Pura pirotecnia: Luego de las urnas, no habrá cristinismo perpetuo

Soplando no se hacen botellas. Movilizando todo todo todo el país para hacer un acto en Plaza de Mayo, no se consolida nada. Fabulando que el poder será propio para siempre, no se permanece. La prioridad de un demòcrata no es permanecer sino gobernar bien, exhibir transparencia e interesarse en el bien comun. Pero el cristinismo sólo quiere perpetuar sus cotos de caza, el Estado como bien personal, con la excusa de que hay una revolución en marcha que sólo existe en su imaginación clientelar. Pero faltan apenas 2 visitas al cuarto oscuro en 2013 para poenerle fecha de salida definitiva.


por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Aquel 25 de Mayo de 2003, cuando cabeceó el equipo de un fotógrafo y se cortó en la frente en la explanada de la Casa Rosada, nadie pensó que Néstor Kirchner lograría, ya sea por sí mismo o a través de su esposa, extenderse durante 10 años en el poder. Y lo que más sorprende es que, en medio de su decadencia, Cristina Fernández solicite 10 años más de kirchnerismo con la excusa de mejorar la vida de los argentinos, algo que no han logrado creciendo a “tasas chinas”y despilfarrando el erario público.
¿Qué permitió que se pudiera producir esta década de kirchnerismo? ¿Cómo logró Néstor Kirchner imponer a su esposa como heredera y, que Cristina Fernández, lograra un segundo mandato?¿Cómo se anima la Presidente de la Nación a lanzar un proyecto hegemónico que quiere reemplazar al peronismo justo cuando las encuestas muestran los peores resultados en los últimos cuatro años?
 
En santacruceño fue electo en medio de la mayor crisis de los partidos políticos que ha vivido la Argentina. El radicalismo y el peronismo estaban divididos en tres, cada uno de ellos. Fue la tercera opción de Eduardo Duhalde, casi por descarte; y Carlos Saúl Menem no le dio el gusto de la segunda vuelta, inyectando el famoso síndrome del “pato rengo”.
 
Sin duda, Néstor Kirchner supo entender que la atomización política y la destrucción del sistema de partidos era su oportunidad de construir una nueva mayoría, recurriendo a los grupos sociales, organizaciones de derechos humanos y colectivos sin pertenencia. Así, usando al peronismo, comenzó a reemplazar al peronismo. Pero fue Cristina Fernández la que empezó a desperonizar el Gobierno y se animó a lanzar el proyecto hegemónico y la fantasía del “Tercer Movimiento Histórico”.
 
Pero si Néstor Kirchner logró crecer con su proyecto político personal fue por que logró que los peronistas desmembraran al duhaldismo y cedieran al kirchnerismo el control del Partido Justicialista y de toda la estructura de decisión partidaria. Así, se construyó el primer oximorón que facilitó la concreción del proyecto hegemónico: fue el peronismo el que permitió organizar la movida para desmembrar y sacarlo del poder.
 
Néstor Kirchner sedujo y sometió a los peronistas con la caja y, ellos cedieron todo el poder, por unas monedas. Hoy, el peronismo vive en viejas estructuras sindicales, en algunos intendentes y gobernadores que esperan que trastabille Cristina Fernández para poder lanzarse a despojarla de los resortes del poder. Así, el peronismo muta y permanece.
 
Un párrafo especial merece la oposición, que en 10 años, no logró construir un proyecto alternativo, ni crear liderazgos nuevos y modernos, ni desarrollar un discurso atractivo, ni armar una propuesta superadora. Han pasado una década dividiéndose, discutiendo entre ellos, dejando que sus egos e intereses particulares los cieguen y saboreando una sobredosis de egolatría que los alejó una y otra vez de la Casa Rosada.
 
