han sido objeto de innumerables chistes por cuenta de su ego desmedido, ahora con Leonel Messi, cuatro veces balón de oro, el papa Francisco, el primer latinoamericano y jesuita en ser la cabeza de la Iglesia católica y Máxima Zorreguieta, recientemente coronada reina de Holanda, parecen tener más razones que nunca para llenarse de orgullo. Estas tres figuras se suman a  la larga lista encabezada por Carlos Gardel, Evita Perón, Maradona y Ernesto ‘Che’ Guevara, por mencionar sólo algunos.
 
La Pulga silenciosa
 
Cuando Lionel Messi no está jugando, prefiere dormir. Se aburre si no tiene un balón cerca y nunca habla más de la cuenta.
 
Lionel Messi es impredecible en la cancha. Se mueve tan rápido que parece que lleva el balón atado al pie y deja bizco a todo el que intenta adivinar su siguiente jugada. Pero fuera del campo es solo un joven apegado a la rutina, que todos los días toma una larga siesta después de cada entrenamiento. Su vida es tan tranquila que difícilmente protagoniza los titulares por algún exceso diferente al de su pasión por la pelota. 
 
De hecho, quienes alguna vez lo han entrevistado coinciden en que es muy difícil sacarle algo revelador. Hace poco Time le dedicó su portada y el periodista que habló con él admitió que fue casi imposible ir más allá de sus declaraciones sobre fútbol. 
 
Aun así, y consciente de esa fama de tímido, Leonardo Faccio, editor asociado de la revista Etiqueta Negra, aceptó el reto de escribir un perfil que mostrara el lado más personal del delantero del Barcelona. 
 
"La prensa deportiva tiende a deshumanizar a los futbolistas con su mezcla de épica y exitismo -explicó Faccio a SEMANA-. A mí, en cambio, me interesaba saber con qué se divierte el chico que entretiene a millones de personas en el mundo". Para eso, no solo tardó nueve meses en conseguir una cita de 15 minutos con el astro argentino, sino que también se reunió con familiares, amigos de infancia y compañeros de equipo que le ayudaron a descifrar los silencios de La Pulga. 
 
Entre las anécdotas que Faccio incluye en ‘Messi. El chico que siempre llegaba tarde (y ahora es el primero)’ hay una en particular que explica en buena medida el título de la obra. Según le contó el cocinero de la Masía -la escuela-internado de las categorías inferiores del Barça-, Messi solía sentarse a comer de último porque los puestos más apartados quedaban cerca del futbolín. Así, cuando acababa, siempre tenía ventaja sobre los demás niños. 
 
Messi no se engancha fácilmente. Empezó a leer la novela ‘Saber perder’, un regalo de Pep Guardiola, el ex director técnico del azulgrana, pero nunca llegó a la última página. Series tan populares como Lost, Prison Break o El cartel de los sapos tampoco lograron volverlo teleadicto. 
 
"Él encuentra diversión en ciertas actividades, pero si estas no le dan la posibilidad de controlar el desenlace, tarde o temprano lo terminan aburriendo y las abandona -dice Faccio-. Es por eso que la siesta es el eje de su rutina. Si bien el sueño es una exigencia para que los deportistas recuperen fuerza, en su caso funciona como un antídoto muy eficaz contra el aburrimiento". 
 
Juan Sebastián Verón da fe de ello en el libro, pues le tocó compartir la habitación con el genio rosarino en el Mundial de Sudáfrica 2010: "Si lo dejás, duerme hasta las diez, once de la mañana, y, además, hace la siesta (...) Yo me levantaba, hacía ruido y el tipo nada. Pero nada". Ese ritmo lento y perezoso le viene desde pequeño. 
 
Una vez, durante una actividad escolar, se disfrazó de caracol porque era el animal que mejor se acomodaba a su personalidad. Toda una paradoja: el veloz y diminuto crack se parece a un molusco cuando no está en la grama. "La mayoría de las estrellas de fútbol son los mismos dentro y fuera del campo de juego. El andar con el pecho afuera de Maradona, la elegancia de Zidane, la sonrisa de Ronaldinho...Pero Messi presenta esa dualidad", explica el autor, quien admite que a la familia no le gustaron algunas partes del texto. "Messi todavía no puede ver su pasado con perspectiva crítica. Su carrera fue tan maratónica que a veces nos olvidamos de que solo tiene 25 años".
 
Francisco el hombre
 
Amigo de los pobres, acusado de colaborar con la dictadura. Crítico social, pero conservador doctrinario.
 
