Semana clave: Cristina necesita multitudes que la aclamen el sábado 01/03
El poder de Cristina Fernández de Kirchner se diluye a diario. Para evitar la decadencia ella tendría que mejorar la gestión y concretar el giro necesario. Por momentos, ella lo intenta pero, poco después, no resiste a la tentación de hacer kirchnerismo... convocando a la decepción, porque lo que antes sorprendía, ahora aburre; lo que antes entusiasmaba a algunos, ahora fastidia; muchos sólo miran el calendario a ver cuándo llega el bendito 2015 para que ella se marche. Cristina intentará una vez más convocar a las masas, el sábado 01/03, para cuando prepara un discurso que ella considera importante a los efectos de mantener su autoridad. El riesgo es considerable para una mandataria que no encuentra el rumbo.
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Después de tomar medidas ortodoxas que demuestran un baño de realismo por parte de la Administración Cristina, y con la sensación de que han logrado controlar al mercado, frenado la fuga de divisas y la escalada del dólar blue; la Presidenta de la Nación lanzó un nuevo intento de rescate de imagen positiva y votos perdidos, que culminará con un triunfal y desafiante discurso de apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso el próximo sábado 01/03.
La devaluación, la suba de tasas, esterilizar circulante, reconocer la inflación, desarmar una partecita del cepo, anunciar un préstamo de $8.500 millones a YPF, la re-reprivatización de los trenes urbanos y suburbanos, el acercamiento de Cristina Fernández al gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta; sentarse a negociar con la CGT oficialista, el intento de romper con Irán y buscar acortar distancia con Israel; y la parcial aceptación de que en la Argentina se produce droga, que hizo por error el ministro de Defensa, Agustín Rossi; confirman los intentos del Gobierno de solucionar algunas de las muchas distorsiones que se acumularon, por ineptitud o ideologismo, los últimos años.
Pero el baño de realismo y que se tomaran medidas ortodoxas no implican que el Gobierno haya dado un giro a la derecha, tal como esperan muchos argentinos. Al contrario, pese a que viajó a Italia y ya no forma parte del Gabinete Nacional, Guillermo Moreno o sigue ladrando a la distancia (¿No era más bueno que Lassie según Néstor Kirchner) o ha dejado su ADN en la función pública; así, la gestión se concentra en tender un cerco policial contra aquellos que la Casa Rosada considera enemigos, demostrando una actitud policial que impacta.
Así, para combatir la inflación, los nuevos/viejos enemigos son los empresarios, a quienes se les quiere regular la rentabilidad, los vigilan con La Cámpora, los intendentes y los sindicatos; los obligan a negociar paritarias según voluntad de la Casa Rosada, les desempolvan la Ley de Abastecimientos (una de las peores leyes que están vigentes en la Argentina), les pretenden controlar la cosecha on line, lanzan a diputados y senadores a inventar normas y penalización; yhasta los amenazan con la intervención de la Comisión Nacional de Valores, pese a que vigilar precios no es una de las funciones que la legislación le otorga al organismo.
Hoy, la lucha contra la inflación, llamada eufemísticamente “defender el bolsillo de los argentinos”, se ha convertido en la nueva cruzada –otra más y van…- sobre la cual Cristina Fernández quiere resucitar a la militancia, mientras la financia con fondos del Plan Progresar o créditos del Plan ProCreAr. Sin duda, otro rasgo del realismo que invade al Gobierno: luego de la derrota electoral de Octubre, sin dinero no hay militancia que vuelva a las calles para defender el poder que le resta dilapidar a la Presidente de la Nación. Un curioso caso de mística subsidiada, algo que ya es marca registrada del modelo kirchnerista.
La visión policíaca para lidiar con la fuga de divisas, la suba del dólar blue o la inflación es un signo de la ratio política con que la Presidente de la Nación y sus funcionarios analizan los problemas económicos.
No hay desconfianza, hay movimientos destituyentes.
No hay inconsistencias, hay empresarios que se quieren quedar con el sueldo de los argentinos.