Néstor Kirchner construyó su poder usando ingentes cantidades de dinero. Cristina Fernández cimenta el camino hacia el proyecto hegemónico usando aún más dinero, gastando como nunca antes un Presidente de la Nación en la historia argentina. Las consecuencias de esa acción es una presión fiscal récord, emisión de dinero indiscriminada, un gasto público descontrolado, un déficit que, este año, puede llegar a 125.000 millones de pesos y un aparato de militancia rentado como jamás se ha visto, quizás, el mayor del Cono Sur latinoamericano.
 
El cristinismo talibán celebra su 10º Aniversario en el poder arrastrando gente desde todo el país, obligando a los colectivos sociales que lo conforman a cumplir cuotas de presentismo, movilizando una cantidad de micros como no se vio jamás en la capital federal, con la Casa Rosada convertida en un salón de fiesta con catering carísimo y decadente gusto por la decoración, con espectáculos pagados por el Tesoro Nacional y con una colección de puestos ubicados alrededor de la Plaza de Mayo imitando las viejas kermeses de barrio. Todo muy grasa. Se puede derrochar mucho menos y con mejor calidad. Pero es que el cristinismo es estéticamentemenemista...
 
El mismo Gobierno que destrozó las encuestas oficiales para no pagar intereses de la deuda externa por $ 160.000 millones, usa esos números para destacar los supuestos avance que se lograron en esta década. Así, hay dos realidades, las que el “relato” oficial quiere mostrar y la que la calle exhibe. Per, a causa de que los funcionarios no caminan la calle, sólo existe una verdad: la que memorizan cuidadosamente y recitan religiosamente.
 
De esta forma, una de las consecuencias de la década kircherista es la existencia de dos realidades paralelas, una discursiva y otra comprobable, que están en choque constante. Sin embargo, la decadencia del cristinismo talibán es fruto de los errores, distorsiones y deslices que produce la realidad contra la fantasía discursiva. Por eso, en el décimo aniversario del oficialismo, el “relato” pasa por su mayor momento de falta de credibilidad.
 
Néstor Kirchner asumió en 2003 cuando la economía comenzaba a recuperarse de la crisis del 2001/2002 y justo en el momento que estalló el precio de la soja. El “yuyito” ha financiado lafiesta kirchnerista. Pero, Cristina Fernández celebra el 10º Aniversario con la economía estancada, cepo cambiario e importador, destrucción de puestos de trabajo, inflación creciente, el menor nivel de inversiones extranjeras en una década, aislada del mundo y con sólo 42% de imagen positiva. Salvo para el aparato rentado del oficialismo, poco y nada puede celebrar el resto de la sociedad.
 
En sus reiteradas cadenas o en las olas de tuits con que inunda las redes sociales, Cristina Fernández repite una y otra vez los mismo conceptos: no es eterna, el kirchnerismo es lo mejor que le pudo ocurrir a la Argentina, todavía hay mucho por hacer, no venimos a atacar a nadie (pero termina atacando a todos), insiste en el maravilloso pasado y reclama más poder para regalarnos un futuro aún mejor. Puras palabras de campaña.
 
El kirchnerismo celebra 10 años en el poder con una reforma electoral que permite a la oposición menos de 100 días de propaganda electoral mientras Cristina Fernández y el oficialismo hacen 365 días del año campaña, con recursos ilimitados y por cadena nacional imponiendo el discurso oficial a través de una larga lista de medios que viven de la publicidad oficial, mientras trata de acallar cualquier voz opositora. 
 
El kirchnerismo celebra 10 años en el poder intentando colonizar al Poder Judicial, buscando borrar las denuncias de corrupción de sus funcionarios y colocando jueces que cierren con toda celeridad las causas que puedan mostrar el verdadero entramado de poder y negocios montada alrededor de un Néstor Kirchner convertido en personaje de historieta.
 
Reescribir la historia, uso y abuso de los derechos humanos, sembrar un mística que no existe, construir un “relato” y tomar conceptos vacíos e inyectarle contenidos nuevos han sido los instrumentos para crear una realidad paralela que no existe en la góndola de los supermercados, ni en las villas urbanas, ni entre los consumidores de paco, ni entre los jubilados, ni en las escuelas y hospitales públicos.
 
