Cuando Héctor Timerman era el editor preferido de Massera

Es apasionante el relato de Juan Yofre en su libro 'Nadie Fue' acerca de cómo el vespertino La Tarde, que dirigía Héctor Timerman, fue clave en preparar el humor en ciertos sectores de opinión, para recibir de buen ánimo el golpe cívico-militar de 1976, al que adhería con fervor Jacobo, el padre del flamante canciller kirchnerista. Aqui se reproduce el capítulo 10 del texto.

JUAN BAUTISTA YOFRE | 18/06/2010 | 22:11


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Nadie Fue). Mientras la crisis se profundizaba día a día, los equipos castrenses preparaban las carpetas del futuro gobierno. Por el Ejército conversaban Carlos Dalla Tea, Llamil Reston y Miguel Mallea Gil. Una suerte de gabinete en las sombras. Cada área una carpeta.

Más tarde descubrirían que la crisis era mucho más honda de lo que sugerían las carpetas, por lo tanto no les servían[1]. También discutían el futuro esquema de poder: la Junta Militar por sobre el presidente, sus poderes y limitaciones.

En un país en llamas, pasaron horas interminables para discernir el ceremonial y protocolo: si la Junta debía estar adelante o en la misma fila del presidente, en los futuros Tedéum o actos protocolares. la formación de la CAL (Comisión de Asesoramiento Legislativo, que se constituyó en el edificio del Congreso de la Nación).

# Equipos de Compatibilización Interfuerzas (ECI)

En el Ejército el equipo trabajó bajo la conducción del coronel Miguel Mallea Gil, quien a su vez informaba al secretario general de la fuerza, general Osvaldo Azpitarte.

A comienzos de 1976, como consecuencia del fallecimiento del comandante del Cuerpo I, general de división Rodolfo Cánepa, Carlos Suarez Mason pasó al Cuerpo I[2] y Azpitarte lo reemplazó en el comando de Bahía Blanca, por esa razón el general Carlos Dalla Tea asumió como secretario general del Estado Mayor del Ejército. Dalla Tea era un viejo conocido para el peronismo desde los tiempos en que fue Agregado militar en Madrid cuando Perón vivía en Puerta de Hierro.

Junto con Mallea Gil trabajaron seis o siete altos oficiales, entre otros los coroneles Carlos Cerdá, Bernardo Menéndez y Aguado Benítez. Eran ellos los encargados de llevar el día a día de la carta de situación, consultar las opiniones de la dirigencia política, sindical y empresaria y analizar las distintas variantes que se presentaban a la crisis de esos días. Trabajaron sobre cinco variantes, de menor a mayor. La Variante V (en clave “VV”) era la más extrema porque contemplaba la toma del poder. Cuando se agotaron los plazos, de este grupo salió la redacción de la proclama del golpe.[3]

Sin embargo, la carpeta más importante no estaba redactada. ¿Qué hacer con la economía? ¿Y el plan? Esa es la diferencia más importante entre el proceso militar chileno y el argentino, al margen de las distintas características personales (importantes por cierto) entre los generales Augusto Pinochet Ugarte y Jorge Rafael Videla.

Los marinos chilenos comenzaron a elaborar una plan económico—con la ayuda de economistas y empresarios—en agosto de 1972. Se fijaron un plazo de noventa días, pero recién lograron “El Ladrillo[4]” (el diseño del plan económico) seis meses antes del golpe, del martes 11 de septiembre de 1973. Gran parte de la planificación descansó sobre las espaldas del almirante José Toribio Merino, jefe de la base naval Valparaíso, la más importante de Chile y todos coinciden en señalar que el general Augusto Pinochet Ugarte se impuso de la situación en la tarde del domingo 9 de setiembre de 1973[5]. Apenas dos días antes.

En la Argentina no fue así. Los jefes militares eran prisioneros de la misma desorientación que el resto de la dirigencia. ¿Por qué no habrían de serlo? Si al final, eran argentinos y dirigentes. ¿O vamos a pensar que nacieron en Finlandia o en Canadá? Los equipos militares tomaron “examen” a varios economistas. Bernardo Grinspun, el respetado Félix de Elizalde[6], Alvaro Alsogaray, Horacio García Belsunce, Rogelio Frigerio, Lorenzo Sigaut y José Alfredo Martínez de Hoz, entre varios. Una sola limitación se les puso a los expositores: las respuestas tenían que ser “pragmáticas, gradualistas”[7].

El Ejército no tenía daba espacio para la ortodoxia, frente a la guerra que libraba contra el terrorismo. ¿Los candidatos formaban parte de la conspiración? Puede afirmarse que no. ¿Por qué? Muy simple: eran consultas, lo que no quería decir que formaron parte de la conspiración.

En Chile, por el contrario, sí.[8] Y, además, muchos de los consultados ocuparían cargos en el Estado[9]. Cuando el equipo que habría de diseñar el plan económico se fue conformando, se estableció una consigna: “Botar a Allende no cuesta nada. Lo importante es qué hacer con el gobierno; cómo solucionar los problemas económicos”.

Cuando Martínez de Hoz fue llamado a exponer su visión de la situación fue a escasas semanas del 24 de marzo de 1976. Hasta ese entonces no tenía ni idea de lo que sucedía, detalladamente, en la Argentina: estaba en un safari de 40 días en Kenya, África, invitado con muchos meses de antelación por Arturo Acevedo, accionista mayor de Acindar.

Los militares se ocuparon de buscarlo y encontrarlo. Una noche, a través de un “contacto” en Nairobi, le hicieron llegar un mensajero: “Vuelva urgente a Buenos Aires. La urgencia no guarda relación con la salud de su padre.” [10]

El “contacto”, en pocas horas, informó a sus superiores el día y la hora de su llegada a Ezeiza. Al día siguiente fue invitado a la residencia del comandante general de la Armada, en avenida del Libertador y Ocampo, donde los esperaban los comandantes generales. Como los jefes militares no tenían formación económica preguntaron poco.

En cada reunión, un oficial de menor jerarquía tomó “apuntes” a la ligera[11].

Las notas, además, revelan el estado de confusión que reinaba en las propias mentes de los comandantes: “Le pedimos disculpas por el llamado tan urgente. Usted es el último de una larga lista de entrevistados. Necesitamos conocer su opinión sobre la situación económica para ofrecer un asesoramiento al Poder Ejecutivo. Díganos cuál sería el plan económico que las Fuerzas Armadas pueden ofrecer a la Presidente" [12].

José Alfredo “Joe” Martínez de Hoz expuso su pensamiento cerca de 3 horas (en las “notas” no se observan preguntas). El “apuntador calificado” garabateó conceptos: inflación, su crecimiento es geométrico “llegará a niveles nunca conocidos en la Argentina.” Hay una cesación de pagos no declarada. Existen reservas de libre disponibilidad para pagar solo un día de importaciones.

A tenor de la exposición, el estado de la economía argentina era explosiva. Algo que se sentía y sabía con la simple lectura de los diarios. Vencido el tiempo, Videla solicitó que su exposición la entregara cuanto antes por escrito. En persona o a través de un amigo (el general Miatello).

De todas formas, la información no sería completa si no se dijera que las Fuerzas Armadas (especialmente la Armada y el Ejército) tenían en su poder trabajos sectoriales, “monografías”, solicitados a especialistas en diferentes materias. Sin constituir una usina del golpe, bien puede agregarse que los miembros del denominado “Grupo Perriaux”[13] elevaron lo que se les solicitó de manera radial.

Es decir, algunos no estaban enterados de los que hacían los otros. Después de múltiples consultas, dos fueron los señalados para mantener encuentros personalísimos.

Uno fue Martínez de Hoz. El otro, más tarde, fue descartado por la Armada por presentar una irregularidad familiar. Lo que, tristemente, se conocería como S.I.F. (situación irregular familiar). Era divorciado. Quien lo objetó era el menos indicado para hacerlo.

De todas maneras, la sensación que existe, después de varias consultas, es que Martínez de Hoz no supo hasta escasos días antes del 24 de marzo que iba a ser el Ministro de Economía. Ni siquiera tuvo tiempo de pensar quiénes iban a conformar su equipo de colaboradores. Un ejemplo importante: la designación del presidente del Banco Central – una pieza clave para el diseño de un plan económico y financiero – se conoció varios días después del golpe.

El banquero Luis “Pibe” Otero Monsegur no quiso aceptar. Ya había trabajado en el Estado en la gestión del ex presidente José María Guido y no quiso dejar la presidencia de su banco.

- “¿Por qué no lo llamás a Adolfo Diz?”, aconsejó Juan Aleman.

- “Llamálo”, fue la respuesta de Martínez de Hoz.

Adolfo Diz estaba trabajando en el Centro de Estudios Monetarios de América latina (CEMLA), en México.

Lo llamaron, aceptó y vino al país. “¿Usted cree que Diz sabía algo? ¿Qué conocía a los jefes militares?”, fue la respuesta de un ex colaborador de Martínez de Hoz[14]. Otro dato: “Ricardo Arriazu, que esperaba desempeñarse como secretario de Coordinación Económica del ministro Emilio Mondelli apareció con Martínez de Hoz.”

- ¿Y las carpetas?

- “No había carpetas”.

# Almuerzo en la calle Parera. Las usinas informativas. Facciones en pugna. Candidatos ministeriales.

Era dueño de todo el edificio de departamentos de la cortada de Parera casi esquina Quintana, pero Carlos Manuel Muñiz se reservó para sí el último duplex.

En la primera planta el hall de entrada, con un pequeño salón a la izquierda donde colgaba un Picasso y una mesa donde se destacaban fotos con marcos de plata que se cambiaban de acuerdo a su humor y a las visitas que recibiera.

Luego el living con las paredes tapizadas con seda bordó, cargadas de cuadros “horribles”, según su gran adversario el ex canciller brasileño Antonio Azeredo Da Silveira[15], firmados por prestigiosos pintores argentinos (donde se destacaba un enorme Forte). El paisaje se completaba con pesados cortinados y alfombras persas.

Después el comedor donde resaltaba un altar de plata del Alto Perú, recuerdo de su paso por la embajada en Bolivia (1956-1959). Una escalera conducía a su escritorio privado, su gran habitación y los aposentos de sus hermanas “Kika” y “Beba".

Carlos recibía mucho y bien con la inestimable atención de Jorge que hacía de mucamo y conductor de su viejo automóvil. No improvisaba, y manejaba como pocos el ceremonial aprendido en más de dos décadas de diplomacia.[16] Era amigo de sus amigos y a los que no los trataba con indiferencia. Se caracterizaba por no hablar mal de nadie, una virtud poco común en el Río de la Plata.

El lunes 15 de marzo tuvo un almuerzo singular, con importantes invitados. Robert Hill, José Alfredo Martínez de Hoz, Oscar Camilion y los generales retirados Alcides “El Pibe” López Aufranc y Mariano Jaime de Nevares. Como establecía su orden de prioridades, en ese almuerzo se sirvió “val au vent”.

