Cristina & Nicolás: El populismo demagógico cierra filas

La primera demostración de su mediocridad irremediable la ofreció Néstor Kirchner cuando eligió a Hugo Chávez Frías como su aliado internacional, con quien concretaron negocios de sobrefacturación de importación de gas y petróleo, emisión de deuda basura y otras actividades nada revolucionarias. Ambos murieron y fueron heredados por Cristina Fernández de Kirchner y Nicolas Maduro, mini Kirchner y mini Chávez. Ambos han dilapidado 'el modelo': Cristina perdió 2 elecciones en 2013 y se quedó sin su ambición de re-reelección, y Maduro tuvo que realizar un comicio fraudulento. Ambos han tenido que devaluar por exceso en el gasto necesario para financiar sus gigantescas maquinarias clientelares, ambos impusieron cepos cambiarios porque eligen colaboradores incapaces, y ambos intentan reivindicarse mutuamente en su descenso. En Venezuela la situación es peor porque prevalece la violencia, que se espera no llegue a la Argentina. Sin embargo, Cristina & Nicolás son demostraciones de la inutilidad del populismo demagógico para mantenerse en el poder por sus propios medios. Gobernar es gestión no blablablá, y quien lo ignore sólo tiene a Cristina & Nicolás para comprenderlo.


"(...) Si uno de los méritos que se asigna el gobierno argentino es la defensa de los derechos humanos; no puede haber mérito alguno en Maduro, más allá de que él sea un acreedor importante de los Kirchner, en nombre de Chávez. (...)"
por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter:@santosjorgeh
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Hay argentinos que, por diferentes motivos, pueden suponer, a causa de una información escasa, que lo que viven en su país sucede en cualquier lugar; que la vida es una zozobra permanente, abarrotada de trastornos, marchas y contra marchas, problemas que se acumulan pero nunca se resuelven.
 
Los jóvenes aún tienen una oportunidad pero los ancianos que militan en ese escenario de ignorar o pretender desconocer otras realidades, corren el peligro de reducir su mundo personal a transcurrir sus postreros años -cuando deberían gozar de paz y respeto por su extenso desempeño pasado- sufriendo las penurias que anticipa una miserable suma mensual, el mendrugo que sobró del festín de la seguridad social saqueada por los gobernantes corruptosque la administraron para beneficio propio y con total exención jurídica.
 
Quienes pudieron viajar por países donde los recursos del Estado vuelven al pueblo en infraestructura de todo tipo y color, donde las sociedades pueden planificar su futuro sin mayores sobresaltos porque están sujetas a políticas que perduran en el tiempo, aunque cambien los gobiernos; se preguntarán -con real amargura- cómo diablos es que la Argentina se desplomó en tamaña decadencia, tal como la que transita hoy, y de la cual será muy costoso salir.
 
Para quienes han vivido un trecho largo, Argentina duele.
 
Duele comprobar su devaluación cultural, anterior y mucho más importante que la devaluación de su economía.
 
Y una cuestión muy grave: con cuánta complicidad de su propio pueblo la han empobrecido; un pueblo para el que la corrupción no es sí misma una cuestión vital de la convivencia democrática.
 
La tolerancia explícita en la frase popular “roban pero hacen”, es un límite a la evolución como sociedad.
 
Por todo lo que implica ese concepto, a la Argentina la han robado y la seguirán robando la vida. El robo no es sólo económico-financiero. También incluye el robo de la vida y de la esperanza en las calles inseguras. Y no sólo en las calles, también en las vías -son 2 años de la tragedia de Plaza Once-, y en los hospitales -que lucen antiquísimos-; y en una educación tan empobrecida que la mayoría de los egresados se encuentra con una formación inferior al estándar internacional ; y el narcotráfico que ya se ha explicado que no podrá ser derrotado, por lo que habrá que ir acostumbrándose a la convivencia.
 
Un país sin futuro aborta a sus habitantes.
 
Los reduce a una vida sin expectativas, con sueños acotados y difíciles de alcanzar.
 