Jorge Bergoglio, el bonaerense escogido para ocupar el trono de San Pedro está acostumbrado a ser el primero en todo. No solo lo fue en sus estudios y en su carrera eclesiástica. Es el primer papa no europeo, el primero latinoamericano, el primero jesuita, el primero que eligió el nombre de Francisco. Seguramente también quiere ser el primer papa de una nueva era de la Iglesia. 
 
Aunque el Papa Francisco es el primero latinoamericano, sus padres son italianos, siendo así, el cónclave no soltó del todo la tradición de un pontífice europeo. Bergoglio es socio y fanático del club de fútbol San Lorenzo de Almagro, el equipo que tiene los colores azul y rojo de la virgen de la cual es fiel devoto. 
 
Quienes lo conocen dicen que es un hombre austero, un sacerdote comprometido con las causas sociales, de posiciones doctrinarias firmes y temple de acero, que llama permanentemente a la conciliación, pero que despierta duras polémicas. 
 
Su elección marca un hito para América Latina, hoy desprovista de líderes carismáticos, el continente que reúne a la mayor población católica del planeta, 501 millones de personas, el 42 por ciento del total, pero donde la Iglesia viene en franco retroceso. 
 
Un 21 de septiembre, día de la primavera, cuando todos los jóvenes salen a celebrar, Bergoglio, de 17 años, se fue a confesar y allí descubrió su vocación, pero solo cuatro años después decidió ingresar al seminario de los jesuitas. A esa edad pasó tres días entre la vida y la muerte por una grave pulmonía que lo llevó a perder la parte superior del pulmón derecho. 
 
Se licenció en Teología y Filosofía en el Colegio Máximo de San Miguel y a los 33 años se ordenó sacerdote, fue profesor de literatura y psicología durante muchos años, en 1973 fue electo provincial de los jesuitas, cargo que mantuvo durante seis años, después fue rector del Colegio Máximo y de las Facultades de Filosofía y Teología. Fue designado obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992, nombrado arzobispo en 1998, en 2001 llegó a cardenal. En 2004 fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal, cargo para el cual fue reelecto en 2007, y en 2005, en el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger, fue el segundo cardenal más votado. 
 
Habla varios idiomas, es fanático de Jorge Luis Borges y de Dostoyevski, nunca acepta una invitación a almorzar ni a cenar, salvo en los barrios pobres, se acuesta temprano, se levanta a las cuatro de la mañana, duerme una siesta de 50 minutos y trabaja todo el día. Como arzobispo usaba personalmente una máquina de escribir eléctrica porque no maneja la computadora, llevaba su propia agenda, hacía sus llamadas telefónicas, nunca se iba de vacaciones y viajaba a Roma en clase turista. 
 
Francisco ha apoyado personalmente la lucha contra la trata de personas, la drogadicción y la esclavitud laboral. Bergoglio se considera peronista, y su actuación durante la dictadura militar (1976-1983) ha sido controvertida. 
 
En 2010, Bergoglio debió declarar como testigo ante la Justicia por el secuestro de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes hacían trabajo social en una villa del barrio de Flores y fueron secuestrados y torturados en mayo de 1976, cuando él era provincial de la Compañía de Jesús. Bergoglio negó haberles quitado la protección de su orden, y aseguró que incluso vio dos veces al general Jorge Videla y dos veces al almirante Emilio Massera para pedir por los sacerdotes, que aparecieron cinco meses después. 
 
Bergoglio no es hombre discreto cuando de discrepar se trata. Se opuso vehementemente a la Ley de Matrimonio Igualitario. “Es la pretensión destructiva del plan de Dios”, sentenció, aunque no dijo nada cuando el intendente de Buenos Aires, Mauricio Macri, autorizó la unión civil de personas del mismo sexo. También se opuso a la despenalización del aborto, que se discutía en el Congreso argentino, siguiendo la posición oficial de la Iglesia. 
 
La principal tarea que Francisco deberá enfrentar es el retroceso del catolicismo en el continente, que según cifras del Consejo Episcopal Latinoamericano, perdió 20 por ciento de sus fieles en las últimas décadas, y en Argentina, donde el porcentaje de católicos cayó al 76,5 por ciento en 2008, cuando era del 90,5 por ciento en 1960. Francisco deberá hacer volver al rebaño a esos millones que se alejaron de la iglesia por sus posiciones conservadoras. 
 
