Hacia el gran plebiscito de Cristina

Fue la Presidente de la Nación la que propuso, con sus decisiones, que los comicios de 2013 se refieran, básicamente, al plebiscito de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Por lo tanto, ella definió el escenario y todo lo demás parece accesorio, aunque no lo sea. El ego de la Presidente le jugó una mala pesada. Dar por real el microclima en que ella vive resulta un error descomunal. Y una oportunidad de ponerle final a la mal llamada "Década Ganada", explicó el autor, en su columna por Radio El Mundo:


"Cristina Fernández decidió, en el cierre de listas, plebiscitar su gobierno, por eso puso figuras de segundo y tercer orden en las cabezas de listas de los distritos más importantes. Ahora, que la estrategia oficial no está funcionando, la duda es quién pagará el costo político del error en lugar de la Presidente de la Nación. Parece difícil esta tarea. Sin embargo, en el universo kirchnerista, el “relato” se arma y desarma con displicencia. Quizás, se culpe a los llamados “multimedios hegemónicos”. También estarán como blanco las corporaciones que la Casa Rosada considera “destituyentes”. Como en Venezuela no faltará alguno que culpe a los Estados Unidos o a Europa. Pero nunca el Gobierno reconocerá que la elección de una mala estrategia electoral, la designación de Cesar Milani o el acuerdo con Chevron colaboraron."

por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Cuanto más se acerca el momento de votar en elecciones que Cristina Fernández y su entorno consideran claves para decidir su futuro en el poder, la Casa Rosada no deja de cometer errores o tomar medidas que desnudan las incoherencias del cristinismo talibán a la hora de solucionar los problemas que ellos mismos causaron luego de 10 años de gestión ignorando los efectos de las decisiones y anuncios que realizaron para sostener el“relato”, el “modelo” y el marketing político.
 
La lista es larga, pero el fracaso más absoluto del oficialismo, que ataca la médula de la supuesta “ideología kirchnerista”, tema que lo diferencia de todo el resto de las fuerzas políticas; es borrar con el codo lo que dijeron, hicieron y escribieron sobre derechos humanos durante toda una década en el Gobierno. 
 
La elección de Cesar Milani como comandante en Jefe del Ejército, reteniendo al mismo tiempo el control de la inteligencia militar, es un efecto directo de los fantasmas destituyentes que ve en su imaginación la Presidente de la Nación y sus fieles más cercanos y leales. Pero, también, es fruto de la pérdida de confianza de la Presidente de la Nación sobre la Gendarmería y la Prefectura, luego del levantamiento de ambas fuerzas de seguridad el año pasado por un justificado reclamo salarial.
 
Es grave que en toda acción política, palabra o reclamo de un líder opositor o de una corporación que no es fiel a la Casa Rosada, Cristina Fernández y su entorno despierte fantasías golpistas. Peor es haber pensado en la Gendarmería y la Prefectura como fuerzas de seguridad que le permitieran a la Casa Rosada mantener el control de la calle. Pero se entra en carriles del desvaría cuando se coloca al Ejército en un rol político, luego de 30 años de acciones para despolitizar las fuerzas armadas.
 
Desde el nombramiento de Cesar Milani, una durísima interna se abrió con el Servicio de Inteligencia, la ex SIDE; también hubo que limar asperezas con el Secretario de Seguridad, Sergio Berni; se tuvo que comenzar a negociar con las organizaciones de derechos humanos para que obvien el paso del militar por áreas sensibles durante la represión en los ´80 y se lanzó un proceso para desligarlo de las causas judiciales donde se encuentra involucrado. 
 
Todo este esfuerzo judicial y político nunca antes se hizo por otro militar en el kirchnerismo, lo que nos muestra la importancia que para Cristina Fernández tiene el nuevo Jefe del Ejercito. ¿Tendrá que ver esto con que Cesar Milani le dijo a la Presidente de la Nación que Sergio Massa se lanzaría como candidato por fuera del Frente para la Victoria, mientras el Servicio de Inteligencia se lo negaba en forma enfática? Los rumores de pasillo abundan y, casi siempre, tienen algo de verdad.
 
En el fondo, Cristina Fernández quiere que las  organizaciones de derechos humanos actúen igual que cualquier intendente o puntero político: cómo se las ha inundado de dinero y cedido poder durante la última década, deben hacer la vista gorda ante un posible “desliz” del Poder Ejecutivo. En el esquema cristinista, el dinero obliga a la amnesia y la castración.
 
¿Tanto necesita Cristina Fernández a César Milani como para romper con las organizaciones de derechos humanos que han sido sus mayores aliados políticos y legitimadores del mote“progresista” que tanto disfruta levantar todo el kirchnerismo mientras incrementan sus patrimonios, soportan acusaciones de corrupción y se mudan a Puerto Madero? 
 
La respuesta la tendremos en los próximos días, cuando se defina el estado deliberativo que hay hoy entre las propias entidades tras las que se escudó el Poder Ejecutivo durante 10 años.
 
Recordemos que en pleno escándalo de la ex Ciccone y las denuncias en contra del vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, la titular de Madres de Plaza de Mayo invitó a joven ex Ministro de Economía a hacer pizza en la ESMA. ¿Hará lo mismo Hebe de Bonafini con César Milani?
 
Chevrón es otra estaca en el corazón ideológico del cristinismo. Cuando todavía no se cumplieron dos años de la confiscación sin pago de las acciones de Repsol en YPF y de la votación de la Ley de Soberanía Hidrocarburífera, Cristina Fernández cede una parte de Vaca Muerta.
En el camino, Cristina Fernández violó: un decreto la misma Ley de Soberanía Hidrocarburífera que ella impulsó, lo escrito en la reforma de la Constitución de 1994 (de la que formó parte), la soberanía de Neuquén, otorgó 10 años más de concesión de lo que autoriza la legislación actual y los acuerdos de igualdad para los inversores firmado con 63 países. ¿Tanta es la necesidad de la Casa Rosada para aprobar un acuerdo con Chevron que puede ser derribado en la Justicia con muy poco esfuerzo?
 
