WikiLeaks y el giro K

Por qué tras el escándalo diplomático el kirchnerismo daría su giro más importante en política exterior.

Por Rodrigo Lloret (*) 


Algo está cambiando entre Argentina y Estados Unidos. Por estas horas es un gesto imperceptible, sólo observado por avezados diplomáticos. Pero con el correr de los días puede convertirse en el más importante giro de política exterior que haya presentado el kirchnerismo en sus años en el poder.

La revolución de WikiLeaks, que provocó el sismo más profundo en la política internacional desde el fin de la Guerra Fría, también podría estar inaugurando una nueva relación entre Buenos Aires y Washington. Otra era de diplomacia kirchnerista se avecina al Palacio San Martín a medida que la retórica le deja espacio a la prudencia y la bravuconada cede frente a la sensatez.

Para entender el viraje hay que analizar el silencio que se escucha en la Casa Rosada desde que estalló el cablegate. La orden de descomprimir una inevitable tensión también parece haber llegado a los medios oficiales que hoy privilegian las disculpas de la embajada de Estados Unidos o, directamente, le escapan a un tema que no puede ser obviado. Se trata, sin lugar a dudas, de una estrategia inverosímil en tiempos de Néstor Kirchner.

¿Qué hubiera pasado si el ex presidente hubiese podido responder a los comentarios de los diplomáticos norteamericanos sobre la salud mental de Cristina, que fueron escritos para ser leídos en el Departamento de Estado, pero que hoy pueden ser ojeados hasta en una pizzería? ¿Cuántas horas hubieran pasado desde la revelación de WikiLeaks sobre Argentina y el acto organizado por La Cámpora con Kirchner disparando su diatriba contra Washington y sus cómplices mediáticos locales? ¿Un Kirchner con vida estaría callado o se habría sumado al venezolano Hugo Chávez, que ayer mismo le apuntó al imperialismo yanqui? Son preguntas que dibujan en cada respuesta un antes y un después en la política exterior del kirchnerismo.

Mar del Plata asoma, por capricho del destino, como el lugar elegido para completar esta incipiente parábola. Fue esa hermosa ciudad costera la que abrió una cicatriz profunda en la diplomacia norteamericana cuando Kirchner usó la platea de la Cumbre de las Américas en 2005 para abofetear en público a George W. Bush. Los diplomáticos norteamericanos acusaron el golpe: dolió más el gesto patoteril (de barrabrava diría el canciller Héctor Timerman) del dueño de casa, que la propia muerte del ALCA. Lula, por caso, también talló para frustrar los deseos de Bush, pero defendió sus intereses sin ofensas: le hablaba a otra tribuna. En la diplomacia, algunas veces, las formas son mucho más importantes que el fondo.

Este viernes arranca otra cita en Mar del Plata. En medio del escándalo mundial por los cables estadounidenses, la Cumbre Iberoamericana recibirá a los presidentes latinoamericanos y también a los reyes y al gobierno de España. No vendrá Barack Obama, pero será Cristina Kirchner, como anfitriona, la responsable de mostrar sus artes diplomáticas para saber qué lugar tendrá el presidente de Estados Unidos en el sur. Quizá sea Mar del Plata el lugar en el que Cristina dejará, finalmente, de ser Kirchner.

(*) Editor de Internacionales del diario PERFIL. Especial para Perfil.com.

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