La próxima tragedia

La reunión tuvo lugar hace unos meses en el despacho del ministro del Interior y Transporte. Luego de haber brindado explicaciones sobre los planes de renovación de la línea Sarmiento, el contador Florencio Randazzo percibió que sus interlocutores no habían quedado satisfechos. “¿Qué es lo que quieren ustedes?”, les preguntó desafiante. Edgardo Reynoso, delegado sindical, no dudó en responder: “Que los vagones frenen y que sus puertas cierren cuando la formación se pone en movimiento. Sólo eso”. El diálogo, con el valor de una premonición, ilustra el nivel de precariedad con el que se presta el servicio del Sarmiento para los miles de personas que deben utilizarlo y que ponen en riesgo sus vidas cada día.


Por Nelson Castro

Es inquietante conocer cómo el temor de una nueva tragedia forma parte del día a día de ese ramal ferroviario. Poco tiempo atrás hubo una situación de prechoque en la estación Villa Luro. El prechoque es un evento en el que un tren en movimiento logra frenar a pocos metros de otro que se encuentra detenido en la misma vía. En esa ocasión fue una formación de Ferrobaires –el estado de su material rodante también es calamitoso– que estuvo a punto de impactar contra otra del Sarmiento que se hallaba parada en la estación. El maquinista, que vivió un momento dramático, logró frenar el tren a veinte metros del otro. 
El 22 de mayo pasado, a la misma hora en que los familiares de las víctimas de la tragedia de Once recordaban un nuevo mes aniversario de ese hecho, todos los participantes del acto vieron con azoro cómo se estuvo a punto de repetir la pesadilla. Fue cuando una formación que ingresaba a la estación tuvo enormes problemas para frenar y quedó a metros de los paragolpes del andén. 
Un informe presentado el 25 de julio de 2012 al ingeniero Mario Cominotti, jefe técnico de la UGOM, señaló: “Desde el inicio –con la puesta marcha de la formación 1 (Chapa 1)– la puesta en marcha y el control de fallas se realizó con público sobre el equipo, es decir que el prototipo  se transformó  en un tren de línea que en estos días debió retirarse de circulación por recurrentes e insalvables problemas en el sistema de frenos. Cabe destacar que la decisión de sacar de servicio dicho equipo, obedeció a que en circunstancias de entrar a la plataforma de la estación Once el día 26/3, no se aplicaban los frenos y estuvo a punto de repetirse el episodio de febrero de no mediar el hecho providencial de que el motorman y el guarda aplicaron la emergencia a fuerza de golpes al comando”.       
Para ponerle el contexto adecuado a esta situación, es necesario mencionar el menú de penurias que viven los usuarios y los trabajadores del tren: vagones viejos recauchutados, fatiga del material que ningún arreglo puede mejorar, formaciones que se detienen en el medio de su recorrido y permanecen así durante interminables minutos, vagones invadidos por humo cuyo origen se desconoce y que generan el pánico de la gente que busca escapar de cualquier manera exponiéndose a grandes riesgos, tercer riel inadecuadamente protegido. El deterioro es impactante y contrastante con lo que se dice desde el “relato” con el que el Gobierno pretende manejar la realidad. A la luz de esta última tragedia, resulta bochornoso observar la propaganda oficial que se emite en los esquicios publicitarios del costosísimo Fútbol para Todos, donde se exhiben tomas de estos mismos vagones desvencijados a los que se los presentan como si fueran el non plus ultra de la modernidad y el confort. 
“No se puede hacer en un año lo que no se hizo en cincuenta”, señaló Randazzo. Diez de esos cincuenta incluyen también a la “década ganada” del kirchnerismo. El reproche hacia la gestión del ministro de Planificación, Julio De Vido, no necesita ninguna explicación. De Vido es Ricardo Jaime; De Vido es Juan Pablo Schiavi; De Vido es el Grupo Cirigliano. Y, por supuesto, De Vido es también Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. 
En este marco, la conducta de la Presidenta, el jueves, merece una reflexión. En verdad, quien debería reflexionar es ella. Es evidente que la convicción de que el “relato” es la herramienta fundamental de su gestión ha llevado a Fernández de Kirchner a hacer lo mismo que le critica a muchos: ver la realidad sólo a través de la TV. Claro que de los canales que ella ve son los que le muestran que todo es maravilloso. Allí debe estar la causa de ese “poquito de bronca e impotencia” que dijo haber sentido ante el hecho. La Jefa de Estado cree que los trenes son como los muestra la propaganda oficial. Por eso, entonces, debe haber decidido no hacerse presente en el lugar del choque. De haberlo hecho, hubiera comprobado la mentira que no muestra la propaganda. Se hubiera encontrado con el reclamo de muchos pasajeros que le habrían hecho saber que viajan peor que el ganado, arriesgando sus vidas. Sólo en ese contexto del “relato” como generador de la realidad –una especie de diario de Yrigoyen del siglo XXI– se puede entender que en un día de tanta tristeza y dolor, la Presidenta no haya suspendido el acto de celebración del primer aniversario del plan ProCreAr. Sólo en ese limbo en donde el dolor del otro cuenta poco, pudo haber sucedido que tan sólo al final del acto de clima festivo, y a modo de un comentario casi marginal, la Presidenta se haya referido a ese drama que no quiso calificar hasta que la Justicia no se expida (sic). La misma Fernández de Kirchner que suele utilizar tanto tiempo en las redes sociales para despotricar contra los que la critican y a exponer conceptos baladíes de poca monta, no le dedicó en ellas un solo renglón a la tragedia, ni a las víctimas ni a sus familiares. Fueron doce horas de un silencio de ausencia. Lo fue así también en la tragedia de Once. Como en aquella vez, ahora también el Gobierno busca culpables en lo ajeno. Lo único que interesa es pagar el menor costo político posible. Por eso, una vez más, una pregunta recurrente llena de angustia el futuro de los pasajeros y de los trabajadores del Sarmiento: ¿Cuándo, cómo y dónde será la próxima tragedia?      
 
Producción periodística: Guido Baistrocchi.

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