Uno de los argumentos esgrimidos durante la confiscación de las acciones de Repsol en YPF era que, luego de esta decisión, lloverían las inversiones petroleras. No fue así. Se buscó un socio para la empresa renacionalizada y se fracasó más de 20 veces con otras tantas petroleras. El resultado fue que Repsol tendió alrededor de YPF una red de más de 15 causas judiciales, lo que frenó todos los planes del ViceMinistro de Economía, Axel Kicillof, impulsor de la confiscación.
 
¿Por qué a tres semanas de las PASO Cristina Fernández abre un flanco para la crítica opositora tan importante? Hay que realizar una lectura política del acuerdo. ¿Qué dice Chevron con su firma? Que espera que Cristina Fernández esté 5 años más en el poder, que en 2015 no haya recambio político y que el cepo cambiario se mantenga hasta 2017, cuando se podrán comenzar a girar utilidades al exterior.
 
No es menor que una petrolera como Chevrón apueste a que no habrá un gobierno de distinto color político a partir de 2015 que podría cambiar las condiciones de exploración y explotación hidrocarburífera en la Argentina. Y más si viene de una compañía estadounidense que sirve de modelo para otras grandes multinacionales.
 
Si bien el convenio establece una inversión de US$ 1.240 millones, ni un solo billete de los Estados Unidos ingresará en la Argentina, dado que YPF usará flujo de caja y financiamiento local y Chevron destinará las utilidades obtenidas en la Argentina que no puede girar a la casa matriz. De esta forma, Chevron logra obtener una salida para sus utilidades locales, pone un pié en el yacimiento más importante de la Argentina (ignorando los juicios y amenazas de Repsol), podrá colocar en sus balances las reservas del área que será explorada y podrá usar tecnología que intenta imponer en le exploración del resto Vaca Muerta, lo que permitirá potenciar regalías futuras. Todas jugadas ganadoras.
 
¿Es posible que el acuerdo con Chevron estimule el interés de otros jugadores del sector? Si bien es un tema que interesa a la Casa Rosada, lo importante es el mensaje político que emite el gigante petrolero a nivel internacional. Es un voto de confianza en medio de un proceso electoral complicado y una apuesta a la continuidad del cristinismo en el poder.
 
En la oposición nadie parece haberse percatado del mensaje político del pacto. Por eso el Gobierno aceptó cambiar las reglas que había impuesto al sector hace un año, violar la Ley de Soberanía Hidrocarburífera y la propiedad de Neuquén de sus reservas energéticas y todo con un decreto. El costo político local es mínimo, comparado con la ventaja ganada.
 
Néstor Kirchner decía que los del exterior no votan en las elecciones. Los votos, se ganan acá adentro. Por eso, sorprende que Cristina Fernández traicione los ideales kirchneristas en un momento electoral clave. Y más cuando una encuesta de Carlos Fara otorga a Sergio Massa una intención de voto de 37%, mientras Martin Insaurralde no perforar el 25 por ciento.
 
De esta forma, luego de 3 semanas de hacer campaña de la mano de Daniel Scioli, se confirmó que la buena imagen del Gobernador de Buenos Aires no se pudo transmitir hacia el intendente de Lomas de Zamora. Por eso, ahora, se volverá al plan original: colocar a Martín Insaurralde al lado de la Presidente de la Nación en cada acto que se haga y hacer todos los encuentros posibles en la Provincia de Buenos Aires para impulsar la candidatura y despertar al adormilado aparato clientelista bonaerense.
 
Cristina Fernández decidió, en el cierre de listas, plebiscitar su gobierno, por eso puso figuras de segundo y tercer orden en las cabezas de listas de los distritos más importantes. Ahora, que la estrategia oficial no está funcionando, la duda es quién pagará el costo político del error en lugar de la Presidente de la Nación. Parece difícil esta tarea.
 
Sin embargo, en el universo kirchnerista, el “relato” se arma y desarma con displicencia. Quizás, se culpe a los llamados “multimedios hegemónicos”. También estarán como blanco las corporaciones que la Casa Rosada considera “destituyentes”. Como en Venezuela no faltará alguno que culpe a los Estados Unidos o a Europa. Pero nunca el Gobierno reconocerá que la elección de una mala estrategia electoral, la designación de Cesar Milani o el acuerdo con Chevron colaboraron.
 
Cristina Fernández, alfa y omega del proyecto hegemónico kirchnerista, no puede tener la culpa de nada. Pero la realidad dice todo lo contrario. Desde que murió Néstor Kirchner, la Presidente de la Nación le quiso poner impronta propia a la gestión. Lo ha logrado. 
 
La confiscación de YPF, el cepo importador, el cepo cambiario, la virtual ruptura del acuerdo automotriz con Brasil, la escandalosa estatización de la ex Ciccone, la protección política a Amado Boudou, el ataque contra la Suprema Corte, el espantoso blanqueo de capitales, el derrumbe del “modelo energético”, la falta de trigo, la falta de harina, las trabas para viajar al exterior, el espurio acuerdo con Irán, pender de un hilo en el GAFI y la desaparición de las encuestas oficiales, entre otros temas, son obra de una sola persona. La misma que escapa a Colombia para no dar la cara en la Amia. La misma que salta y baila en un acto público. La misma que buscó plebiscitar su gestión.

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