Para ser sincero con el lector, debo aclarar que todos los presentes poseían un alto nivel de información. A través de sus contactos y amistades sabían de lo que se hablaba en los altos niveles de las Fuerzas Armadas, pero la verdad es que incidían muy poco (salvo Martínez de Hoz en sus temas técnicos). Como decía Muñiz en esos días “hay que escuchar y no hablar”.

En el caso de Muñiz, como la gran mayoría, entendía que el gobierno de Isabel Perón conducía a la catástrofe, pero no esperaba demasiado del gobierno militar que se avecinaba. Conocía de lo que se trataba. “Estos muchachos, no sé qué van a hacer Juan Bautista”, decía a manera de confidencia. Por lo pronto, tenía un serio rechazo por el almirante Massera.

Los comentarios eran un fiel reflejo de lo que se hablaba en esos días en Buenos Aires. Se trató del “golpe inminente” y las distintas posiciones dentro de las Fuerzas Armadas. Ese era el tema: la falta de “coherencia (cohesión) interna” que se observó en la última reunión de altos mandos del Ejército en Campo de Mayo (los “duros” luego se retiraron para seguir deliberando en un departamento en Capital Federal). Uno de los presentes habló de los ataques al general Roberto Eduardo Viola de parte de algunos generales.

Mientras Hill escuchaba, sin opinar, otro de los presentes relató lo que había escuchado de boca de un almirante respecto de la última reunión del almirantazgo de la semana anterior: En esa época el almirante Emilio Eduardo Massera era considerado un “duro” –o la jugaba de “duro”—y en esa cumbre de almirantes se había hablado de “instaurar el paredón” y fusilar a (Héctor J. Cámpora y al teniente general (RE) Alejandro Agustín Lanusse.[17]

Muñiz se quedó espantado con la información. No era hombre de recetas contundentes y, además, tenía un sano y reiterado respeto por Lanusse.

Otro consideró oportuno comentar que los ministros Mondelli y Ares se habían entrevistado con el ex presidente Arturo Frondizi y “le ofrecen la conducción económica”. En esa reunión Mondelli comentó que “no hay golpe por la falta de coherencia militar". Se tiraron dos nombres para el futuro gabinete: Martínez de Hoz para Economía y Carlos Floria en Educación (no fue nombrado y los anónimos militares que se repartían en los cuarteles lo catalogaban de “marxista”). Hill dijo que “no existen problemas con los Estados Unidos” (se entendió, frente a lo que se venía), aunque sus cables al Departamento de Estado sostenían otra cosa.

# Consejos que llegan de Chile.

A la reunión de mandos de Campo de Mayo[18] asistieron por la mañana la mayoría de los generales. Se escucharon distintas exposiciones en las que hablaron, inclusive, algunos teniente coroneles y coroneles sobre las distintas “operaciones” del “Día D”.

Luego por la tarde se reunieron algunos generales para continuar evaluando las operaciones y la situación existente. Los trascendidos hablaban de una dura lucha entre facciones y que los “duros” (Menéndez y Díaz Bessone) se habían impuesto sobre Viola (y que Jorge Rafael Videla no había estado presente). Se analizaba el retiro de Viola y de Carlos Dalla Tea (otros sostenían lo contrario).

Ya para ese día se sabía que la Armada ocuparía la cartera de Bienestar Social y que el general (RE) Ibérico Saint Jean sería interventor de la provincia de Buenos Aires. Se hablaba de ofrecimientos a integrar la próxima Corte Suprema de Justicia de la Nación a los doctores Videla Escalada, Morillo, Cichero y Bidart Campos. Se decía que Isabel Perón se iría al exterior y que se cerrarían las fronteras para que no se escapen algunos funcionarios de su gobierno.

Uno de los temas que se analizaron en esos días fue un consejo que llegó de los altos mandos chilenos al general Cesáreo Cardozo (ex Agregado Militar en Santiago de Chile), en ese momento director de la Escuela Superior de Guerra: Nada de castigos públicos, la comunidad internacional no aguantaría y serían criticados por el Vaticano. No se soportarían escenas similares al Estado Nacional de Santiago de Chile en setiembre de 1973.

“Boquilla” hablaba siempre con tono de confidencia, apenas se lo escuchaba. “Boquilla” era su seudónimo cuando hablaba por teléfono. Estaba muy cerca de la Fuerza Aérea. El miércoles17 de marzo dejaba trascender que el golpe “ha sufrido una postergación como resultado de ciertas objeciones realizadas en la reunión de mandos” del Ejército.

Aunque el día anterior se “hicieron prácticas de operaciones en bases aeronáuticas”. Para “Boquilla”, Martínez de Hoz había aceptado el Ministerio de Economía (el día anterior una fuente castrense dijo que se ocuparía de “renegociar la deuda externa” pero no aseguró que sería ministro). La Fuerza Aérea tenía dos candidatos para Educación: Dardo Perez Guilou y Basilio Serrano.

Según el informante, (Deolindo Felipe) Bittel le dijo al “Chino” Balbín que “esto está acabado” (se refería al gobierno de Isabel Perón). Y que existían dudas sobre qué hacer con la Presidente. O la enviaban al exterior o la detenían y procesaban.

El miércoles 17 de marzo, Lorenzo Miguel organizó un asado en Rutasol (campo de esparcimiento de la UOM), para homenajear a Isabel Perón y las nuevas autoridades del justicialismo, elegidas en el Teatro Cervantes. Isabel no asistió y concurrió poca gente. En otro lugar, el mismo día, el diputado peronista Luis Sobrino Aranda renunció a su banca y dijo: “El proceso político argentino está agotado.” Otros dirigentes no pensaban lo mismo.

Esa mañana del miércoles, Balbín se entrevistó con Lorenzo Miguel para estudiar un eventual acuerdo político. Y en su casa de Flores, el ministro Miguel Unamuno recibió a los radicales Antonio Tróccoli (jefe del bloque de diputados), Juan Carlos Pugliese y Rubén Rabanal. Los peronistas insistieron con la intervención a la provincia de Buenos Aires porque culpaban a Calabró de alentar los cotidianos paros laborales. Los radicales volvieron a rechazarla.

“El programa común, el cronograma electoral, la convocatoria a una asamblea multisectorial y otros elementos...se fueron dilucidando a los largo de la misma reunión.” [19] Después de dos encuentros entre Balbín y Bittel (entre el jueves 18 y viernes 19 de marzo) se concretó una reunión multipartidaria.

Además del justicialismo y radicalismo, asistieron los partidos Comunista, Intransigente, Revolucionario Cristiano y los socialistas populares. En la ocasión, se convino la convocatoria a una asamblea multipartidaria para que elaborara un plan económico y social, a través de una comisión legislativa. ¿Cómo podían ponerse de acuerdo pensamientos tan encontrados? Días más tarde, (el 22) los economistas radicales mas relevantes rechazaron prestarse a colaborar. Entre otros, Alfredo Concepción, Félix Elizalde y Enrique García Vázquez. Carlos Perette se limitó a recordar que “el radicalismo es y será una fuerza opositora” y que “no existen pactos, acuerdos palaciegos o cogobiernos con el oficialismo”.

“El reloj de las Fuerzas Armadas se encuentra detenido en una cuenta regresiva hacia la adopción de una medida extrema”, afirmó el ministro de Defensa, Alberto Deheza, en una reunión con diputados de la Comisión de Labor Parlamentaria. También reveló que en una reciente reunión, el general Videla le confirmó que “las Fuerzas Armadas no tienen vocación de poder, pero se encuentran preparadas siempre para actuar ante una situación de caos generalizado o de vacío de poder”.

Luego, Deheza reveló que Videla le mostró su reloj y le dijo: “Está parado”, como dando a entender que no había ninguna cuenta regresiva. Antonio Tróccoli, jefe de la bancada radical, completó la opinión del titular de Defensa: “Si el gobierno no se rectifica pronto, el reloj del comandante comenzará a funcionar”. El dólar paralelo cotizó el 17 a la tarde en la banda de m$n 27.700 a m$n 28.200.

# “La Tarde”

El vespertino de la usina de la conspiración, dirigido por Héctor Timerman [20]. Nació una semana antes del golpe y terminó cuando falleció David Graiver, cinco meses más tarde.

El socio de Jacobo Timerman en el matutino “La Opinión”, Abrasha Rotenberg, relató en su libro “Historia Confidencial” que el vespertino “La Tarde” fue inspirado a principios de 1975 por un equipo que integraba junto a Jacobo Timerman, Luis Clur y Oscar Ruiz. Y de cerca lo observaba otro socio de Timerman, el financista David “Dudi” Graiver.

El modelo fue el alemán “Bild Zeitung”. Rotenberg relató que él pretendió dirigir el vespertino, pero que Timerman se negó. En su lugar fue nombrado Héctor Timerman tan sólo por llevar el apellido de su progenitor. Disconforme con esa decisión Rotenberg se alejó del proyecto: “Para mí ‘La Tarde’ ya no existe”, le dijo de manera terminante a su socio. Tiempo más tarde, frente al desorden que reinaba en la redacción y el desconcierto de sus contenidos, Rotenberg fue llamado y prestó su auxilio.

Entre varias criticas que le hizo al vespertino en ciernes, dijo que “La Tarde” “pecaba de un notorio divorcio entre las premisas teóricas que conformaban su filosofía y la manera de aplicarlas: era una suma de excelentes materiales en busca de un objetivo desconocido.” Ese fue el punto central, lo “desconocido”, porque Jacobo Timerman no se lo contó. Oficiales navales que rodeaban al almirante Emilio Eduardo Massera relataron que “La Tarde” nació el 16 de marzo de 1976 para crear el clima de lo que sobrevendría una semana más tarde, el golpe militar. “Lo apantalló” fue la respuesta mas directa.

Si se observan algunos de sus ejemplares – no resultó fácil encontrarlos, porque fue un fracaso y duró solamente cinco meses – se verá que se convirtió en una obscena usina del apoyo que Jacobo y su hijo Héctor Timerman, brindaron al “acontecimiento” castrense.

Así, el miércoles 17 de marzo, en su segundo número, todos los títulos de la tapa atizaron el clima caótico. Resaltaron el clima de la crisis. La palabra “golpe” esta en un recuadro de la tapa en el que se relata una anécdota del ministro de Defensa.

El título, a toda página: “Transportes: Alza y repudio popular”. Otro: “Se acentúa la falta de alimentos.”

“Argentina hoy: bombas, secuestros y carestía”, una radiografía perfecta de la realidad que años más tarde no es reconocida. También en la tapa figura un dibujo en el que se ve a cuatro individuos secuestrando a una persona, con el siguiente comentario: “Al principio, impresionaban. Luego, se sucedieron en tal escala que dejaron de ser novedad. Todos los días algún secuestro, sobrecogiendo el ánimo argentino.”