Luego de 10 años de gobierno, el cristinismo talibán se preocupa más por controlar e imponer la agenda mediática que por erradicar la pobreza, destina más tiempo en atacar a sus enemigos que en rehacer el entramado institucional, trabaja con más ahínco en repartir subsidios que en crear fuentes de empleo y se esfuerza en dividir cada día más a los argentinos, para poder dominarnos con más facilidad. Lejos quedó aquella Cristina Fernández que, en 2007, prometía más transparencia y apertura.
 
En el 10º Aniversario del ingreso al Gobierno de Néstor Kirchner, Cristina Fernández lanzó la campaña para las elecciones legislativas del 2013, que son la antesala de la votación presidencia del 2015. Mientras la Presidente de la Nación dice que celebró el Día de la Patria, la fiesta de Plaza de Mayo fue un acto partidario, cerrado, de altísimo contenido político, donde quedó en claro el proyecto de imponerse 10 años más. Fue el primer paso a la perpetuidad.
 
Mientras que Rafael Correa asume en Ecuador diciendo que no buscará un nuevo mandato, mientras Inacio Lula da Silva renuncia a volver al poder para beneficiar a Dilma Rousseff, mientras Michelle Bachelet ni siquiera intentó reformar la Constitución de Chile para eternizarse en su cargo, pese a la excelente imagen positiva que tenía cuando finalizó su mandato; Cristina Fernández busca cambiar la Carta Magna para buscar un tercer gobierno, dado que Amado Boudou se derrumbó como “Delfín” del proyecto cristinista talibán (por más que lo quiera resucitar Diana Conti).
 
La fiesta de ayer, el Gobierno mostró un fasto pocas veces visto, algo que responde a un viejo apotegma de la historia: cuando un proceso político está en decadencia, más exuberante se transforma, para ocultar sus profundas debilidades estructurales.
 
Después de 10 años de gobierno kirchnerista, la corrupción ha vuelto como uno de los temas que más preocupa a la gente. Esto no ocurría desde los tiempos menemistas. Así, como un cuerpo se pervierte con el tiempo, la corrupción aparece para carcomer la credibilidad del poder de turno. Además, a más ejemplos de corrupción, los liderazgos de turno redoblan una y otra vez su apuesta, hasta que se quedan sin capital político. Es la crónica de la decadencia del cristinismo talibán, siempre duplicando la postura. Es cierto que 100 veces ganaron, el problema es cuando empiecen a perder.
 
En política no existen reglas, pero si ciertas regularidades históricas. Por ejemplo, cuando más avanza en la decadencia un proyecto político más funciones ejecutivas suma para evitar que se note es derrumbe. También se inundan de mística. Por eso, las elecciones generales serán el 27 de octubre, el día que se recuerde el 3º año de la muerte de Néstor Kirchner, por lo cual, se relaciona la votación con una recordación del líder fallecido. Así, la fidelidad adquiere una dimensión totalmente nueva. Eso es crear mística.
 
Pese a que el kirchnerismo murió junto con Néstor Kirchner, el cristinismo talibán sigue usando su máscara, como la Revolución de Mayo hizo con Fernando VII, para poder mantenerse en el poder. Las diferencias entre el 25 de Mayo de 1810 y el 25 de Mayo de 2013 son inmensas. También entre el 25 de Mayo de 2003 y el 25 de Mayo de 2013. Poco importan, ayer en Plaza de Mayo no se recordó el Primer Gobierno patrio ni el ingreso de Néstor Kirchner al poder. Ayer, se lanzó la campaña para que el cristinismo talibán se eternice en el poder. 
 
El proyecto hegemónico entró en la recta final, dos elecciones separan a Cristina Fernández y sus acólitos de someter a la Argentina a su voluntad, quizás, por 10 años más. Sólo dos votaciones, demasiado poco tiempo para perderlo analizando una celebración que, aunque fastuosa, no pudo ocultar la debilidad que carcome las entraña del cristinismo talibán.

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