Un giro político agazapado

Un paso atrás cerca del abismo de una crisis. Ésa parece ser la instrucción de la Presidenta, mientras ella se encarga de mantener encendido el fuego de la épica revolucionaria.


Por Joaquín Morales Solá | LA NACION

El kirchnerismo es pragmáticamente cruel: obliga a sus funcionarios a hacer lo contrario de lo que hicieron y dijeron cuando sus jefes tenían márgenes de los que ahora carecen. Así las cosas, no falta mucho para que el Gobierno anuncie que entregará Aerolíneas Argentinas a alguna empresa aerocomercial privada, antes de que todos sus aviones terminen chocando en tierra.
El caso de Repsol es emblemático del giro político agazapado que está dando el gobierno de Cristina Kirchner. Fue todo tan oculto que la presencia en Buenos Aires de un ministro español, el de Industria, José Manuel Soria, se conoció por la prensa española. Tanto el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, como el ministro de Economía, Axel Kicillof, hablaron con los periodistas, en un gesto de apertura a la prensa, pero se cuidaron de no decir nada sobre una avanzada negociación con el gobierno español por el caso empresarial más traumático de la última década.
No se trata, de todos modos, de un cambio integral y planificado. Son más bien las maniobras desprolijas de un ejército en retirada, que sólo tiene tiempo y energías para resolver los problemas de a uno por vez. Ni siquiera tiene tiempo (¿ni ganas?) de cambiar el discurso. Ayer, Kicillof reiteró, en un discurso en la Cámara de la Construcción, que el problema de la Argentina es que le va demasiado bien en un mundo al que le va mal. En síntesis: el modelo se está muriendo de éxito.
Kicillof es el mismo que alguna vez provocó la irritación del presidente de Repsol, Antonio Brufau, luego de despotricar largamente contra los españoles de la época del virreinato. Brufau se levantó de la reunión quince minutos después de que ésta empezó. "Quiero hablar del futuro, no del virreinato", dijo. El nuevo ministro de Economía aseguró también en su momento que el Gobierno no le pagaría nada a Repsol por la confiscación de YPF y que, en todo caso, sería la administración argentina la que le pediría una indemnización a Repsol por "daño ambiental".
Es razonable que Brufau haya evitado venir a la Argentina para firmar el borrador de un acuerdo con la misma persona que lo maltrató y desvalijó su empresa. Sin embargo, las posiciones de Brufau fueron tomadas como propias por el gobierno español, según reveló ayer la prensa española. El ministro Soria acordó primero esas posiciones con los mexicanos de Pemex, socia de Repsol. La posición de Brufau es muy simple: quiere dinero liquido, que puede ser en bonos fácilmente canjeables, y rechaza cualquier trueque mediante concesiones en Vaca Muerta. Por lo menos, mientras un Kirchner gobierne la Argentina. Brufau está herido. Hizo todo lo que le pidieron para conservar YPF: negoció con Néstor Kirchner y regateó con Julio De Vido, pero terminó cediendo en casi todo. Al final, sus ejecutivos debieron huir a España vía Montevideo, atemorizados, horas después de que la Gendarmería violentó las oficinas de la empresa.
Eran los tiempos en que Kicillof se hacía cargo también de Aerolíneas Argentinas, aunque siempre dejó la representación empresaria en manos de Mariano Recalde, y forcejeaba hasta sentarse en el directorio de Techint. Es el mismo gobierno, con Kicillof como abanderado, que ahora decidió pagarle a Repsol unos 5000 millones de dólares, según fuentes confiables en Madrid. Kicillof no quiso llamarla "indemnización", sino "compensación". Son los atajos dialécticos del relato. Repsol hizo un buen negocio, aun cuando había pedido ante el tribunal internacional del Ciadi 9300 millones de dólares, que es lo que estima que valía el 51 por ciento de las acciones de YPF que le decomisaron. Los empresarios españoles siempre dijeron que aquel tribunal laudaría por una cifra menor y que la empresa española cobraría mucho tiempo después. Repsol cambió años de espera por 5000 millones en la mano. No es un mal acuerdo.
¿Qué negocio hizo la Argentina? Un rumor circuló hace poco. La petrolera Chevron, la única importante que firmó un módico acuerdo con YPF, realizó varias exploraciones embrionarias en Vaca Muerta. Todas dieron resultados muy positivos. "Eso es extraordinario", señaló un ejecutivo petrolero que nada tiene que ver con Vaca Muerta. Las principales petroleras del mundo (Exxon y Pemex, entre ellas) comenzaron a acercarse a la puerta argentina. Las llaves de esa puerta las tenía Repsol, que amenazaba con juicios internacionales a las empresas que aceptaran concesiones de YPF. No sólo eran amenazas: Repsol ya le había iniciado una querella a Chevron por aquel acuerdo con YPF. "Queremos estar en Vaca Muerta, pero no podemos mientras exista el conflicto con Repsol", subrayó aquel ejecutivo petrolero.
Si se terminara destrabando el conflicto con Repsol, como es previsible, el gobierno argentino podría negociar nuevas inversiones petroleras. Sería sólo el principio, porque quedarían por resolver otras condiciones necesarias para atraer esos capitales. Sea como fuere, lo cierto es que la administración de Cristina Kirchner necesita dólares y las empresas petroleras están en condiciones de invertir en la Argentina. No fue casual que la primera audiencia a un privado que la Presidenta concedió después de su reclusión por enfermedad haya sido a una empresa alemana, BASF, que también tiene intereses en el petróleo y el gas.

BALANCE DE GESTIÓN

"Está tratando de cambiar el balance de su gestión", dijo ayer un funcionario con acceso a Cristina. Según esa fuente, ella sabe que se irá en 2015. No le permiten imaginar otro destino y tampoco quiere quedarse, dijo el funcionario. El balance hasta ahora es que en 2003 había un país autosuficiente en energía y que el kirchnerismo lo condenó a la dependencia de la importación. Es improbable que en dos años haya una modificación sustancial de esa situación, pero se propone, al menos, dejar construidos los cimientos de otra matriz energética.
Por ahora, tal como están las cosas, la prioridad son los dólares. Ya empezaron negociaciones para acordar con las empresas que litigan en el Ciadi, donde la Argentina es, por lejos, el país con más juicios. Una empresa automotriz alemana habría ofrecido pagar el préstamo del Estado alemán a la Argentina, unos 1000 millones de dólares, que está en default en el Club de París. La empresa cobraría en pesos en la Argentina para invertir en la ampliación de su planta local. Reestructurar la deuda con el Club de París, que reúne a los acreedores soberanos del país, ha vuelto a ser un proyecto del cristinismo, aunque ya tuvo el mismo propósito varias veces.
La próxima novedad será, seguramente, cierto acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para cambiar la mediciones del Indec y aceptar la revisión anual que el organismo multilateral hace de la economía de todos sus países miembros. Esa eventual normalización de la relación con el Fondo podría permitir el acceso al crédito internacional, tan desacreditado durante los años del supuesto desendeudamiento. La violenta actualización de las tarifas de los combustibles fue también un mensaje a los que tienen los preciados dólares.
Tal vez Kicillof, inteligente como es, hizo un curso acelerado de peronismo. Se puede ser capitalista, estatista o cualquier otra cosa si así lo exige la necesidad del poder. La Presidenta es su mejor maestra. ¿O no lleva los "pibes para la liberación", que ella convoca, de la misma mano con la que se aferra a Chevron, Exxon, Repsol y el Fondo Monetario?

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