Mentiras gordas, memorias flacas
En medio del torbellino preelectoral el pueblo escucha pronósticos, asiste a debates mediáticos, oye insultos, denuncias, descalificaciones y mensajes contradictorios que por un lado instan al recuerdo de errores del pasado y por otro piden olvido y superación pensando sólo en el futuro, o sea pasar página. Lo grave del caso es que muchos candidatos ordenan pasar página sin haberla leído, lo cual es sinónimo de vista gorda y memoria flaca, combinación letal para la conciencia ciudadana. No se trata de vivir atados y anclados en un pasado nefasto o idílico según los casos sino de comprender que muchas veces el pasado nos marca el presente y nos proyecta hacia el futuro.
Por Enrique Pinti | Para LA NACION
Por Enrique Pinti | Para LA NACION
Cuando sentimos malestares corporales y experimentamos sensaciones físicas fuera de lo normal acudimos a un médico en busca de diagnóstico y ¿qué nos pide el facultativo? Historia clínica. Él necesita saber todo lo que nos pasó, lo máximo que pueda conservar nuestra memoria complementado y ayudado por tratamientos anteriores que muchas veces han sido cumplidos en etapas muy tempranas en nuestra existencia. Aquellos que no han buceado en los orígenes del mal se encuentran frente a males que podrían haberse evitado.
Así como el cuerpo necesita memoria para prevenir horribles consecuencias, de la misma manera el "cuerpo social" necesita memoria histórica para no caer en trampas demagógicas derivadas de la extraordinaria habilidad del poder político, tanto oficialista como opositor, para conseguir el favor popular proponiendo cambios y/o continuidades que en la mayoría de los casos no exceden las promesas rimbombantes de una realidad manipulada para convencer al soberano de que todo está tan bien que para qué cambiarlo o que todo está tan mal que sólo nos salvará un cambio.
El problema está en qué cambio y de qué forma concreta se puede realizar o qué es lo que está tan bien que no admite la menor modificación sino, por el contrario, lo que se impone es la profundización del proceso. Mientras la catarata de denuncias, renuncias, cambio de candidatos, modificación de tácticas y utilización de medios de comunicación para llevar harina a cada costal, se intensifica con ferocidad digna de mejor causa, el pueblo se debate entre el fanatismo militante y la indiferencia total pasando por la valoración parcial y prejuiciosa más de personas que de verdaderas ideas.
Las encuestas favorecen o desfavorecen a candidatos con variaciones semanales debidas a episodios, escándalos y frases desafortunadas que actúan como detonantes de subas y bajas que no representan cabalmente el real y profundo pensamiento del votante. El cuarto oscuro y sus cientos de boletas, alianzas, mezclas, nombres, caras sonrientes, apellidos conocidos o ignotos y listas no aptas para chicatos, se asemeja más al "cuarto rojo" del "Gran Hermano" televisivo que a una verdadera opción ideológica democrática. Carisma, frases, amenazas y tremendismos pasan por las mentes de los ciudadanos que muchas veces apelan a su memoria, generalmente muy corta, para decidir su destino y nada se terminará de definir positivamente si olvidamos "cómo nos fue en la feria" bajo gobiernos de estatizaciones forzadas, privatizaciones fraudulentas, corralitos siniestros, cepos, inflaciones, deflaciones y mentiras muy gordas para memorias flacas.
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