Para colmo, los años transcurridos desde 2002 hasta el presente -cuando los ingresos del campo llegaron a las arcas del Estado en cantidades nunca antes conocidas-, la dilapidación del dinero impidió la creación de las indispensables reservas para los días de vacas flacas. La canilla se abrió para financiar medios de comunciación oficialistas, la televisación del fútbol profesional y otras extravagancias que, además, permitieran mecanismos de retorno a los bolsillos de los funcionarios.
 
El desastre está a la vista: más del 30% de la población sumergida en la pobreza frente a un panorama, en el corto y mediano plazo, que tiende a aumentarlo.
 
Y una sociedad regada de odio. La estructura social ha sido fragmentado desde el propio poder central, que incita a la violencia creando enemigos imaginarios, que ocultan las culpas de una gestión decadente en todos los planos.
 
En nombre de la democracia, se atenta contra la República y sus instituciones, hasta el extremo de dejar olvidada a la Constitución Nacional que juraron respetar las autoridades electas y otras nombradas por el Ejecutivo.
 
La intolerancia de arriba se ramificó abajo. 
 
Todas las prácticas usuales para una convivencia armónica han sido arrojadas al vacío.
 
El autoritarismo desplazó al diálogo.
 
El que piensa distinto no merece piedad, es un enemigo.
 
La impunidad hace que sigan libres los responsables de evidentes actos de corrupción. 
 
El robo de los dineros de todos (el Estado somos todos) es tan alevoso que compite, de igual a igual, con el descaro de los ministros, gobernadores,  intendentes, senadores, diputados alineados con la ficción montada por la Presidente para repetir hasta el cansancio una historia de gestas inexistentes, falacias que desfilan en sus recurrentes cadenas nacionales.
 
La Nación ha sido saboteada por un gobierno que le ha hecho mucho mal a todos y a todas.
 
Nadie está a salvo.
 
Los pobres no tienen luz de esperanza de salir de esa situación. Los integrantes de clase media luchan por no caer de la misma; y los más poderosos no tienen resguardo de su patrimonio en un contexto donde la inseguridad jurídica alentó y continúa alentando la fuga de capitales.
 
Si, además, el espejo donde se mira la Presidente de los argentinos es el que convierte a Nicolás Maduro en un demócrata, el panorama es aún más complicado.
 
Nicolás Maduro es uno más de los tantos presidentes sudamericanos que llegó al gobierno en elecciones fraudulentas. Con ellas se apropió del rol de un dictador encarnado por el siniestro Hugo Chávez, su patrocinador fallecido.
 
Hoy, frente a un pueblo venezolano que lucha contra un tirano, Cristina Kirchner brama por defender al autoritario de un pueblo hermano, quien ya tiene sus manos manchadas con sangre. Y la Presidente lo hace porque pretende prevenir: "un gobernante elegido por la mayoría debe permanecer en el gobierno hasta el final de su mandato", es la alegoría de Cristina ya que hay rumores de que ella tiene dificultades para llegar a 2015 en tiempo y forma.
 
Ella no repara en los costos, y eso es peligroso: Nicolás Maduro, al sábado 22/02) ya mató, con el uso de una bestial represión, a 11 personas, hirió a cientos y encarceló a otros tantos.
 
Si uno de los méritos que se asigna el gobierno argentino es la defensa de los derechos humanos; no puede haber mérito alguno en Maduro, más allá de que él sea un acreedor importante de los Kirchner, en nombre de Chávez.
 
Cristina está confirmando lo que muchos sospechaban; que los derechos humanos han sido parte de otro gran engaño de Néstor y Cristina Kirchner.
 
Lo demostraron en tragedias tales como las del local bailable República Cromañón, en la estación ferrociaria de Plaza Once, en las muertes ocurridas durante la reciente revuelta policial mientras ella bailaba en las puertas de la Casa de Gobierno; y lo demuestra ahora defendiendo la dictadura del peligroso “colectivero” llegado a primer mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro.
 
Si de todo esto el pueblo argentino no saca de todo esto una enseñanza a futuro; el porvenir de Argentina no solo será complicado sino que puede convertirse en trágico.

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