Las manos de Perón: 25 años después de la profanación

Existe una versión exótica y de teoría conspirativa masónica esotérica que atribuye la profanación de la bóveda de Juan Domingo Perón a una supuesta organización criminal que se llamó P-2 (Propaganda 2), liderada por un criminal de alto vuelo en Italia que se llamó Licio Gelli. Las nuevas generaciones no conocen ni registran de quien se trata así que los nombramos brevemente pues hablar de ellos sería largo, tanto como la decena de libros que se escribieron sobre éstos personajes. Licio Gelli y el Vaticano eran algo así como “La 12” y Boca Juniors, o “Los Borrachos del Tablón” y River Plate.  Sí, la “P-2” era la barra brava de Roma, aunque sin banderas y muchos billetes venidos de negocios sucios.




En los últimos años hubo una versión exótica que le quiso atribuir la profanación de la bóveda de Perón a esa organización de la que formaba parte desde el Almirante Massera hasta López Rega y otros personajes que duele el estómago recordarlos.

Varios alrededor de Juan Domingo Perón la integraron, pero al líder no se le conocía vínculo con la “P-2”, aunque sí relaciones con sus miembros.

Queda uno de esos miembros vivos en la Argentina, fue el instructor de López Rega en las prácticas espiritistas. Un octogenario llamado Juan José Cresto, ex director del Museo Histórico Nacional, a quien habría que preguntarle más que sobre López Rega y su bestial poder en la Argentina, sobre el destino de dos objetos preciados que robaron de ese museo: Los relojes que pertenecieron a Belgrano y otro a Carlos Pellegrini. Ciertos grupos masones utilizan simbología histórica para ciertos cultos pseudo esotéricos. 

Volvemos a junio de 1987. En estas entregas vamos a acercarte a una reconstrucción histórica de la investigación que venimos haciendo desde hace un cuarto de siglo sobre el macabro episodio. Siempre aclaro: La investigación la hago como periodista, porque peronista ni fui ni pienso serlo jamas (como trotskista jubilado, es obvio que así sea).

La hipótesis de que las manos de Perón fueron cercenadas por grupos de la “P-2” en supuesta venganza contra el líder muerto en 1974, es tan estrafalaria que no sirve ni para una película de bajo nivel. Quizás suena lindo para una trama conspirativa, pero es absolutamente engañosa.
¿Otra versión que se echó a correr en su momento?

Las manos de Perón tenían en un anillo grabado la clave de una cuenta bancaria en Suiza donde estaba depositada una fortuna que Perón se llevó de la Argentina tras el golpe de Estado de 1955.

Falso.  Cuando Perón estaba en Europa hasta su retorno a la Argentina, no existía un sistema tipo código de barras que pudiera leer las huellas dactilares para acceder a una caja de seguridad. La ingeniería para acceder a los bancos suizos era algo complicada, no se iba solo con un número de caja de seguridad y una contraseña. Las entidades de Suiza, que fue capital mundial donde los dictadores del mundo y traficantes de armamentos a gran escala llevaban las pertenencias robadas en sus países (Africanos y Latinoamericanos integraban el triste récord de ser los más asiduos concurrentes), eran discretas y confidenciales pero no tenían estructuras de defensa anticuadas.

Así que quienes hicieron correr el rumor que se habían robado las manos de Perón para llevarse el dinero de Suiza, fueron vandálicos operadores de prensa de los ejecutores de la profanación.
Y quienes instalaron la exótica versión de la venganza masónica contra el General, idearon una trama que suena linda para el cine pero fea con la realidad.

De hecho, cuando el año pasado la productora cinematográfica “Pampa Film”  (su último éxito fue “Sudor frío”) decidió elegir uno de los libros escritos sobre el tema para llevarlo a la pantalla grande, eligió hacerlo con “Las Manos de Perón” (del autor de este informe) y no con otras versiones que no se ajustan a la verdad histórica.

¿Para qué inventar historias forzadas si la misma realidad tuvo los ingredientes necesarios incluso para superar a la ficción?

Te recordamos uno de ellos. El juez original que investigó la causa se llamó Jaime Far Suau.  Fue uno de esos hombres que se crió en épocas de las dos primeras presidencias de Perón, tiempos en los cuáles nadie era indiferente a lo que ocurría en la Argentina.

Se lo odiaba o reverenciaba, pero jamás la tibieza de sentimientos.

Los padres del juez Far Suau (igual que los del comisario Zunino, jefe policial de la investigación) habían sido beneficiados por planes de vivienda que Perón lanzó repetidas veces. Obvio, no eran esos planes truchos de ahora ni estaban los Schoklender y sus “Sueños Compartidos”.  Aquellas familias tuvieron sus casas, los chicos sus bicicletas y algunas otras reivindicaciones sociales.

La SIDE de Raúl Alfonsín (o algún otro grupo de tareas que dependía de Casa de Gobierno en 1987) le hizo la vida imposible a Jaime Far Suau para alejarlo de las pistas que podían llegar a dar con los autores y el paradero de las manos amputadas en la bóveda de la Chacarita.

Al juez le secuestraron un hijo, al que pasearon en un móvil tipo dictadura durante todo un día y lo devolvieron a la madre con el solo mensaje que…”el padre se dejara de joder con investigar la profanación de la Chacarita”.

Far Suau también investigaba el crimen de un sereno del cementerio, Paulino Lavagna, que había muerto víctima de una feroz golpiza cuando un grupo de individuos lo atacó para robarle las llaves de los candados por los que se ingresa al cementerio. Es que los autos (entre ellos un Torino) que entraron las herramientas para profanar el féretro de Juan Domingo Perón ingresaron por los portales del mismo cementerio. Las llaves se las robaron a Lavagna y Far Suau quería investigar toda la trama del asunto.

El juez murió cuando su auto volcó cerca de Bahía Blanca y el Ford Sierra Rural se incendió totalmente y sus ocupantes (el juez y su secretaria) murieron incinerados.

Bien, un simple accidente. Pero cuando el auto dio varios tumbos el tanque de combustible se desprendió y terminó apareciendo a 200 metros de distancia con todo su combustible intacto. 

¿Qué provocó el incendio si no fue el combustible? ¿Acaso un artefacto explosivo que se activaba cuando el auto tomaba gran velocidad?

Sí, fue eso. Al juez lo asesinaron y a sus sucesores le advirtieron que no indagaran más de la cuenta.

No hace faltan versiones extravagantes acerca de las manos de Perón. La propia realidad es demasiado fuerte como para inventar fantochadas.

Y hay más en las próximas entregas.


Por Jorge D. Boimvaserinfo@boimvaser.com.ar

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