La crisis global y su impacto argentino (2): Ojo con la alta inflación

Management & Fit Consultora profundizó su seguimiento de la macroeconomía local durante el 1er. semestre de 2010, destacando las condiciones internacionales imperantes. 3 cuestiones a considerar: (1) El crecimiento en economías emergentes sostiene altos precios de commodities y demanda robusta de productos agropecuarios (y sus derivados). (2) El fuerte rebote de la demanda interna brasilera incentiva la producción industrial local (en particular automotores). (3) El crecimiento “anémico” en economías desarrolladas mantiene las tasas de interés en niveles realmente bajos, lo que vuelve atractivos a los activos financieros locales y modera la salida de capitales. Pero...

| 02/08/2010 | 20:05


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Management & Fit). Ciertamente, los datos reflejan que la economía local se aprovecha de las ventajas que ofrece el contexto internacional.

La actividad industrial crece a buen ritmo en todos los sectores (entre 7% y 13% de aumento anual de acuerdo a estimaciones alternativas), llevando la capacidad instalada casi a plena utilización (75% de utilización a nivel general, 7% de aumento respecto a 2009).

Por su parte, las buenas condiciones climáticas permitieron una recuperación importante en la producción agrícola (cercana a los 90 millones de toneladas
entre cereales y oleaginosas, un 40% más que en la anterior campaña) y las perspectivas del complejo agroindustrial, en este sentido, son más que auspiciosas.

Cabe remarcar, no obstante, la excesiva dependencia de la soja en la producción agropecuaria (casi 60% del total), lo que vuelve el sector más vulnerable y volátil frente a shocks adversos (ya sea caída de precios o problemas climáticos).

La moderación en la salida de capitales incentiva, además, la demanda interna, ya que gran parte del dinero que se mantiene dentro de la economía local se vuelca al consumo frente a las dificultades de encontrar y/o acceder a inversiones de rendimiento positivo.

Todo ello ha llevado al cierre de la brecha de producto, cuya desviación respecto a la tendencia se produjo por la crisis internacional y la recesión local.

A pesar de que la “foto” global resulta positiva (sobre todo teniendo en cuenta un rebote global mayor al esperado), no hay consenso respecto a la evolución futura.

Podemos caracterizar, simplificando excesivamente, dos visiones: una más optimista, la del Fondo Monetario Internacional; y otra más pesimista, que se extiende entre diversos analistas y economistas de prestigio (entre ellos Nouriel Roubini y Paul Krugman).

Ambas perspectivas destacan la evolución reciente de la economía global pero, de cara al futuro, se enfocan sobre distintos aspectos.

En la presente newsletter, abordaremos estas cuestiones y sus posibles implicancias para Argentina.

Panorama positivo

Comenzando con la visión optimista, el FMI (en su World Economic Outlook de julio) afirma que la economía mundial se mantendrá en el sendero de recuperación, aunque con disparidad por regiones.

Para Europa, se estima una mejora gradual de las condiciones financieras y una coordinación de políticas que permitirá reconstruir la confianza en el sistema financiero.

Sin embargo, las proyecciones de crecimiento para la zona del euro son bajas (1% en 2010 y 1,3% en 2011) debido a que la consolidación fiscal no será completamente compensada por la depreciación del euro.

En Estados Unidos, el organismo espera un crecimiento del 3,3% en 2010 gracias al estímulo fiscal y medidas de estabilización financieras.

El débil crecimiento en las economías desarrolladas se contrapone con la excelente performance asiática, basada en exportaciones y demanda interna en ascenso.

Hasta ahora, la recuperación global, junto con el ciclo de inventarios, impulsó las ventas externas de la región, mientras que las robustas condiciones macroeconómicas permitieron sostener en buen nivel la demanda agregada, pese a la volatilidad financiera.

China e India, que traccionan la economía global, liderarán el crecimiento con proyecciones de 10,5% y 9,4% respectivamente para este año.

Las perspectivas para Latinoamérica también son positivas, con un crecimiento esperado cercano al 5% en 2010 debido a:

(i) precio de materias primas en niveles elevados (en relación al nivel histórico);

(ii) recuperación del comercio a nivel mundial;

(iii) fundamentos macroeconómicos internos sólidos, que sostienen la demanda interna y favorecen la entrada de capitales extranjeros.

