Del fin del mundo al trono de San Pedro, los cien días de Francisco

El primer Papa jesuita y latinoamericano de la historia, Francisco, cumple sus primeros cien días en el trono de Pedro. El argentino sorprendió al mundo por su apariencia humilde y sencilla, mientras prepara una revolución pacífica dentro de la desacreditada Curia Romana, reto que, para los analistas, marcará su pontificado.


Desde hace poco más de cien días, el jesuita argentino Jorge Bergoglio pasó a ser Francisco, “el Papa austero”, “el Papa cuervo (por el club de sus amores, San Lorenzo)”, “el Papa del fin del mundo”, como se definió él mismo, en su primera aparición pública. “Recen por mí”, pidió ante los fieles que esperaban conocer a su próximo líder espiritual, en lo que ya es una marca registrada de su estilo.
El Sumo Pontífice se ha convertido en poco más de tres meses en el “Papa de todos” por su lenguaje directo y claro, por sus gestos de afecto en público, por dejarse tocar y abrazar por los fieles, un estilo mucho menos tímido que el de su predecesor, el alemán Benedicto XVI, con el que convive dentro del Vaticano, siendo la primera vez en la historia que cohabitan dos pontífices.
Desde su elección el pasado 13 de marzo, el Papa no ha dejado de sorprender por su sobriedad, por la decisión de alojarse en la austera residencia Santa Marta en vez del fastuoso e inaccesible apartamento papal dentro del palacio apostólico, por sus cómodos zapatos negros en lugar de los tradicionales rojos, por sus charlas informalescon religiosos y amigos en las que habla sin tapujos del afán de carrera, de la corrupción, las intrigas, las luchas por el poder y hasta la existencia de una ‘lobby’ gay en el Vaticano, escándalos que sacudieron como un calvario los ocho años de papado de Benedicto XVI.
Francisco desayuna con obispos, funcionarios, jardineros, no tiene un puesto fijo en el comedor común y prefiere estar rodeado de gente, algo que suscita mucha preocupación en sus agentes de seguridad.
En un mundo agobiado por la crisis económica, el Papa abandonó todo lujo, condenó la riqueza, las injusticias sociales y la falta de ética. Al rechazar “la tiranía del dinero” y la “dictadura de una economía sin rostro”, como la tildó, se convirtió en el vocero de miles de pobres de todos los continentes y sus apariciones y frases célebres atraen a multitudes a la plaza de San Pedro.
Para muchos, y pese al brusco cambio de timón que supuso la renuncia de Benedicto, es evidente que aún está por comenzar lo que algunos llaman la “revolución pacífica”. “La reforma no la puedo hacer solo”, admitió el Papa al inicio de junio ante un grupo de religiosos latinoamericanos, después de haber visitado sistemáticamente todas las congregaciones y consejos vaticanos, escuchado quejas y elogios, analizado lo que se puede mejorar y cambiar.
Las tensiones que provoca el nuevo pontificado fueron ilustradas por el secretario de la comisión pontifical para América Latina, el laico uruguayo Guzmán Carriquiry, que denunció la tendencia a querer “Francisco o Benedicto”. Si bien no se sabe si cuenta con los consejos de Benedicto XVI, quien vive en un convento a pocos metros de su residencia, Francisco le rendirá un curioso homenaje cuando firme la encíclica sobre la fe, la primera de la historia escrita por dos pontífices vivientes. “Es un documento fuerte. Un gran trabajo, lo ha hecho él y yo lo voy a terminar”, comentó hace una semana Francisco, quien confirma así que sigue la línea rigurosa sobre la doctrina de Benedicto XVI.

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