Junto a una foto en la que se ve a varias mujeres se lee: “Ola de atentados: anoche fueron 6 atentados en Barrio Norte. Antes, una salvaje demostración que mató y mutiló a militares y civiles. Las bombas son plato diario del nacional.” Otra foto, a dos columnas, retrata a una señora, acompañada de otras mujeres, bajo el titulo: “El país que dijo adiós al bife. La madre intenta explicar a sus hijos: no hay carne.” La central fue patética: como era el primer día de clase, mostró una serie de fotos de edificios escolares desvencijados, derruidos, por la falta de manutención estatal.

El ejemplar Nº 6 del lunes 22 de marzo de 1976 llevó en la tapa una volanta y un título catástrofe: “Un récord que duele: cada 5 horas asesinan a un argentino” y a renglón seguido “Terrorismo: sigue la escalada de crímenes.” Una gran foto del teniente general Jorge Rafael Videla, rascándose la punta de su bigote, ilustra el comentario que informa que junto a sus pares, el jefe del Ejército continua “analizando el desenlace de la crisis político-institucional que afecta a la republica.” Al lado de esa foto otro título: “Matan a Santillán.”

En la página 2, la habitual columna de Horacio de Dios tuvo un final angustiante. Luego de referirse a que “no sólo de elecciones vive la democracia” y a “la sangre que sigue corriendo a raudales” en el país, continúa: “La hiperinflación ha llegado a la violencia. Los records de asesinatos y bombas sólo pueden compararse a los alcanzados por los precios. Dos formas del terror que pueden convertir al cuarto oscuro en un espejismo de cartón pintado...”.

“Terrorismo: Se acentuó la escala asesina. Acuartelamiento de la policía bonaerense”, fue otro de los títulos de tapa en los días previos al miércoles 24.

El día del golpe, el vespertino tituló: “Prestó juramento la Junta Militar, para reorganizar a la Nación.”

Otro: “Videla denunció una campaña de difamación.” Y con letras mayores informaba sobre la “Vigencia de Derechos Humanos”.

Luego del golpe, en su ejemplar Nº 10, con fecha 26 de marzo de 1976, a toda página anunció: “Videla es Presidente.”

Una foto muestra a Jorge Rafael Videla con uniforme de verano haciendo el saludo militar con los ojos entreabiertos. No se sabe si la foto poco propicia era una crítica a lo que se vivía, o que ya había comenzado la tarea de desgaste a Videla por parte del almirante Emilio Eduardo Massera.

A una columna y con el titulo “Numerosos detenidos”, se publica el listado de los dirigentes justicialistas detenidos, llevados a los buques “Bahía Aguirre” y “Ciudad de Buenos Aires”. Para dar un poco de optimismo a los lectores se informa que existe “normal abastecimiento” en el país.

Adentro, en la página 4, se acentúa el optimismo: “Sorpresa, hay alimentos y a menor precio”.

La contratapa no tiene parangón. Tituló a cuatro columnas que “EE.UU. reconoció a la Junta y llega crédito del FMI”. Y el artículo siguiente, con foto, informó: “Phillipeaux detenido cuando fugaba”. Trata sobre el teniente coronel (R) Adolfo Phillipeaux, ex Secretario de Deportes, detenido cuando intentaba fugarse a Chile portando armas de guerra y 100 millones de pesos (el dólar paralelo se cotizaba a razón de 35.000 pesos por dólar). Muchos comunicados encontraban lugar en el vespertino.

También otros que informaban sobre “Ex diputados detenidos. Abal Medina dirige célula extremista”.

Lo que a todas luces era una gigantesca mentira.

A principios de agosto, “La Tarde” seleccionó cuatro ciudadanos “notables” para los argentinos: El general Antonio Domingo Bussi; monseñor Vicente Zazpe; el cardiólogo René Favaloro y el Ministro de Educación, Ricardo Bruera, simplemente por enaltecer los “objetivos y sentimientos comunes a todos los habitantes del país.”

El 7 de agosto de 1976, en un accidente de avión, murió “Dudy” Graiver, el socio capitalista de Jacobo Timerman. A lo pocos meses dejó de salir “La Tarde”. Y en abril de 1977 se destapó la conexión financiera entre la organización Montoneros con Graiver, en el que éste aparecía administrando fondos logrados a través de secuestros, robos y crímenes. Lo que dio en llamarse “el caso Graiver”.

El jueves 18 de marzo, el embajador Guillermo de la Plaza envió desde Uruguay el cable Nº 217 “Secreto” informando al canciller Raúl Quijano que en ocasión de la celebración del aniversario de la Fuerza Aérea uruguaya, el ministro del Interior, general Linares Brum le dijo en un aparte, confidencialmente, que su área recomendó a los medios locales “no difundir noticias e informaciones de la Argentina que carezcan (de la) necesaria prescindencia y mesura informativa. Me dijo (que el) proceso (de) nuestro país y sus características corresponden exclusivamente a (la) voluntad de los argentinos. Expresó además que el gobierno oriental no desea (que los) medios informativos locales se conviertan en factor de perturbación dentro (de las) actuales dificultades (de) nuestro país, entendiendo cumplir así su deber respecto (a) dos naciones fraternalmente vinculadas.”

El viernes 19 de marzo, Carlos Perette cumplió su rutina de las últimas semanas. El jefe del bloque de senadores radicales tenía una gran relación con los representantes de las Fuerzas Armadas en el parlamento. Con uno de ellos llegó a un acuerdo:

- “Mirá, le dijo, vos sabés que todos los viernes viajo a Entre Ríos a ver a mi madre y vuelvo los martes a la mañana. Te pido que si va a ocurrir algo el fin de semana me lo digas, así me quedo.” Y a continuación le hizo una pregunta que reiteraba desde algunas semanas antes: “¿Puedo viajar?”

- El oficial le preguntó: “¿Cuándo volvés?”. 

- “El martes a la mañana”, respondió Perette.

- “Si volvés el martes a la mañana, andá nomás. [21]”

# Una carrera contra reloj. Casildo Herreras huyó.

Testimonio de María Cristina Guzmán: conversación con el diputado Nicasio Sánchez Toranzo. La última oportunidad.[22]

El sábado 20 de marzo murieron asesinadas 16 personas en distintos lugares de las provincias de Buenos Aires, Mendoza y Santa Fe.[23] “Clarín”, del domingo 21, informó que “la intensidad de la crisis originó una febril carrera contra el reloj.”

El lunes 22 de marzo, después de más de dieciocho años de exilio, el empresario Jorge Antonio volvió a su país[24]. Horas más tarde, dio una conferencia de prensa en un hotel céntrico de Buenos Aires. El viejo amigo de Juan Domingo Perón dijo: “Si las Fuerzas Armadas vienen a poner orden, respeto y estabilidad, bienvenidas sean.” Señaló, entre los aplausos de los asistentes, que venía a sumarse al “movimiento nacional que necesita el país” y aseguró que “cuando se restablezca el orden habrá trabajo para todos.”

Explicó que su amigo Juan Domingo Perón había retornado en 1973 “...pero era un hombre mayor y enfermo y fue rodeado por una verdadera banda de delincuentes que se ocupó de intereses personales y de grupo”. Como era su costumbre, insistió en “la oferta de capitales árabes”. 

Finalizó diciendo que volvió cuando muchos “desean irse...cuando otros escapan.” Precisamente, la tapa de La Nación del martes 23 de marzo de 1976, informó que el dirigente Casildo Herreras, secretario general de la CGT, había viajado al Uruguay. Cuando el periodismo lo encontró, solo comentó “no se nada, me borré.” [25]

El 21 de marzo cayó domingo. El principal título de la tapa de “La Nación” fue: “Aniversario de Granaderos. Con una ceremonia se celebraron los 164 años de la unidad. Ante las autoridades civiles, diplomáticas y militares, el coronel Rodolfo Wehner despidió a los conscriptos de la clase 1954, dijo: “En pocos días más regresarán a la vida civil. Algunos de vosotros habéis tenido vuestro bautismo de fuego, con vuestros jefes, oficiales y suboficiales a la cabeza. Lamentablemente, vuestra lucha ha sido contra delincuentes que asesinan a mansalva e indiscriminadamente, pretendiendo que ésta sea una guerra en su acepción más pura, utilizando los procedimientos más viles.”

Desde el bloque de los partidos provinciales, planteamos el juicio político a Isabel Perón, en la convicción que era la única herramienta válida para poner en marcha los mecanismos institucionales y parar el golpe militar. La personificación del disloque político, económico y social que vivíamos, era la entonces presidenta. Su remoción y la asunción de Ítalo Luder era el camino que surgía de la propia Constitución Nacional.

Mantuvimos arduas conversaciones con todos los bloques. El radicalismo finalmente decidió acompañarnos. En el peronismo el grupo denominado “Mesa de Trabajo”, que era “semi disidente” del oficialismo, a través del diputado por Santa Fe, Luis Sobrino Aranda, me aseguró hasta el momento de sentarse en su banca que apoyarían pero cuando debió fijar posición en el recinto, se expresó por la negativa. "¿Qué pasó en ese corto lapso? Nunca lo supimos, en la impunidad de la charla de café se dicen y comprometen posiciones que luego no se sostienen por conveniencia o por temor. Cuanto nos hubiéramos ahorrado ..."

La otra salida era la renuncia de la Presidente. Los días previos al golpe, en el día de Granaderos, al acto oficial concurrimos los miembros de la Comisión de Defensa y las autoridades de ambas cámaras. El Diputado por Salta, Nicasio Sánchez Toranzo, presidía la Cámara de Diputados. Nos teníamos confianza y respeto.

En un momento nos apartamos a conversar y me pregunto si creía que había una forma de parar el golpe, y le dije “Vea Don Nicasio, ya fracaso el juicio político, sólo queda la renuncia de la señora y que Luder asuma. Los militares no harán nada si damos una solución institucional. Sin Isabel”. 

Don Nicasio, con su voz pausada , provinciana, firme, me expreso: “Yo hable con la señora pero no renunciará. Ella no advierte la seriedad de la situación. Por otra parte, Luder no quiere asumir, dice que no quiere que lo consideren un traidor al peronismo. Me temo que estamos perdidos”.

En el mismo momento en otra rueda de la misma reunión, el Cnel Whener, Jefe de Granaderos, decía que si ocurría algo cuando él tuviera a su cargo la custodia presidencial, asumiría su deber y defendería a la presidenta. Sin duda, la firmeza de este militar hizo que el día del golpe forzaran “elegantemente” a Isabel Perón para que saliera hacia Olivos en helicóptero. Esta fue la ultima reunión oficial antes del golpe.

Otro título de “La Nación” del 21 de marzo informó: “Doce personas asesinadas en el interior.” Luego, con foto y a tres columnas, se regocijaba con la “victoria de la Argentina ante la Unión Soviética”. En esa época, “La Nación” todavía no tenia un suplemento deportivo, por lo tanto se remite a la página 16 del cuerpo principal, agregando que Mario Kempes había sido el autor del gol de la victoria.