No hay déficit fiscal o emisión monetaria exagerada, hay supermercados o industriales que quieren obtener ganancias desmesuradas.
Se impone la visión conspirativa.
El enemigo, los enemigos, se aprovechan de un Gobierno que les hizo ganar como nunca, según las palabras presidenciales.
Por eso Cristina Fernández les dice: “No maten la gallina de los huevos de oro”, considerando así al“modelo” económico oficialista y a la gestión presidencial como esa “gallina de los huevos de oro”que se quiere masacrar. La autopercepción que tienen de sí mismo en el oficialismo es otro signo de su incomprensión de la realidad.
Pero las urgencias del Gobierno y la ratio policial que invade a la gestión de Cristina Fernández en esta etapa de poder menguante se observa en el ambiente político, donde se lanzó un proceso de corporativización profunda de los supuestos aliados del oficialismo, con el fin de que todos vigilen a todos, buscando minimizar el riesgo de fuga hacia el sciolismo o el massismo.
¿Sergio Massa esperaba la reacción que tuvo en la Casa Rosada y en el kirchnerismo al lograr el pase del devaluado intendente de Merlo, Rubén Othacehé, al Frente Renovador? Por orden directo de Cristina Fernández, el Gobierno desató una inmensa operación de “contención” de intendentes, gobernadores, legisladores y sindicalistas que, en el fondo, implica mantener dentro del Frente para la Victoria la tajada más importante y jugosa del peronismo.
La reacción presidencial expone el inmenso deterioro que tiene el cristinismo como fuerza política. Con Néstor Kirchner, a nadie se le ocurría “sacar los pies del plata”... hasta las elecciones de 2009, cuando lo masacraron. Luego, Cristina buscó imponer una nueva disciplina afirmando que todos ellos habían ganado gracias a ella, en 2011. Sin embargo, desde la defección del ex Jefe de Gabinete y ex intendente de Tigre, Massa, las fugas han sido lentas pero constantes, a tal punto que hace pocas horas, mientras el Gobierno trataba de encerrar en un corralito al Partido Justicialista bonaerense, el massismo sumaba al senador provincial Fabio Sorchilli y el Frente Renovador se convertía en la 1ra. minoría de la Cámara alta de la Provincia, un verdadero golpe al poder del kirchnerismo y el sciolismo.
El éxito de Sergio Massa se produce luego de 2 semanas que el Ministro de Planificación, Julio de Vido; el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli; el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini; el Jefe de Gabinete de Daniel Scioli, Alberto Pérez; su ministra de Gobierno, Cristina Álvarez Rodríguez; y la cúpula de La Cámpora, en pleno; salieron a buscar confirmaciones de fidelidad hacia la Presidente de la Nación.
Hubo promesas de obras, cumplimiento de pagos pendientes, asistencia financiera para poder cubrir baches fiscales, ofrecimientos de más planes sociales para ser administrados por los intendentes y juramento de reuniones más asiduas y líneas de teléfonos abiertas en forma permanente. Nadie creyó mucho de lo que se habló en los encuentros, pero nunca se rechaza una oferta de un poder que se ha mostrado tacaño, soberbio y esquivo tantas veces.
Alberto Pérez y Cristina Álvarez Rodríguez se ofrecieron como “garantes” e “intermediarios” entre los municipios y la Nación, algo que no gustó a la Casa Rosada, pero como es necesario retener a todos, no se pueden dar el lujo de “quemar las naves” con Daniel Scioli o con el sciolismo en estos momentos. Así, que se “comen el sapo” y comienzan a aceptar que si el Gobernador de Buenos Aires gana una interna partidaria, terminarán por apoyarlo como herederos de Cristina Fernández en 2015. Otra muestra de realismo, sin duda, pero también, un baño de humildad que sólo se produce que surge el temor de perder el poder.