Por eso, uno de los lemas que Francisco repite con más frecuencia es la necesidad de pasar de una Iglesia “reguladora de la fe”, a una “transmisora y facilitadora de la fe” y “salir al encuentro de la gente”. Lo que parece claro es que, dados sus antecedentes y su personalidad, ese será el camino eclesial de los próximos años.
 
La reina argentina
 
Máxima Zorreguieta, nacida en Buenos Aires, se convirtió en la nueva reina de Holanda. Este es su cuento de hadas que, como todos, tiene su lado oscuro.
 
En 1978 una niña regordeta de 7 años con una bandera argentina gritaba en medio del bullicio general: “¡El que no salte es un holandés!”. Ese 25 de junio, Argentina derrotó a la naranja mecánica en el Mundial de Fútbol. Paradójicamente, 35 años después, esa pequeña se convirtió en Máxima de Holanda, la primera latinoamericana en llegar al más alto escalón de la realeza europea. 
 
Esta anécdota aparece en una biografía no oficial de la princesa de la Casa de Orange-Nassau. Este 30 de abril “la holandesa nacida en Argentina”, como ella misma se define, obtuvo el título de reina consorte, pues su esposo, Guillermo Alejandro, recibió el trono de su madre Beatriz, quien abdicó hace pocos meses. 
 
Máxima Zorreguieta no tuvo una infancia de princesa ni una llena de hollín como la Cenicienta. Viene de una familia de clase media con aspiraciones. Sus padres enviaron a sus hijos a los colegios más caros, aunque no pudieran pagar el comedor escolar y, de hecho, todavía viven en un apartamento de 120 metros cuadrados en Barrio Norte, Buenos Aires. 
 
La niña no terminó la primaria con las mejores notas. Durante la secundaria le gustaba fumar y se peleaba con su mamá como la mayoría de las adolescentes. En sus estudios de Economía en la Universidad Católica pocas veces sacó un diez, y terminó la carrera de noche pues ya había empezado a trabajar. Pero más adelante, su brillante desempeño profesional la condujo a un destino inesperado. 
 
En 1996, con el título de economista en el bolsillo, Máxima se fue a probar suerte en Nueva York, y las cosas le salieron mejor de lo que nunca hubiera imaginado. Empezó a trabajar en el banco HSBC, de donde pasó a un conocido fondo de inversión y después al Deutsche Bank. Fue una carrera fulgurante pero corta, pues en 1999 una amiga le presentó a Guillermo. Máxima, que vivía con su novio de entonces, sucumbió al encanto del príncipe. 
 
Guillermo no se preocupó demasiado por los antecedentes de su futuro suegro. Cuando los periodistas le preguntaron si habían hablado sobre su papel en la dictadura, contestó: “Él me dijo que se había enterado de tres desaparecidos que después regresaron. ¿Cómo iba a saber él que otra gente jamás volvería”. 
 
El Parlamento aprobó la boda a condición de que Jorge Zorreguieta no participara. El 2 de febrero de 2002, Máxima lloró en la ceremonia al escuchar Adiós Nonino, el tango de Astor Piazzolla, que sonó en honor a su papá ausente. 
 
Después vinieron sus tres hijas –Catalina Amelia, Alejandra y Ariadna– y sus tareas como princesa, por las que cobró en 2008 un salario anual de 890.000 euros, ya que Máxima tuvo que firmar un acuerdo prenupcial de separación de bienes. 
 
Ahora como representante de la casa de Orange, se ha empeñado en borrar las manchas negras de su familia y en darle una imagen más jovial a la monarquía, lo que le ganó el corazón de los holandeses. 
 
La princesa recibió a Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, que buscan a sus hijos desaparecidos durante la dictadura; dirige una comisión para la participación de las mujeres de minorías étnicas; es asesora del secretario general de las Naciones Unidas en los temas de Finanzas Inclusivas para el Desarrollo; y encabeza una asociación de lucha contra la pobreza y otra para ayudar a los jóvenes con problemas de aprendizaje. 
 
No todo ha sido un idilio con el pueblo. Hace pocos años provocó muchas críticas cuando dijo que “el ser holandés no existe”, al referirse a la multiplicidad de nacionalidades que viven en el país. En plena crisis mundial, la pareja real también tuvo que suspender la compra de una casa de verano en Mozambique mediante una cuenta en un paraíso fiscal, pero luego adquirió una mansión en una isla griega por 4,5 millones de euros, y una estancia en la Patagonia por 1 millón.

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