El equipo argentino conducido por César Luis Menotti se preparaba para el Mundial de 1978. Para “Clarín” el título a toda página de ese domingo fue: ”Se esperan definiciones a la crisis” y un copete que decía: “El deterioro económico social y la nueva y luctuosa escalada de violencia llevaron a la situación política a un punto límite”. En otro título, también a toda página, informó: “Asesinan a 16 personas”.

En la página 6 de la edición dominical, apareció Alvaro Alsogaray cuestionando la posibilidad de un golpe militar: “Nada sería más contrario a los intereses del país que precipitar en estos momentos un golpe. ¿Por qué habría un golpe de Estado de liberar a los dirigentes políticos de su culpabilidad? ¿Por qué transformarlos en mártires incomprendidos de la democracia, precisamente en el momento en que se verán obligados a declarar su gran fracaso?"

La sección Espectáculos informaba sobre el sepelio del director de cine Lucino Visconti , en Italia. “Los verdes están en el campo”, la obra que ofrecía Gerardo Sofovich en el Maipo, contaba con la participación de Norma y “Mimí” Pons, Javier Portales, Tristán y Mario Sánchez.

Para “La Opinión” el título principal fue: “(Carlos) Perette responsabilizó de la crisis al gobierno”.

En un recuadro titulado “Balance”, el matutino de Jacobo Timerman, informó que “en esta tercera semana de marzo, cada cinco horas un hombre era ultimado en algún lugar del país”.

“Reflexión” fue el título de otro recuadro, en el que se habló de la vida del Libertador José de San Martín y su lucha por la Independencia y dice en uno de sus párrafos: “Sólo ganando esa guerra se aseguraba a los argentinos lo que la política no había podido ni estaba en condiciones de darles: libertad y seguridad...llegó al país para la guerra, y se lanzó a la guerra sin prejuicios y timideces.” Está claro que miraba a José de San Martín pero hablaba del presente que se vivía, 72 horas antes del golpe militar.

El 22 de marzo de 1976 cayó día martes. Desde Córdoba, Francisco “Paco” Manrique pronosticó: “Aquí han quedado sólo dos alternativas. El triunfo de la guerrilla con un gobierno que prácticamente se está dando la mano con ella aunque parezcan enemigos, o lo que yo llamo la solución heroica, que es el pronunciamiento militar”.[26]

Un día insólito y violento: Néstor del Río, dirigente de la Asociación de Trabajadores No Docentes de la Universidad Nacional del Sur estuvo a punto de ser secuestrado en plena calle de Bahía Blanca. Lo salvó un grupo de vecinos de barrio Comahue, pero sin embargo tuvo que ser hospitalizado por las serias heridas que recibió.

El 21, un grupo de encapuchados entró al hospital, exigió a las enfermeras que le indicaran la habitación de Del Río y lo liquidaron de seis balazos con calibre 45, ante el pánico general. Mientras tanto se especuló en los medios que el Senado debia definir en el curso de la semana un proyecto de ley de Defensa Nacional que incluyera la pena de muerte, remitido por el Poder Ejecutivo.

Se hablaba de la dimisión de Isabel Martínez de Perón y, simultáneamente, de todo su gabinete. Otra versión sostenía que renunciarían los comandantes generales de las Fuerzas Armadas. Más voces sostenían que era inminente un pronunciamiento militar, e “informantes oficiosos” dejaban trascender que el Regimiento 6 de Infantería, de Mercedes, había dejado el cuartel “con rumbo desconocido”. El general (R) José Embrióni, intendente de Buenos Aires, presentó su renuncia a la presidente “para facilitar las decisiones que estime conveniente tomar”.

Nadie se la había solicitado, aunque después se supo que se debió a las fisuras creadas por los problemas de desabastecimiento y control de precios, aunque trascendió que sería designado embajador en España. Las casas de cambio no daban para sustos, se hablaba a voz en cuello de cesación de pagos y no entraban dólares por el mal desenvolvimiento del sector externo. El dólar llegó a m$n 29.000.

La revista brasileña “Veja” informó sobre un reciente acuerdo de consultas entre Brasil y los Estados Unidos. En el mismo artículo reveló pensamientos del secretario de Estado, Henry Kissinger: Si los Estados Unidos fomentasen una América latina fuerte y unida estaría cometiendo “suicidio” o una forma de “masoquismo”.

“La Opinión”, del 23 de marzo, tituló “Mañana se cumplen 90 días de la apelación de Videla” (en Tucumán).

”Es inminente el final. Todo esta dicho”, tituló la quinta edición de “La Razón”.

“Todo está dicho pero el país sigue...nada se termina ni nada empieza, es una marcha [27]”, respondió Balbín esa tarde cuando salió de la reunión multipartidaria.

“Desconcierto”. “Incertidumbre”. Son palabras que están en casi todos los diarios del 23 de marzo. Se hablaba de formar una comisión bicameral para conciliar un programa económico y social y el Congreso estaba casi deshabitado.

“No quedan ni los pungas” en la zona del Congreso, informó un matutino. La gran mayoría de los legisladores vaciaron sus escritorios, carpetas y retiraron sus heladeras portátiles.

-“¿Su impresión sobre la actualidad nacional, ministro Mondelli?”

- “¿De qué?”

- “De lo que se dice, de lo que está pasando, ministro.”

- “Y yo qué sé. Yo no soy militar. Yo he sido civil toda mi vida. Qué sé yo.”[28]

A esa altura del día, ya había desplazamientos de tropas por los alrededores de Buenos Aires. Todas las miradas confluían hacia las Fuerzas Armadas.

# El final: Los encuentros con los comandantes generales. “La perdiz cayó en el lazo.” Las últimas horas de Isabel Perón en la Casa Rosada.

“La crisis alentaba el golpe militar, que a su vez ahondaba la crisis en una clara relación acumulativa. No es que la amenaza de golpe provocó la crisis sino que los últimos vestigios de autoridad se diluían ante el anunciado golpe”, meditó José Alberto Deheza, ministro de Defensa, la tarde del lunes 22 de marzo de 1976.[29] Por lo tanto, al día siguiente les iba a pedir una clara definición a los comandantes generales.

A las 11 de la mañana del martes 23 se reunió con los jefes militares y les dijo: “Todos los diarios de la mañana coinciden en señalar que hoy es el día de las grandes decisiones, así también lo entiende el gobierno en cuyo nombre les pido una definición sobre la inminencia del golpe militar.” Luego, pasó a leerles un documento con sugerencias de las Fuerzas Armadas que el gobierno había recibido el 5 de enero pasado.[30] Los tres comandantes respondieron que el documento contenía sugerencias y no una exigencia de las FF.AA.

“Una minuta” contiene, además de las palabras del ministro, otras revelaciones. La respuesta que formuló, en nombre de los tres, el almirante Emilio Eduardo Massera: “Señor Ministro. Si usted nos dice que la señora presidente está afligida y acorralada por el gremialismo. Si, además, nos sondea para ver cómo podemos ayudarla. Nuestra respuesta es clara: El poder lo tienen ustedes. Si lo tienen úsenlo, si no que la señora presidente renuncie.”[31] La reunión se levantó y los comandantes se reunieron para deliberar en sus propios comandos.

El 23 de marzo de 1976 cayó un martes. Fue caluroso: la temperatura máxima marcó 29º. La palabra golpe era algo habitual, común, todo el mundo lo hablaba. Por ejemplo, en esas horas, el embajador de carrera Hugo Juan Gobbi[32] fue al bar “La Biela” para conversar con su amigo Rafael Andrés Perrotta, director de El Cronista Comercial.

Antes de que llegara su amigo, se encontró inesperadamente con Jacobo Timerman, de “La Opinión”, acompañado por su mujer y uno de sus hijos. En el corto diálogo, el director del matutino le anticipó: “Este golpe va a ser muy serio porque está muy influido por la Marina”. Gobbi, astuto, sólo le respondió: “Cuidado, la burguesía alemana también quería orden en 1933”.

# Los títulos de las tapas de los matutinos informaban:

- “La Nación”: “Aguárdanse decisiones en un clima de tensión”. En un recuadro se trataba el “éxodo sindical ante hechos imprevisibles”. “FF.AA.: Jornada de expectativa”. Bajo el título, “Fue asesinado el secretario de la FOTIA”, se informó del asesinato del dirigente tucumano Atilio R. Santillán. Tenía 41 años. Muchos años más tarde se conoció que el asesino fue el terrorista del ERP, “Ricardo”, “Pelado”, Enrique Haroldo Gorriarán Merlo. El escopetazo fatal fue disparado dentro de la boca. “Un paro de trenes por 48 horas” y “Grave y confuso tiroteo hubo en La Plata”, completaban la entrega.

- “La Opinión”, no le iba a la zaga. Con dramatismo tituló: “Una Argentina inerme ante la matanza”: “Desde el comienzo de marzo hasta ayer, las bandas extremistas asesinaron a 56 personas; desde el 1º de enero, a 152.

- “La Prensa”, citando estadísticas provenientes de las fuerzas de seguridad, señaló en la víspera que "el terrorismo ha causado 1.350 muertes desde el 25 de Mayo de 1973.” En un recuadro a dos columnas informó: “Mañana se cumplen 90 días de la apelación de Videla.” A tres columnas dijo: “La Presidente reunió al gabinete en su despacho.” También, a tres columnas, informó que había movimientos de tropas del Regimiento 7 de Infantería (La Plata) y de la Infantería de Marina. En la sección Economía, el diario pronosticó un récord mundial para la Argentina, en base a los resultados de estadísticas oficiales: 1.100 % de inflación para el año 1976.

-- “Inminencia de cambios en el país” tituló “Clarín”. “En La Plata, son rechazados varios ataques de extremistas”. Dos fotos de tapa dominaban la edición Nº 10.794: la de la esposa de Atilio Santillán, en estado de crisis, ante la noticia del asesinato de su esposo, y otra que muestra al director técnico de la selección argentina, José Luis Menotti, disputando una pelota con Trobbiani y Carrascosa en un entrenamiento antes del partido con Polonia.

-- El título del vespertino “La Razón” será el más recordado por los argentinos de esos días: “Es inminente el final. Todo está dicho.” Y lo seguía, “A última hora se acentuaba la impresión del desenlace”. A cuatro columnas: “’Me borré’, dijo Casildo Herreras en Montevideo, donde se halla en compañía de otros dirigentes”. Al pie de página relató: “10 extremistas muertos en La Plata”. En un clima de acentuado surrealismo, informó a 4 columnas: “Una madrugada para recordar. La Asamblea Multisectorial, muerta antes de nacer.”

En la contratapa, bajo el subtítulo, “Oído al pasar”, “La Razón” recordó que “lo malo, cuando a uno le confían un secreto, es que uno no sabe qué hacer con él. Por eso la mayoría se lo saca de encima enseguida.” El golpe de Estado en marcha no era un secreto.