El FMI estima que Brasil, la economía de mayor relevancia en la región, crezca más de 7% este año, tras haber caído apenas un 0,2% en 2009.

En cuanto a la evolución de la inflación, hay una marcada disparidad entre economías avanzadas y en desarrollo.

En los primeros se espera que la excesiva capacidad ociosa y expectativas del sector privado mantengan las presiones inflacionarias bajo control.

El organismo internacional proyecta que la inflación en este grupo de países se mantendrá en torno al 1,25% - 1,5% anual en 2010, aunque advierte la posibilidad de deflación en algunas economías producto del bajo crecimiento esperado.

Por el contrario, en economías emergentes, las perspectivas de fuerte crecimiento y de buenos precios de los commodities llevarán la inflación a 6,25% anual en 2010, lo que las pone en riesgo de recalentamiento.

Del informe del organismo se desprende un panorama favorable, aunque no todas son buenas noticias.

El FMI percibe ciertos riesgos en la evolución futura de la economía global, entre ellos:

(a) que el creciente riesgo soberano empeore las condiciones financieras y las expectativas;

(b) que el ajuste fiscal excesivo o pobremente planificado ahogue la demanda interna;

(c) incertidumbre sobre las reformas a la arquitectura financiera internacional;

(d) contagio de nuevas recesiones en economías desarrolladas.

Sin embargo, confían en que las respuestas a diversos shocks negativos permitan sortear los problemas y no comprometer el sendero de recuperación y crecimiento, que alcanzaría un 4,6% a nivel global en 2010.

Tormenta en el horizonte

En contraposición a la visión optimista del Fondo, economistas de prestigio (Nouriel Roubini y Paul Krugman, entre otros) se muestran más moderados, o lisa y llanamente pesimistas, en relación a la evolución futura de la economía mundial.

Los datos más recientes indican que la actividad global logró un pico durante el segundo trimestre del año, y se observan indicios de desaceleración (sobre todo en encuestas de producción industrial).

Para ellos, la visión del FMI es una buena “foto” del pasado reciente, pero la “película” no tendría final feliz.

¿Cuáles son las razones para tal escepticismo?

En Estados Unidos, sostienen que el fin del estímulo fiscal dejará a la economía sin su principal sostén, dado que el sector privado aún se encuentra en proceso de desapalancamiento, potenciado por un efecto riqueza negativo derivado de la caída en el precio de las viviendas y bajas expectativas a futuro.

Las dificultades de realizar política expansiva, ya sea monetaria o fiscal (*), permiten vislumbrar varios años de crecimiento débil, alto desempleo y peligrosa deflación.

Los datos parecen avalar esta visión: la economía norteamericana bajó su ritmo de crecimiento, al pasar de 3,7% anual en el primer trimestre a 2,4% en el segundo.

Si bien se observó una mejora en la inversión y las importaciones (lo que apunta a una mejora en la demanda privada), el crecimiento del consumo privado fue menor a lo esperado por el consenso de mercado.

Por su parte, el desempleo se mantiene en niveles históricamente elevados (9,5% en junio frente al 5,5% promedio de los últimos 15 años), a pesar de haber descendido marginalmente en los últimos meses (el pico fue 10,1% en octubre pasado).

En Europa, el alto endeudamiento público provocó un incremento en los spreads soberanos, caída de las expectativas y mayor aversión al riesgo.

Asimismo, en búsqueda de lograr y/o mantener credibilidad, las economías se han embarcado en un proceso de ajuste fiscal severo (de magnitud cercana al 0,5% del PBI europeo), a pesar de que los mercados financieros
observan disparidades en la evolución individual de cada país, que ameritan respuestas distintas (Grecia y Alemania resulta un buen contraste).

El impacto negativo de la consolidación fiscal podría compensarse con la devaluación del euro.

Sin embargo, la debilidad de la moneda no ayudará demasiado ya que una parte importante del comercio exterior se realiza con otras economías desarrolladas, tan anémicas como las europeas y que también intentan lograr un impulso exportador.

La combinación de los escenarios norteamericano y europeo sin dudas tendrá impacto sobre las economías emergentes.

