Cristina tiene un plan para ganar en octubre
Subir la apuesta, ir directamente por todo para que o la oposición se fragmenta o huye despavorida: ese es el plan de Cristina Fernández de Kirchner para octubre. "Hay que disciplinarlos" es la promesa hacia los que discrepan o cuestionan.
Muy interesante la descripción de Eugenio Paillet, en el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, acerca del plan de Cristina Fernández de Kirchner para ganar los comicios 203. En especial porque Horacio Verbitsky, desde Página/12, atribuye como uno de los que anticiparían el triunfo de Cristina a Vicente Massot, el director de La Nueva Provincia, a quien un fiscal federal intenta detener (¿tendrá algo que ver tanta presión?). Aquí Paillet:
"(...) Hay un plan en marcha para atravesar el duro camino hacia octubre, desde donde todos ellos imaginan que saltarán después, por derecha o por izquierda, al sueño mayor de quedarse en el poder más allá de los límites que establece la Constitución. El objetivo está a la vista: conseguir que la presidenta levante en las encuestas de imagen, que hoy la muestran con un techo del 35 por ciento, y que su figura sea la que impulse hacia arriba la chance de hacer una buena elección en las legislativas del 27 de octubre. En modo especial en la provincia de Buenos Aires, donde una vez más se librará la madre de todas las batallas, con De Narváez otra vez, como en 2009, a la cabeza de los sondeos sobre intención de voto, lo que de movida repone los peores fantasmas en el oficialismo y sus aliados. El gobierno ya da por perdidos distritos como Córdoba, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires, y no sabe qué va a pasar en Mendoza. La utopía de ganar las elecciones por cifras cercanas al 50 por ciento de los votos a nivel país hace agua por los cuatro costados. Y por esa razón es que hubo replanteos en la cima y se resolvió que Cristina baje al ruedo a poner la cara y a cargarse la campaña al hombro, un cometido que reconoce un grueso faltante: no hay una sola figura en el gobierno que pueda reemplazarla. Consecuencia, tal vez, de un estilo de mando que ella misma sembró. "Acá la figura soy yo, no te equivoques", supo decirle cierta vez a un ministro que se animó a llevarle sus veleidades de eventual "muletto".
La cantinela sobre planes destituyentes forma parte central de esa estrategia, y la van a profundizar a medida que se acerque el momento de ir a las urnas. La presidenta ordenó, además, reciclar desde ahora el tema de la defensa de los derechos humanos, la presión a los jueces para que aceleren las causas contra militares y civiles que esperan en las cárceles por sus condenas. Los organismos afines al gobierno han sugerido que es una buena idea la de hacer mucho ruido con este tema en el medio de la campaña. Sostienen que la sociedad es receptiva de esos movimientos, y que de paso sirve para instalar una idea que nadie se animaría en la tropa propia a reconocer en público: la de un gobierno que puede tener sus problemas con la corrupción, el viejo "roban pero hacen" que supo patentarse en cierta campaña por la intendencia de la ciudad brasileña de San Pablo, y que después se hizo carne por estas tierras. En este nuevo capítulo, el argumento sería que a la escandalosa corrupción oficial reinante se la puede tapar con la imagen de un gobierno que al mismo tiempo castiga las violaciones a los derechos humanos.
Otras patas del plan hacia octubre y los sueños de eternidad pasan en lo inmediato por administrar una serie de anuncios de aquí a las elecciones, siempre en la exclusiva boca de la presidenta. Un primer ejemplo es lo que acaba de ocurrir con los aumentos en la Asignación Universal por Hijo y otros subsidios con claro sentido clientelista que utiliza el gobierno para captar voluntades y votantes. También se espera meter mucho ruido con la campaña para controlar que no aumenten los precios, un estrambótico plan sobre cuya autoría se pelean La Cámpora, Emilio Pérsico y Guillermo Moreno, que nadie sabe cómo va a funcionar y de qué manera se va a implementar. Lo que el gobierno no ha podido evitar es la asociación inmediata que se ha hecho entre esas huestes juveniles K que saldrán a controlar góndolas con aquellas milicias que mandó Hugo Chávez a las calles, para perseguir opositores o supermercadistas que no aceptaban los precios máximos que les imponía la revolución, y que ahora el insólito Nicolás Maduro acaba de convertir en milicias armadas. (...)".
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