El martes 23 de marzo de 1976, al mediodía, como todos los días, Radio Rivadavia emitió “De cara al país”, con los periodistas Mario Monteverde y José Gómez Fuentes. El invitado fue Francisco Paco Manrique. Cuando Monteverde le preguntó cómo veía al país, Manrique respondió: “Estamos asistiendo a las horas en que están echando a la pandilla.”

Ese mismo martes, “cerca de las 18 horas", contó Ricardo Fabris, en ese momento Director de Prensa de la Secretaría de Prensa y Difusión, "me llamaron desde México. Era del diario “Excelsior” para contarme que el título de tapa del día siguiente informaría sobre el golpe militar en la Argentina. Les dije que no sabía nada, es más usted esta hablando con un funcionario del gobierno de la Señora de Perón.” [33]

Cerca de las 19, Videla, Massera y Agosti se presentaron nuevamente en el despacho del titular de Defensa. Según Deheza, Videla dijo[34]: “Doctor, el país se encuentra en una grave crisis que lo tiene paralizado, como usted lo ha reconocido, y nos pide que las Fuerzas Armadas disipen toda posibilidad de golpe para que se encuentre una salida que el país exige con urgencia, pero debemos admitir para llegar a una solución, que la crisis es el resultado de un proceso en el que juegan múltiples factores que afectan a todas las instituciones.”

Volvieron a debatir en los mismos términos con que lo habían hecho a la mañana. Deheza, recordó en su memorias. “Fue entonces cuando los señores comandantes expresaron que en julio del año pasado se le había ofrecido a la señora presidente, por intermedio de Aníbal Demarco, a la sazón presidente de Loterías y Casinos y luego ministro de Bienestar Social, el apoyo de las tres Fuerzas Armadas para que el gobierno pudiera sortear la crisis que ya a puntaba con los acontecimientos que provocaron la caída de López Rega y que esa respuesta nunca fue contestada; por el contrario, el gobierno siguió sumando desconciertos hasta llegar a las circunstancias actuales. Los señores comandantes me darían la respuesta al día siguiente.”

Deheza pensó que al día siguiente seguirían discutiendo. No se dio cuenta que los términos de la conversación marcaban el punto final. De haber sido un funcionario en serio, de un gobierno serio, la única respuesta que cabía era “los únicos que no pueden renunciar son los presidentes.”[35]

La “minuta” revela, en un momento, el pensamiento de los comandantes luego de la cita con Deheza. “Cuando salimos, nos cruzamos al Edificio Libertador. Nos preguntamos ¿qué hacemos, mañana va a pasar lo mismo? De esta gente ya no se puede esperar nada. Los planes de la “Operación Aries” estaban terminados, lo mismo que las directivas “Bolsa” y “Perdiz”. Cuando llegamos al despacho de Videla nos comunicamos con el “Colorado” Fernández y le preguntamos ¿cómo está todo por allí? ‘Bien’, fue la respuesta del jefe de la Casa Militar de la Presidencia. Muy bien, dígale a la señora Presidente que por razones de seguridad viaje a Olivos en helicóptero". Era el mensaje que Fernández debía recibir para comenzar la operación de detención de Isabel Perón.

# Delirio

Mientras se sucedían los últimos momentos de Isabel Perón en la Presidencia de la Nación, a pocas cuadras de la casa de gobierno, más precisamente en el restaurante “Pipo” de Montevideo casi avenida Corrientes, un joven militante del partido Intransigente muy próximo a Oscar Alende concurría a una “cita telefónica” acordada con un alto jefe montonero. Se sentaron en una mesa del fondo, el terrorista fue al grano: “Tenemos las armas, tenemos la guita, tenemos la gente. Les vamos a ganar (a las Fuerzas Armadas), venite con nosotros”. El joven que escuchó estas palabras no aceptó el convite. Hoy es un reconocido encuestador y consultor de empresas.[36]

# Las horas y minutos finales de Isabel Perón en el poder. La “Operación Bolsa”.

En tanto, dentro de la Casa Rosada se mantenían múltiples reuniones. Como si transcurriera una película del alemán Bruno Ganz, mientras las tropas ya habían iniciado operaciones de despliegue cerca y dentro (“en algunos balcones”, según Ricardo Fabris) de la Casa Rosada, Isabel asistió a un ágape para festejar el cumpleaños de una secretaria. Con la asistencia celebró en forma ruidosa, se brindó, y cantó el “feliz cumpleaños”.

Luego la Presidente fue al comedor de la casa de gobierno, al que parsimoniosamente fueron acercándose Lorenzo Miguel, Osvaldo Papaleo, Miguel Unamuno, Néstor Carrasco y Amadeo Nolasco Genta.

A continuación se llevó a cabo la reunión más importante. Fue sin testigos entre la presidente y José Alberto Deheza, en la que el ministro le relató la conversación que terminaba de mantener con los comandantes generales. Deheza le hizo especial referencia a lo que había dicho Videla, en cuanto a la propuesta elevada a través de Aníbal Demarco. Isabel “no pudo contener su indignación”, no la conocía.

Entonces le pidió que los informara a los ministros, secretarios, políticos y sindicalistas que esperaban noticias. Lo primero que hizo al comenzar la reunión fue “preguntar al ministro Aníbal Demarco acerca de la veracidad de los afirmado por los comandantes en cuanto al apoyo ofrecido al gobierno en el mes de julio del año anterior. Me contesto que así había sido; y sin darle tiempo para pensar le inquirí la razón por la cual no comunicó a la señora presidente ese hecho de tanta significación político-institucional. El ministro Demarco encogió los hombros y sólo atinó a decir que la solución propuesta no le pareció atendible. Recordé en ese instante cuántas veces se torció el rumbo de la historia, de todo un pueblo o de un solo hombre, por un mensaje que llegó a tiempo o porque se perdió en el camino.”

El helicóptero tardó en llegar desde Olivos. Cuando lo hizo, Isabel Perón se dispuso a viajar. La despidieron en la en la azotea de la casa de gobierno algunos miembros de su custodia y dos o tres oficiales de granaderos. El capitán Jorge Tereso estaba entre ellos.

El helicóptero decoló, a la 0.50 del 24 de marzo de 1976, con la presidente; Julio González, su secretario privado; Rafael Luisi, jefe de la custodia personal; un joven oficial del Regimiento de Infantería Iº Patricios, el edecán de turno (teniente de fragata Antonio Diamante) y dos pilotos de la Fuerza Aérea. En pleno vuelo, el piloto más antiguo le dice a la Presidente que la máquina tenía un desperfecto y que necesitaba bajar en Aeroparque. Cuando bajan, Luissi observa un sospechoso movimiento de hombres e intenta manotear su pistola. “Quédese tranquilo”, le dijo la señora de Perón. Pese a las sospechas de Luissi, ella bajó y se encaminó hacia el interior de las oficinas del jefe de la Base. Cuando entró, las puertas se cerraron para los otros miembros de la delegación.

A la 1, aproximadamente, entraron al salón principal del edificio el general José Rogelio Villarreal, el almirante Pedro Santamaría y el brigadier Basilio Lami Dozo.
Villarreal: “Señora, las Fuerzas Armadas se han hecho cargo del poder político y usted ha sido destituida[37].”

Señora de Perón: “¿Me fusilarán?”

Villarreal: “No. Su integridad física está garantizada por las Fuerzas Armadas.”

Luego, ella se extendió en un largo parlamento. “Debe haber un error. Se llegó a un acuerdo con los tres comandantes. Podemos cerrar el Congreso. La CGT y las 62 me responden totalmente. El peronismo es mío. La oposición me apoya. Les doy a ustedes cuatro ministerios y los tres comandantes podrán acompañarme en la dura tarea de gobernar.”[38]

En un momento de la conversación, amenazó con que iban a “correr ríos de sangre” por el país a partir de su destitución, de la movilización de los sindicatos y de las manifestaciones populares. Dijo que las Fuerzas Armadas no iban a poder contener la protesta popular por su caída. Como toda respuesta, se le dijo:

“Señora, a usted le han dibujado un país ideal, un país que no existe”.[39]

En esos minutos, otro alto oficial se comunicó con los comandantes generales. Les pasó la contraseña: “La perdiz cayó en el lazo.” Isabel Martínez de Perón había sido detenida.

Mientras Isabel hablaba con los tres delegados militares, se mandó a buscar a “Rosarito” (la empleada que la acompañaba desde España) a Olivos. Previamente se le había ordenado que hiciera dos valijas con ropa para la señora. A la 1.50 un avión de la Fuerza Aérea partió con la ex presidente, en calidad de detenida, a Neuquén.

# Las peripecias de un joven diplomático.

En marzo de 1976, José María Castellanos era un joven diplomático destinado en la embajada argentina en Montevideo, Uruguay, con el rango de Secretario de Tercera.

Aproximadamente quince días antes del golpe, fue llamado telefónicamente de urgencia desde la Casa de Gobierno, por Julio González, el Secretario General de la Presidencia de Isabel Martínez de Perón, a quien no conocía. A las pocas horas se presentó ante Gonzalez quien le ordenó juntar cuanto antes todos los antecedentes posibles sobre la “bordaberrización” en Uruguay. Es decir, cómo un presidente constitucional como Juan María Bordaberry (1973-1976) cogobernaba con las Fuerzas Armadas.

En horas, con el conocimiento del Ministro de Defensa, José Alberto Deheza y de su embajador en Montevideo, Castellanos cumplió la orden que se le dio. Sus horas en la Casa Rosada lo convirtieron en mudo testigo de los últimos momentos de Isabel Perón como Presidenta de la Nación.

Cuando en la madrugada del 24 de marzo de 1976, Isabel partió en helicóptero de la Casa Rosada supuestamente a Olivos, para ser detenida en Aeroparque por una delegación militar, llevaba entre sus pertenencias su cartera y una carpeta con un trabajo sobre la “bordaberrización” uruguaya, que pensaba ofrecer como última instancia a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti.

La carpeta cayó en manos castrenses y al abrirse, en la primera página, se leía que en caso de mayores precisiones se llamara al Secretario José María Castellanos a un número telefónico de Montevideo. Su nombre y autoría del trabajo lo dejó fuera de la carrera diplomática que recién iniciaba. Nadie lo defendió.

Años más tarde supo la razón de su penuria de boca del propio Julio González.[40]

Cuando Isabel Perón se fue de la Rosada, comenzaron a salir todos los que momentos antes habían asistido a las reuniones con la presidente y el ministro de Defensa. Se produjeron escenas delirantes frente a los periodistas y algunos militantes que voceaban el nombre de Isabel. Quien más habló fue Lorenzo Miguel: “Mañana volveremos a encontrarnos con la presidente y el gabinete. Para mí todo esta normal. El gobierno no negocia....juéguense por nosotros; pagamos 2.10. No hay golpe.”

El gobernador del Chaco y vicepresidente 1º del justicialismo, Felipe Bittel le gritó a Osvaldo Papaleo (Secretario de Prensa de la Presidencia): "Chau papá, hasta mañana....Esto hay que festejarlo con champaña. Todo se ha disipado[41].”