China ya muestra signos de desaceleración en el crecimiento: la producción industrial decayó en junio y el sector de servicios también se debilitó.

De esta forma, el gigante asiático parece acusar el impacto negativo global y también los resultados de su propia política económica, que ha enfriado la economía para evitar el recalentamiento.

Tampoco puede esperarse que China se convierta en la fuente de demanda global (algo que aliviaría los problemas en el resto del mundo), ya que el superávit comercial se mantendrá de forma robusta en lo que resta de 2010.

En cuanto al resto de los emergentes, la desaceleración vendrá por la caída en los precios de los commodities, la reducción del comercio global y por la reversión en los flujos de capitales derivados de la mayor aversión al riesgo.

De particular interés para la economía local es lo que suceda en Brasil, donde también se han implementado medidas restrictivas para evitar el recalentamiento. Por otra parte, tampoco puede esperarse mucho más de India ya que el proceso inflacionario que experimenta (14% anual) llevará, tarde o temprano, al enfriamiento de la actividad.

Perspectivas

Ciertamente, estas perspectivas contrapuestas poseen consecuencias muy distintas para la economía local. La visión optimista es benigna para nuestro país dado que se mantendrían los fundamentos externos que explicaron parte de la buena performance durante la primera mitad del año.

Se observaría la continuidad de ciertas características actuales:

(1) Crecimiento importante, debido a la demanda internacional de commodities y productos industriales y a una demanda interna robusta.

(2) Alta inflación, debido a altos precios internacionales de alimentos, expectativas privadas en ascenso y una política monetaria acomodaticia.

(3) Dólar estable, gracias a la moderación en la salida de capitales y a la política del BCRA de mantener el tipo de cambio como única ancla nominal.

(4) Reducción gradual del superávit comercial, por la apreciación real sostenida (impactando sobre todo en el comercio de manufacturas).

(5) Gasto público creciente, por decisiones políticas (regulación de tarifas de servicios públicos y gasto electoral, de cara al 2011) y por inercia propia (salarios y movilidad jubilatoria).

Los riesgos para la economía local vienen, entonces, desde la visión pesimista, donde los problemas internacionales afectan los pilares que sostienen el esquema macroeconómico.

¿Qué puede ocurrir si realmente se da este escenario?:

(1) Desaceleración y/o recesión: menor demanda de bienes industriales por parte de Brasil y de commodities por parte de Asia provocarán una desaceleración fuerte, con su correlato sobre el desempleo. La salida de capitales también impactará negativamente.

(2) Alta inflación: a pesar de la caída en los precios de los commodities, la inflación inercial local y las expectativas del sector privado estimularán el alza de precios.

(3) Presión sobre el dólar: la aversión al riesgo y la salida de capitales presionarán el tipo de cambio al alza, movimiento que también será reclamado por sectores competidores con importados (en búsqueda de protección).

(4) Superávit comercial: depende principalmente de la evolución del dólar y de la imposición (o no) de mayores restricciones frente a la acumulación de bienes de exportación en otras economías emergentes, aunque probablemente se mantenga el saldo positivo.

(5) Problemas de financiamiento del gasto público: la reducción en la recaudación impositiva obligará al Estado a buscar financiamiento alternativo. Habrá mayores presiones sobre fuentes extraordinarias (ANSES, BCRA, BNA, entre otros) ante la negativa a tomar deuda externa.

Como se observa, la dinámica macroeconómica local resulta muy vulnerable a shocks externos.

Hasta ahora han sido positivos (con excepción de la crisis internacional), lo que se tradujo en una performance aceptable (aunque no descollante si se la compara con otros países de Latinoamérica).

El problema es que cualquier shock adverso puede empujar la macroeconomía fuera del fino sendero equilibrado que transita. Esperar que el viento sople a favor todos los días no es una opción aceptable ni conveniente para la economía.

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(*) La política monetaria convencional se encuentra impedida por la cercanía de la tasa de interés de referencia a cero.

En cuanto a la política fiscal, los impedimentos son dos:

(1) existe una necesidad en el mediano plazo para consolidar las cuentas públicas de manera para evitar una crisis de deuda;

(2) en el corto plazo, un nuevo paquete de estímulo no sería aprobado por el Congreso norteamericano que, además, podría quedar bajo control republicano en noviembre.

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