Además de múltiples reuniones con intendentes, de lanzar “Concejales para la Victoria”, un colectivo conformado por ediles de los partidos donde gobierna el massismo y de reflotar la Federación Argentina de Municipios; se juntó a La Cámpora, el kirchnerismo y el sciolismo en un plenario del Partido Justucialista bonaerense, que se hizo en Santa Teresita, donde los llamados a la “unidad” abundaron. Traducido en otras palabras significa: “evitemos rupturas y fugas que el poder se nos va de las manos”. Ese es el clima que se vive en el oficialismo, en el territorio más importante para los sueños hegemónicos cristinistas.
Pero no fue la única apelación a corporativizar que llevó adelante la Casa Rosada con el fin de evitar fugas. También se juntaron sindicatos de la CGT de Antonio Caló y cámaras empresariales que eran muy cercanas a Guillermo Moreno para dar una declaración de defensa del “modelo económico”, justo cuando se produce el mayor ajuste ortodoxo que haya hecho el Gobierno desde que llegó al poder en 2003. Una contradicción notable.
Es curioso que Cristina Fernández, quien despotrica contra las corporaciones, reacciones como el fascismo, conformando corporaciones propias, con el fin de sostener sus decisiones y nutrirse de su poder; tal como hizo Benito Mussolini cuando usó la idea de los “fascios” unidos para conformar el entramado de poder que lo mantuvo el frente de Italia 11 años.
Cristina Fernández debería aprender de la historia: los movimientos personalistas se llaman de esta forma porque dependen de la fuerza, del poder, de la confianza, del miedo que infunden sus líderes. Pero desde que se clausuró el camino a un nuevo mandato y aparecieron los primeros problemas físicos, su liderazgo comenzó a languidecer. Y el peronismo es experto en detectar cuando los liderazgos entran en el ocaso.
La acción policial y el “operativo contención” son expresiones de debilidad que no eran necesarias en el pasado. Por eso Cristina Fernández vuelve con sus actos al Gran Buenos Aires: debe mostrar al peronismo y a la opinión pública que su poder están impoluto, que no ha sido mellado, que no hay debilidad. Por eso no debe extrañarse que, en esta etapa, emerjan decisiones extremas.
Colocar multas a un grupo de híper y supermercados es sólo un gesto “administrativo”, lo mismo que llamarlos para aplaudir o firmar declaraciones; tarde o temprano, Cristina Fernández deberá llevar a la práctica la amenaza que alguna vez hizo Juan Domingo Perón: “hacer sonar el escarmiento”. Sin embargo, cuando lo hizo en el pasado, el costo para el Gobierno fue inmenso.
La pelea contra los holdouts ahogó financieramente al Gobierno, la confiscación de YPF fue un fiasco, estatizar Aerolíneas Argentina ha costado miles de millones de dólares, enfrentar al campo le retacea US$10.000 millones anuales adicionales a las reservas del Banco Central, tratar de someter a Hugo Moyano nunca rindió beneficios. Por eso, si Cristina Fernández quiere hacer demostraciones de fuerza, deberá cuidar que el costo político no sea mayor que el beneficio que se espera obtener. Su capital político, escasea.
Las próximas grandes batallas por demostrar poder se pelearán en el Congreso. Cristina Fernández, como todo abogado que accede a la política, intenta dejar su marca en el mundo de las leyes, aprobando normas que sean muestra de su impronta ideológica. Por eso imponer el nuevo Código Civil y Comercial Unificado y el remozado Código Penal serán dos de los objetivos más caros para el oficialismo. Sumar votos, será su mayor desafío.
Por eso Cristina Fernández quiere que el próximo sábado 01/03 la Plaza de los Dos Congresos y la Plaza de Mayo estén repletas de militancia. Se llamó a los Barones del Conurbanoy los gremios a movilizar. Esa será la manifestación de poder externo, mientras que el discurso de apertura de Sesiones Ordinaria será la de poder interno. Sin duda, será una arenga de barricada, repitiendo éxitos del pasado y llamando a un futuro de poder imposible de alcanzar. Mostrando lo que hoy sólo le queda al cristinismo: gestos, amenazas y palabras.
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