Mientras se desarrollaban estos sucesos, en la Casa Rosada se cortaban las comunicaciones y fue ocupada por tropas militares. Juan Rey Romo (que tenía 76 años), “Romito” para los amigos, el que nunca abandonaba su charuto, alcanzó a comunicarse con “El Cronista Comercial”. Gritó: “Escuche, óigame bien jefe, ¡Empezó el golpe!”

Alfredo Bufano, de “La Prensa”, más vivo, pasó la información a Noticias Argentinas por walkie – talkie. Cerca de la una de la madrugada, Rodolfo Baltiérrez, ex embajador y periodista de “La Nación”, lo llamó al canciller Raúl Quijano. “Escuche la radio, van a pasar comunicados militares”[42], lo advirtió.

“Fui uno de los últimos en irme de la Casa Rosada porque me llamó Osvaldo Papaleo (Secretario de Prensa y Difusión) para ir al Ministerio de Trabajo donde se realizaría una reunión.” Los sindicalistas, en su gran mayoría, se fueron al edificio del Ministerio de Trabajo para reunirse con Miguel Unamuno. Pensaban hacer un plenario de las 62 Organizaciones. Concurrieron 40 de los 96 secretarios generales. Durante la reunión Lorenzo Miguel y Unamuno explicaron que se había acordado “una tregua de 24 horas” para resolver el problema institucional.

“Lo que tenemos que hacer es sacarlo a Julio... ese González ¿Me explico...no? Vos, ‘Miguelito’ (Unamuno), tenés que hablarle mañana temprano”, opinó el titular de la UOM.

Mientras conversaban, hubo un llamado del segundo de Papaleo, Ricardo Montero que tomó Fabris: “Aquí están cerrando las puertas los soldados…me parece que se acabó todo.” Después, entró Papaleo a la reunión, visiblemente nervioso, relatando que “algo pasa, la señora de Perón no llegó a Olivos.” Inmediatamente, cuando confirmaron la noticia de su detención, abandonaron desordenadamente el edificio. Lorenzo Miguel llegó a gritar: “Yo me voy. Declaren la huelga general.” [43]

En esos minutos comenzaba a desarrollarse la “Operación Bolsa”: La detención de varios dirigentes políticos y sindicales del peronismo, en Buenos Aires y el Interior (entre otros, Carlos Menem, Diego Ibáñez, Jorge Triacca, Antonio Cafiero, Norma López Rega, Raúl Lastiri, Rafael Cichello, Juan Labaké, José Alberto Deheza, Rogelio Papagno, Pedro D’Attoli, Lesio Romero, Miguel Unamuno, Pedro Arrigí, Guido Di Tella y otros funcionarios y dirigentes peronistas).

Si había uno que estaba en todas las listas, para ser detenido, ese era Rodolfo Juvencio Arce, el diputado bonaerense “ultraverticalista”. En los primeros momentos del golpe, un oficial se le acercó y le preguntó:

--- “¿Usted es Arce?”

--- “No, soy el veterinario”, respondió. Y logró sortear la situación.

Lorenzo Miguel tardó una semana en caer preso.[44] Raúl Lastiri y Norma López Rega abandonaron el departamento de la avenida Libertador 3450 a las 21.05. A las 03.15 de la madrugada del 24 de marzo de 1976 los fueron a buscar. El portero, Mario, no tenía las llaves del departamento. Entonces las forzaron. Finalmente, unas horas más tarde fueron detenidos en la casa del peluquero Miguel Romano, el mejor amigo de la pareja. Fue conducido, como muchos, al buque “33 Orientales” que estaba en el Apostadero Naval del puerto de Buenos Aires.[45]

La tapa de “La Nación” del 24 de marzo de 1976, muestra el desconcierto del momento. El título fue “Las Fuerzas Armadas asumen el poder: detúvose a la presidente.” Pero, en la misma tapa, se informaba: “Acordaron los partidos constituir la bicameral” (era para tratar un plan económico-social).

“El tan publicitado y esperado golpe militar tuvo lugar en la Argentina temprano esta mañana”, informó el subsecretario de Asuntos Latinoamericanos a Henry Kissinger. También, relató que la Junta Militar envió una carta a los Estados Unidos pidiendo el reconocimiento del nuevo gobierno.

“Los ciudadanos e intereses norteamericanos no parecen estar en peligro.” El embajador americano, Robert Hill, expresó en un cable que “este debe ser el golpe mejor planeado y más civilizado de la historia argentina”.

El embajador de la Unión Soviética se mostró preocupado en esas horas. El Alcalde de Moscú y miembro del Politburó estaba de visita en Buenos Aires y no podía viajar a su ciudad a participar en una reunión importante.

# Recuerdos de la madrugada del 24 de marzo de 1976 en Córdoba.

Córdoba “la rebelde”, como la llamaron los antiperonistas en 1955, o “la arrepentida” como la denominaron los peronistas años más tarde, fue uno de los centros de ebullición del terrorismo, en todos sus formatos. Desde Montoneros, pasando por las FAR, y el Ejército Revolucionario del Pueblo. Para la mayoría de los cordobeses, el 24 de marzo fue recibido con alivio y esperanza.

María del Carmen “Chichina” Ferreyra de Sánchez Bretón, con su testimonio que recrea el clima de la época, refleja estas sensaciones. “La Chichina”, como se la conoce mundialmente, tiene grandes cualidades. Gran esposa, mejor madre, inquieta historiadora[46], pero es por sobre todas las cosas una gran amiga. Lo puedo afirma con entera convicción. Está citada en innumerables libros por el simple hecho de haber sido en su juventud la novia de Ernesto Guevara de la Serna. Situación que ella finalizó a comienzos de 1953, según relató Jorge G. Castañeda en su biografía sobre el Che, “La vida en rojo”.

Por prudencia y respeto a José y a la misma “Chichina”, nunca hablamos de eso. Para qué si ella trasciende esa historia. Sin embargo, no puedo dejar de observar la ironía del destino de dos vidas que se separaron hace décadas, cuando todavía no estaban formadas. El 24 de marzo de 1976 mientras María del Carmen Ferreyra de Sánchez Bretón se alegraba por la llegada de las Fuerzas Armadas al poder, en la calle, en las sombras, los herederos del Che se preparaban para enfrentarlas.[47]

“Estábamos en “Malagueño” cuando el día anterior vino mi primo Jaime Roca con la noticia de que nos fuéramos a la casa de la ciudad porque se venía la noche de San Bartolomé. Estába toda la familia amenazada por la derecha que nos llamaba los ‘sapos’ y por alguna organización guerrillera ya no sé cuál de éllas.

El mes anterior la guerrilla había matado al presidente de la fábrica de los Minetti[48] vecina de la nuestra. La fábrica nuestra había conseguido permiso del Renar para tener itakas pero sólo para los directores. José tenía armas y las ponía siempre al lado de la cama. En la ciudad sería menos peligroso por estar la casa nuestra frente a la casa de gobierno. El golpe se esperaba de un momento a otro.

Unos días antes, al ir al velorio del “Negro” Sánchez Cires en Villa Allende, el espectáculo era dantesco con varias hogueras que se veían a la distancia, entre ellas la de la confitería “Staeckel” donde murió el mozo Pedro que conocíamos muy bien. Obra de la “juventud maravillosa”.

Esa noche, no recuerdo bien la hora, nos despertamos al oír unos golpes fuertísimos en la puerta. José bajó y subió luego al cuarto con dos hombres armados vestidos de verde. Yo no me animaba a preguntar si el golpe ya se había producido y le pregunté al mayor de ellos "¿Ustedes quiénes son?".

La pregunta era porque en esos días no se sabía mucho quién era quién. El mayor me dijo "Ejercito Argentino". Le pregunte "¿Ya sucedió?" El dijo "Si". Me tapé la cara y casi llorando alcancé a decir "Gracias a Dios!". Él me contestó: "Ojalá que todos los argentinos piensen como usted". A continuación nos informó que ya habían tomado la casa de gobierno (en el más completo silencio) y que dejaba un conscripto armado en el balcón; no le podía dar nada de comer ni de beber y no podía hablar tampoco con él (cosa por supuesto que no cumplí). Me dijo al despedirse "Oiga la radio". Y así fue como oí el comunicado n° 1. Nunca tuve una sensación de alivio más grande”.

# Repercusiones. Opiniones.

El 24 de marzo de 1976, a las 6.20 de la mañana, el radical José Miguel Zamanillo, uno de los pocos legisladores que se encontraban en el congreso recibió a los representantes de las Fuerzas Armadas, capitán de navío Carlos Bonino, coronel José María Tisis Baña y comodoro Francisco Arnaud.

“Tenía preparado un largo discurso de reproche pero no voy a decirlo, ustedes no se lo merecen”, dijo el depuesto legislador. A las 10.40 de la mañana, la Junta Militar asumió el poder, en medio de una gran tranquilidad pública.

- Esa misma tranquilidad que unos meses más tarde retrató tan bien el periodista Mario Diament: "(...) sentimos el 24 de marzo de 1976 que habíamos salvado la vida. Fue una sensación reconfortante, un respiro de alivio, como si al cabo de una larga noche tenebrosa intuyéramos finalmente la madrugada.”[49]

- “La inmensa mayoría de los argentinos rogaba por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos.”, opinó el escritor Ernesto Sábato.

- “El 24 de marzo de 1976 cayó un gobierno votado por siete millones de argentinos. La ineptitud presidencial y la falta de respuestas estabilizadoras y legítimas por parte del entorno en medio de una realidad económica de improvisación inocultable y de una indisciplina social anarquizante, más la presencia de organizaciones para la subversión y la violencia que angustiaron al pueblo, abrieron el camino para que las Fuerzas Armadas ocuparan el poder.....Como saldo quedó el pueblo solidarizado en sus bases y las Fuerzas Armadas con la suma de responsabilidades....” Firmaron esta declaración, entre otros, Ricardo Balbín, Raúl Ricardo Alfonsín, Arturo H. Illia, Carlos Perette, Juan Carlos Pugliese, Antonio Tróccoli, Juan Trilla, Luis León, Facundo Suárez, Eduardo Angeloz, Fernando de la Rúa y César García Puente.

- Los militares argentinos “merecen respeto por su patriotismo, al tratar de salvar un barco que se hunde. El fin del gobierno civil, normalmente un hecho lamentable, era en este caso una bendición.” (“New York Times”).

- “Le Monde” también escribió sobre el golpe militar: “(....) rara vez un golpe de estado ha sorprendido tan poco...la intervención militar era deseada por grandes sectores de la opinión.”

Con la ocupación de la Casa Rosada, simultáneamente, fueron tomados los edificios gubernamentales en las provincias. Por ejemplo, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró, desde una semana antes mantuvo reuniones con oficiales, para convenir cómo y por dónde iban a entrar las tropas a la casa de gobierno el día del golpe. “Es más, hasta entregó los planos del edificio para que las tropas del Regimiento de Infantería 7 no se cruzaran con la policía”[50], relató uno de los oficiales de la intimidad del coronel Roque Presti (jefe de la guarnición) que participó en el operativo.

