Monumento al fracaso

El frente interno del Gobierno se agrieta día tras día. Es producto de las tensiones internas de larga data –imposible no tenerlas en un conglomerado humano que no dialoga entre sí y que ve conspiraciones por doquier– que se ven incrementadas por los sinsabores que depara la realidad. Quien paga las consecuencias es la sociedad, que termina siendo la víctima principal de los enormes disparates cometidos durante buena parte de la “década ganada”, con la que el “relato” supuestamente revolucionario del Gobierno pretende ocultar desaguisados y fracasos.


Por Nelson Castro 

El paro del miércoles por la tarde decretado por La Fraternidad fue salvaje. Es un gremio que responde al kirchnerismo. Omar Maturano, su secretario general, es un hombre cercano al ministro de Planificación, Julio De Vido. Tal vez por ello –e insólitamente– el jueves por la tarde De Vido debió aclarar por medio de un comunicado que compartía todas las decisiones referidas al servicio de trenes tomadas por el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo. De Vido quedó políticamente herido después de la tragedia de Once. A Randazzo le ha pasado lo mismo después del choque de trenes en Castelar. Más allá de sus peleas internas, ambos ministros han coincidido en la misma estrategia: echarles la culpa a los maquinistas. Poner cámaras en la cabina del motorman es una medida de seguridad atendible. Sin embargo, pensar que es la solución para el problema causado por el desastroso estado de la red ferroviaria es lo mismo que querer tapar el sol con una mano.
Al Gobierno se le ha complicado el panorama gremial. La presencia de Héctor Daer en la lista de Sergio Massa dejó boquiabiertos a varios dentro del oficialismo. Daer había sido muy crítico de la gestión de Hugo Moyano y por ello se ilusionó con que la actitud de la Presidenta cambiaría con la CGT oficialista. Creyó que habría diálogo y que se encararían con seriedad algunos de los problemas que carcomen el bolsillo de los trabajadores. Esa es la consecuencia de un combo que ha hecho eclosión en estos días: la inflación y la falta de adecuación del mal llamado mínimo no imponible. A Daer no le llevó mucho tiempo decepcionarse. Esa misma decepción la comparten muchos que están más cerca de irse que de quedarse en la organización que encabeza Antonio Caló.
Por su parte, Moyano avanza ayudado por la realidad. El medio aguinaldo de los afiliados al sindicato de camioneros y a otros gremios se lo habrá de llevar la AFIP. No hace falta explicar nada para entender la bronca que eso genera. El paro del lunes es su consecuencia. “A Néstor nunca se le habría ocurrido soltarle la mano a Hugo”, señalaba el viernes con cierta angustia una voz del oficialismo que supo tener buen trato con el líder de los camioneros.
Una de las alarmas que sonó fuerte el pasado fin de semana fue la de las elecciones para legisladores provinciales en Misiones. Si bien el triunfo se lo llevó el kirchnerismo, las cifras marcaron una pérdida de votos notable. Preocupado y enojado, el gobernador Maurice Closs no dudó en salir a echarle culpa, entre otros, al ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Norberto Yahuar, por no haber girado las partidas del Fondo Especial del Tabaco. Lo que Closs no evaluó adecuadamente es que nada de lo que se decide en ese ministerio se hace sin el previo consentimiento de la Presidenta.
En la provincia de Buenos Aires el panorama electoral se presenta complicado para el Gobierno. La confección de la lista de ese distrito clave ha dejado muchas heridas. La figura de Martín Insaurralde entusiasma poco y a pocos. 
“Necesitamos a Scioli más que nunca”, reconoció una voz del kirchnerismo cuyos sentimientos hacia el gobernador están lejos del afecto. Lo cierto es que el mandatario provincial también deberá luchar por la supervivencia de su proyecto político, es decir, sus aspiraciones presidenciales. En verdad, está entre la espada y la pared. Una victoria de Massa significará el fin de ese proyecto; pero un triunfo del Frente para la Victoria no le asegurará nada. En el kirchnerismo a Scioli no se lo quiere.
El Cedin debutó con poco éxito. Ni siquiera hubo el efecto de marketing para generar alguna burbuja a las que el Gobierno es afecto. Varios banqueros ya han avisado que en cuanto husmeen que lo blanqueado está ligado a maniobras compatibles con el lavado de dinero presentarán ante la UIF el correspondiente Reporte de Operaciones Sospechosas (ROS). La decisión de los gobiernos de Macri, De la Sota y Bonfatti de cobrarles a los que blanqueen los impuestos adeudados es una piedra en el zapato para esta operatoria escandalosa de la cual el Gobierno tiene una necesidad imperiosa.
Mientras Guillermo Moreno hacía de las suyas –clausuraba supermercados por cinco horas, amenazaba a los acopiadores y productores de trigo e insultaba a dos colegas de Clarín– los precios no pararon de subir. En el mundo al revés que es la Argentina K, una plancha de ravioles cuesta ahora más que un kilo de asado. Las iniciativas del secretario de Comercio son ya un monumento al fracaso. Habrá más.
Propio de ese mundo al revés es también la delicada situación que se ha planteado con el nuevo comandante en jefe del Ejército, general de división César Milani. Oficial de inteligencia cercano a Nilda Garré, Milani fue motivo de mucha controversia al conocerse el Proyecto X de seguimiento político cuya autoría se le atribuye. Su discurso de aceptación del cargo en el Colegio Militar, donde fue el único de los nuevos comandantes que habló, cayó mal no sólo dentro de su fuerza. Su frase referida a que “las Fuerzas Armadas acompañen con renovadas ansias el proyecto nacional” hizo recordar a los memoriosos la postura del “profesionalismo integrado” sostenida por el general Alberto Numa Laplane en el gobierno de Isabel Perón. Las denuncias sobre la supuesta participación del general Milani en el nefasto Operativo Independencia exponen, una vez más, las contradicciones flagrantes de la Presidenta y su gobierno: por mucho menos, organizaciones kirchneristas con apoyo gubernamental han sometido a muchos otros a escraches, campañas de difamación, tribunales populares y “juicios éticos” con aires de “linchamiento” en las plazas de la República.
Producción periodística:Guido Baistrocchi.

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