# La bendición del exterior. Cables secretos que llegan al Palacio San Martín.

El 25 de marzo de 1976, mientras los acontecimientos se sucedían en la Argentina (5 organizaciones de izquierda fueron dejadas al margen de la ley), el embajador argentino en Uruguay, Guillermo de la Plaza, envió al Palacio San Martín el cable Nº 232, “Secreto”, informando que el día anterior había tomado contacto con el presidente paraguayo Alfredo Stroessner (“quien se encuentra visitando Montevideo”) y su canciller Alberto Nogués.

Expresó De la Plaza que le dijo al mandatario paraguayo que horas antes Uruguay había entregado la nota de reconocimiento al nuevo gobierno argentino (en ese instante la Junta Militar, ya que Videla recién asumió el lunes 29): “Efectuados sondeos por mi parte sobre oportunidad Paraguay también reconocería nuevas autoridades argentina, canciller guaraní llevóme nuevamente ante presidente Stroessner con quien replanteamos el caso en términos altamente cordiales y amistosos. Como consecuencia esa conversación doctor Nogués prometióme resolverían su actitud en las próximas horas y me lo comunicaría a la sede de la embajada”. La llamada del canciller Nogués llegó a las 0.30 del 25 de marzo. El Paraguay reconoció al gobierno de la Junta Militar.

El 26 de marzo, Guillermo De la Plaza, envió un resumen de los títulos de los diarios uruguayos, relacionados con los acontecimientos en la Argentina[51]: Destacó que “la prensa argentina dio un unánime respaldo a la Junta Militar”. “Los diarios argentinos coinciden en destacar el final inevitable del régimen peronista y confían en una superación de la crisis” (Matutino “El País”).

El viernes 26 de marzo de 1976, bajo la presidencia del Secretario de Estado, Henry Kissinger, se reunió el Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos para analizar distintas cuestiones internacionales. Además de Kissinger asistieron 20 altos funcionarios de la administración de Gerald Ford. Las conversaciones, de tono informal, fueron guardadas bajo un documento “Secreto” durante años. Primero se trataron los asuntos en Medio Oriente, en Asia y particularmente en Angola, África. Cuando le llegó el turno a América latina, William “Bill” Rogers, subsecretario de Asuntos Latinoamericanos comenzó a exponer sobre la situación interna en Panamá y la renuncia del negociador panameño en los asuntos del Canal de Panamá, un tema vital para los americanos.

Luego habló sobre la situación argentina. Dijo que “esta Junta está probando que la Argentina no es gobernable, entonces van a tener éxito donde todo el mundo ha fracasado. Pienso que van a intentar involucrar a los Estados Unidos particularmente en el área económica. Pienso que vamos a tener éxito.”

- Kissinger: “Sí, eso está dentro de nuestros intereses”.

- Rogers: “Si (“if”) es que hay una oportunidad de éxito y (“if”) no piden que nosotros pongamos mucho sobre la mesa. Lo que vamos a tratar de hacer, si es que vienen con un plan, es lo que estábamos preparados para hacer 6 meses atrás[52]. Hemos trabajado, como intermediarios, en un sensible programa para asistencia internacional, usando bancos privados e instituciones monetarias. Si es que podemos sacar eso de nuevo, no lo sé. Pero no creo que es lo primero que vamos a escuchar de ellos inmediatamente en términos de programas financieros. También creo que tenemos que esperar que haya bastante represión, una gran cantidad de sangre, antes de lo pensado. Pienso que no solamente van a tener que ser muy duros con los terroristas, sino también con los disidentes, los sindicatos y sus partidos.

- Kissinger: “Pero.....”

- Rogers: “El punto es que a pesar de que hoy tienen una buena prensa, la línea básica de toda la interferencia fue que tuvieron que hacerlo porque ella (Isabel Perón) no podía gobernar el país. Así que pienso que el punto es... no deberíamos en este momento apurarnos a proteger este nuevo régimen, porque de tres a seis meses va a ser considerablemente menos popular con la prensa”.

- Kissinger: “Pero tampoco podemos hacer lo opuesto”.

- Rogers: “No, obviamente, no”.

- McClosky: “¿Qué decimos sobre el reconocimiento?”

- Rogers: “Bueno, vamos a presentar un reconocimiento formal a la mañana, en una nota, respondiendo al requerimiento para el reconocimiento.....pero Hill va a cerrar el pico”.

- Kissinger: “Sí ¿pero qué significa eso concretamente? Cualquier posibilidad que tengan, necesitan un poco de apoyo de nosotros. ¿Qué les está diciendo (Hill) a ellos?”

- Rogers: “¿Qué? Ah, nada. Hill no ha hablado con ellos por el momento. No ha sido invitado a conversar, aunque está listo si lo llaman para una reunión. Los generales están ocupando temporalmente los ministerios. Probablemente por una semana hasta que tomen la decisión final de a quiénes van a designar. Esta semana van a decidir. Pensamos que sabemos quién va a ser el canciller.

- Kissinger: “¿Quién?”

- Rogers: “Probablemente un tipo llamado (almirante) Vañek[53], con quien hemos trabajado en el pasado. Si él es designado, creo que estamos en condiciones de trabajar con él”.

- Kissinger: “Puedo ver algunas instrucciones de lo que va a decir Hill si alguien lo llamara”.

- Rogers: "Sí."

- Kissinger: "Porque quiero infundirles optimismo. No quiero dar la sensación de que están perseguidos por los Estados Unidos”.

Con la concurrencia de varios ex legisladores que procedían a retirar los pocos elementos que habían dejado, reintegrar credenciales y, en ciertos casos, devolver las armas para su defensa personal con las que habían sido provistos, culminó la etapa de clausura del Parlamento. Varios, antes de retirarse pasaron por la sala de prensa para despedirse de los “acreditados”.

En aquellos días el edificio anexo de la avenida Rivadavia no estaba terminado, apenas se encontraba en etapa de cavado y armado de los cimientos. Como las napas estaban muy altas, el pozo se inundó perjudicando a los vecinos. El constructor se negaba a bombear porque no estaba aprobado el presupuesto. Fue llamado y conminado por las autoridades castrenses a resolver el problema, “luego veremos lo del presupuesto”. El problema se solucionó inmediatamente.

El 27 de marzo, según los cables que llegaban al Palacio San Martín, el diario “La Mañana” de Montevideo tituló: “Argentina orden y trabajo en clima de distensión”; “Los argentinos descubren la tranquilidad”. “Emprenden severa depuración y hay cerca de 3.500 detenidos”.[54] El 27 de marzo se anunció que el Fondo Monetario Internacional aprobó un crédito de 127 millones de dólares. El lunes 29 asumió como Presidente de la Nación el teniente general Jorge Rafael Videla.

- “El gobierno militar no tiene posibilidades de infligir una profunda derrota al movimiento de masas, ni de tomar la iniciativa estratégica”, dijo Roberto Mario Santucho en la reunión del Comité Central del 28 de marzo de 1976 en una quinta de la localidad de Moreno. En total se reunieron 49 personas de las que 28 eran miembros del Comité Central. Los restantes eran miembros de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), personal de logística y seguridad.

En cuanto a las posibilidades ofensivas del ERP, uno de sus jefes más destacados, Luis Mattini (Arnol Kremer) dice en sus memorias que “el PRT no estaba destruido ni muchos menos (en marzo de 1976), poseía grandes reservas. Al día siguiente apareció una comisión policial y la reunión terminó abruptamente. Pudieron escapar, primero, los miembros del Buró Político (Santucho, Urteaga, Menna, Castello, Mattini, Carrizo y Merbilhaá. Luego los invitados extranjeros de la JCR, entre otros Edgardo Enríquez (MIR, chileno). Después los integrantes del Comité Ejecutivo y a continuación los restantes combatientes. De los 49, eludieron como pudieron el cerco 37."

Los diarios informaron sobre 12 abatidos (Gustavo Plis-Steremberg en su libro “Monte Chingolo”, dice que 8 cayeron presos). Entre los muertos fueron reconocidos Susana Gaggero de Pujals (suplente en el Comité Central), “Pepe” Juan Mangini (jefe de inteligencia) y su esposa Leonor Herrera, el “teniente Néstor”, Pedro Nicolás Maidana y el “Elefante” Elena. En el lugar fueron confiscados numerosos documentos, obligando al ERP a reorganizarse.

En “El Combatiente” del mes de abril, Santucho lanzó la consigna “Argentinos a las armas”, mientras en Córdoba se aniquilaba a la Regional, cayendo muerto su jefe Eduardo Castello y desbaratadas 100 células compuestas por 300 combatientes.

-”Montoneros al momento del golpe era mucho más fuerte que el ERP, en cantidad de combatientes (se hablaba de 6.000), milicianos y adherentes. En esa época no lo especificaban por “razones de seguridad”[55].

- Para “O Globo” “no hubo destrucción del poder porque no había poder, ni usurpación de un mandato porque la presidente ya no mandaba.”

- “En 1976, la separación entre la clase media y los demás sectores populares fue nítida. La compacta mayoría de los “middle class” apoyó la dictadura terrorista unificada. Los partidos políticos, los diarios, los representantes de la cultura oficial (Borges, Sábato, Sade) y las capas medias respaldan la política militar”, analizó el sociólogo Alejandro Horowicz.

-Heriberto Kahn, en La Opinión del 27 de marzo de 1976, escribió: "No es un secreto para nadie que las Fuerzas Armadas contribuyeron casi ilimitadamente a evitar el colapso de las instituciones, pero sus esfuerzos, como los de la oposición, fracasaron porque las instituciones no se ayudaron a sí mismas, hasta el punto de abandonar a un total y absoluto vacío de poder a un país desquiciado, dominado por la corrupción y azotado por una violencia que sumergió en la inseguridad a todos los argentinos.”

A los nueve días del golpe, el 2 de abril de 1976, la embajada argentina en Chile envió al Palacio San Martín la Nota “Secreta” N 196 firmada por el ministro Pedro Mirande, Encargado de Negocios en Chile. La misma, redactada sin ninguna clase de elegancia, y en estilo morse, poco usual para esos niveles, revela las repercusiones en Chile sobre la caída del gobierno de la señora de Perón:

"a) Círculos políticos (no partidarios), oficiales y de prensa informativa o analítica: Total unanimidad en destacar (la) imperiosa necesidad que las Fuerzas Armadas procedieran a ocupar (el) evidente vacío del poder…son unánimes en destacar (la) absoluta calma política y muy apreciable consenso nacional en apoyo a las nuevas autoridades.”

"b) Ejercito, Mandos Superiores. Total identificación y actitud de solidaridad. Existe admiración por (la) mesura con que se actuó, entendiéndola como dirigida (a) evitar los graves problemas internacionales que padece Chile. (Los) Mandos medios si bien expresan asentimiento y solidaridad se manifiestan un poco desencantados con el criterio sustentado en materia de relaciones internacionales, y con respecto al partido comunista local esperaban una línea más coincidente con el gobierno chileno, lo que más les aliviaría del actual rol de únicos objetivos de ataque del comunismo internacional.”

"c) Armada: Se produce un poco el cuadro expuesto, aunque es mayor la curva de reticencia. Se opina que puede estar incidiendo la apreciación negativa para la posición de Chile de la visita de la Corte Arbitral a la zona del Canal de Beagle.”

El 24 de marzo de 1976, la mayoría de los argentinos sintieron el final de la “agonía”, como le dijo reservadamente Ricardo Balbín a Jorge Rafael Videla. No sabían qué iba a pasar al día siguiente, pero tuvieron, por un instante, la sensación del “fin de fiesta”. Al mejor estilo wagneriano desfilaron frente a sus ojos los tiempos de Héctor Cámpora, Raúl Lastiri y José López Rega. Los enfrentamientos en Ezeiza. Las universidades destrozadas.

La maratón de los precios, la carrera por el dólar. Los salarios devorados por la inflación. El desabastecimiento y las colas. La violencia diaria de todos los extremos, con su demostración obscena de armas y muertos. El paro de las empresas fabriles. El “lockaut” patronal. El paro del campo. Las Tres A. El Altar de la Patria. La guerra en Tucumán. Los asaltos a los cuarteles y las oficinas del Estado. El vacío de poder. Y la carencia de propuestas de toda la clase dirigente para salir del maremagno.

Es cierto, no hubo mucha gente en la Plaza de Mayo para vivar el régimen militar que nacía, aunque existió un respaldo silencioso y mayoritario. Tampoco fue mucha gente el día anterior para defender la democracia que, supuestamente, encarnó María Estela Martínez de Perón.

“Clarín”, al año de producido el acontecimiento militar escribió: “La naturaleza de los resultados que se persiguen impone un progresivo grado de participación ciudadana, ya que si la obra no es compartida, el sistema institucional que se funde, que tendrá a la civilidad como protagonista, tiene escasas perspectivas de perdurar. Ello no implica, desde luego, abrir las puertas para que ingrese la vieja política.”[56] ¿La vieja política? ¿La que había fracasado?

Por ese tiempo, mientras se escribían esas líneas en el diario de la calle Tacuarí, el sindicalista plástico, Jorge Triacca, preso en el barco anclado en el Apostadero Naval, le comentó al oficial naval que lo entrevistaba: “Si con el macho (Perón) vivo tardamos 18 años en volver, con el macho muerto no volvemos más”. Jorge Triacca siete años más tarde era el secretario general del gremio de los plásticos y diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Y trece años más tarde (1989) ministro de Trabajo del presidente Carlos Saúl Menem.



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[1] Por ejemplo, en Economía, no se tenía certeza de la información fiscal, cambiaria y monetaria.
[2] Albano Harguindeguy, segundo comandante del Cuerpo I, pasó a ser Jefe de Policía.
[3] Coroneles Menéndez y Fichera.
[4] “El Ladrillo” nombre con el que fue conocido el plan económico del golpe: “Misión Argentina en Chile”, Juan Bautista Yofre, Editorial Sudamericana, Chile, pág. 304.
[5] Lo fueron a ver a su casa en momentos que celebraba el cumpleaños de su hija menor. Pinochet había asumido la comandancia del Ejército una semanas antes, tras la renuncia del general Carlos Prats.
[6] Alto funcionario de la gestión del ex presidente Illia.
[7] Con el tiempo, Alvaro Alsogaray criticó duramente el “gradualismo”. El era de la teoría de “tocar fondo” o del “fruto maduro”: sólo intervenir tras la descomposición absoluta..
[8] “Los economistas y el presidente Pinochet”, Arturo Fontaine Aldunate, Editorial Zig-Zad, Chile 1988.
[9] Basta recordar que algunos de los hacedores de “El Ladrillo” fueron: Roberto Kelly, Sergio de Castro, Hernán Cubillos Salato, Alvaro Bardón, Sergio de la Cuadra, Pedro Arraigada, Ernesto Fontaine y Joaquín Lavín.
[10] Mis apuntes de la época señalan que fue el viernes 12 de marzo de 1976.
[11] El autor agradece a la familia del “take note” el acceso al material.
[12] ¿Se pensaba todavía en una “bordaberrización”?
[13] Jacques Perriaux, era considerado un filósofo, no un economista.
[14] La pregunta fue formulada por el autor.
[15] Azeredo da Silveira se caracterizaba por sus cáusticos y mordaces comentarios. Dicho comentario se lo dijo al autor y otras personas durante una comida en una residencia de la calle California, en Washington DC, en 1981. Fonéticamente dijo “hogibles”; no pronunciaba la “rr”.
[16] Fue embajador en Bolivia (Aramburu), Brasil (Frondizi), canciller de José María Guido, Estados Unidos de Norteamérica (Lanusse), Naciones Unidas (Bignone y Alfonsín). Pero pasó a la historia grande por ser el inspirador y fundador del CARI (Consejo Argentino de Relaciones Internacionales) en 1978.
[17] Todo lo informado en ese almuerzo fue tema de conversación entre un angustiado Muñiz con el autor, en la tarde del 15 de marzo de 1976. Apuntes del autor.
[18] Esa reunión esta situada en mís apuntes como realizada el jueves 11 de marzo. Apuntes del 12 y 16 de marzo de 1976. Conversación con F.M. y J.Z.
[19]“ La Opinión”, 18 de marzo de 1976, Roberto García.
[20] Después del “Caso Graiver” vivió en los EEUU y se naturalizó estadounidense, convertido en un acérrimo defensor de los Derechos Humanos. Después de 1983, dirigió otros medios periodísticos. Luego de fracasar como candidato a diputado nacional por el ARI, aceptó integrarse a las filas del “kirchnerismo” y fue nombrado cónsul general en Nueva York. Tras el acceso a la presidencia, Cristina Fernández de Kirchner lo nombró embajador en los Estados Unidos de Norteamérica.
[21] El oficial sabía que el golpe era el miércoles 24 a la madrugada.
[22] Ex diputada nacional. Integró el bloque de diputados que accedieron a la Cámara Baja en 1973 tras la candidatura presidencial de Francisco Manrique. Testimonio al Autor.
[23] Clarín, 21 de marzo de 1976, pág. 10.
[24] Con el paso del tiempo, pudo saberse que retornó protegido por el Ejército. Su gran amigo, en ese tiempo, era el secretario general del Ejército, general Carlos Dalla Tea, ex agregado militar en Madrid.
[25].No contó que el almirante Massera le dijo a él y a Lorenzo Miguel que se fueran. Testimonio al autor del oficial naval que pasó el mensaje
[26] “La Voz del Interior”, 22 de marzo de 1976.
[27] La Nación, miércoles 24 de 1976, pág. 9.
[28] La Nación, 24 de marzo de 1976, pág.1.
[29] Marzo 23, Hora 24, Alberto Deheza, edición del autor, 1976.
[30] Como resultado de la gestión del embajador argentino en el Uruguay, Guillermo de la Plaza. De la Plaza tenía una muy buena relación con los militares argentinos de la época, nacida en los días del exilio en Montevideo durante los años del segundo mandato presidencial de Perón (1952-1955).
[31] Revelaciones de Massera en un libro que tenía casi finalizado.
[32] Testimonio al autor. Las tres personas de la anécdota serían perjudicados por el golpe militar. Hugo Gobbi expulsado de la Cancillería, llegaría años más tarde a ser vicecanciller y embajador en España con Alfonsín.
Jacobo Timerman preso, expulsado del país y su diario confiscado por la “causa Graiver”. Rafael Perrotta desapareció, acusado de ser “agente” del PRT-ERP.
[33] Testimonio de Ricardo Fabris al autor. Diciembre 2007.
[34] Idem Deheza, pág. 49.
[35] Atribuída a Marcelo T. de Alvear.
[36] La fuente me pidió el anonimato, lo mismo que de su amigo montonero que murió en un enfrentamiento en la calle Corro 105, en setiembre de 1976.
[37] La detención de Isabel Perón se hizo en Aeroparque porque el Regimiento de Granaderos se negó a que se lo hiciera en la Casa Rosada. No querían repetir la experiencia de Alejandro Lanusse con el ex presidente Eduardo Alberto Lonardi.
[38] Versión del acontecimiento relatado por “Gente”. Otras fuentes indican que quien habló en nombre de las FFAA fue Basilio Lami Dozo.
[39] Diálogo reproducido en “Clarín”, 24 de marzo de 1977, pág. 9.
[40] Castellanos, años más tarde fue reincorporado. Actualmente es embajador.
[41] El ex diputado Adrián Pedrini reconoció que quien pronunció esa frase fue él. No el gobernador Bittel.
[42] Testimonio de Raúl Quijano al autor.
[43] Frase de Lorenzo Miguel, publicada en el informe reservado “Ultima Clave” del 29 de marzo de 1976.
[44] Lorenzo Miguel y Casildo Herreras fueron advertidos por el almirante Massera. Miguel se quedó. Herreras se exilió. Testimonio al autor de un alto oficial de la Armada.
[45] Irónicamente al Apostadero se lo denominaría “Apestadero”. Lugar al que poco tiempo después irían a comer asados connotados periodistas una vez a la semana. Claro, ya se olvidaron.
[46] Su biblioteca de Malagueño es motivo de admiración.
[47] “A las armas” fue la editorial que publicó el órgano del ERP en abril de 1976.
[48] El 28 de febrero de 1976 fue asesinado por el terrorismo Héctor Minetti, uno de los empresarios más importantes del país.
[49] La Opinión, 24 de agosto de 1976.
[50] Testimonio de uno de los oficiales que ocupó la gobernación.
[51] Cable Nº 237, del 26 de marzo de 1976.
[52] Las gestiones de octubre de 1975 del ministro Antonio Cafiero.
[53] El almirante Vañek fue el delegado de la Junta Militar hasta que asumió Videla. El almirante César Guzetti fue designado canciller. Una paradoja: tenía que analizar cuestiones universales a pesar de que pasó gran parte de su existencia debajo del agua observando al mundo a través de un periscopio. Era un oficial submarinista. Su gestión fue más que modesta. Tuvo que dejar el cargo como consecuencia de un atentado de Montoneros que casi le costo la vida.
[54] Cable Nº 250 del 27 de marzo de 1976.
[55] “Por razones de seguridad no le puedo decir cuántos somos. Es gente que tiene práctica política y ha seguido cursos militares (...) hemos estado con ‘Al Fatah’, además de las ‘ligas’ que tenemos con Arafat.” (Rodolfo Puiggrós en “Revista de Revista”, México 1977.
[56] Clarín, 24 de marzo de 1977, pág. 11.

Comentarios

  1. los kirchner son cinicos indefendibles lo q no entiendo es el juego de las madres de p d m

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