Los dos complots
Una mañana de mediados de diciembre último, mientras hacía las compras en el supermercado de la zona, Alberto Nisman se encontró por casualidad con un ex altísimo funcionario del gobierno de Néstor Kirchner y de los primeros meses del de Cristina Fernández de Kirchner. El ex funcionario en cuestión había tenido un papel importante en el proceso de creación de la Unidad Fiscal Especial para el Esclarecimiento del Atentado AMIA.
“Necesito conversar con vos porque te quiero poner al tanto de algo que voy a hacer dentro de muy poco tiempo y que va a generar mucho ruido” –expresó el fiscal. La reunión se produjo a los muy pocos días en el departamento del ex funcionario. Allí, Nisman habló acerca de ladenuncia por encubrimientoque pensaba realizar y que involucraba, entre otros, nada menos que a la Presidenta y al canciller Héctor Timerman. “Quedé impactado por el relato de Nisman al que acompañó con el detalle de la escucha que lo involucra a Bogado” –recuerda el ex integrante de los gabinetes K azorado ante la tragedia.
La muerte de Nisman representa un magnicidio institucional que golpea fuertemente al Gobierno y a la República. Tiene –y esto hace al hecho más grave aún– las características de una muerte anunciada. Según relató nuestra colega de Clarín, Natasha Niebieskikwiat, pocas horas antes de su muerte, el fiscal le expresó que podían matarlo. Igualmente, según la declaración atribuida a Diego Lagomarsino, el asistente que le prestó el arma con el que se efectuó el disparo fatal, Nisman se la pidió para defenderse después de que Antonio Stiuso le advirtió que podían asesinarlo.
Sospechas. Es ominoso observar cómo la investigación judicial va transitando caminos que dejan al descubierto hechos increíbles que agrandan el espectro de las sospechas.
¿Cómo es que, ante la falta de respuesta a sus llamados por parte del fiscal, sus custodios demoraron diez horas en entrar a su departamento? ¿Cómo es que durante ese lapso no impusieron de lo que estaba sucediendo a sus superiores? ¿Quiénes son las personas que conocían la clave de ingreso al departamento de Nisman? ¿Esa clave, era la misma de siempre? ¿Por qué teniendo dos armas y sabiendo que el prestar un arma es un hecho ilegal, le pidió a Lagomarsino que le facilitara la suya para defenderse? ¿Hubo una zona liberada en el domicilio de la víctima?
Entre la lamentable primera carta de la Presidenta, en la que dedicó casi dos carillas a hablar de ella misma, y la segunda, se verifica un giro de 180 grados que demuestran el desconcierto y la desesperación que en estos momentos atraviesan el corazón del poder. La Presidenta pasó de hablar de un “¿suicidio?” a “un suicidio (que estoy convencida) no fue”. En 48 horas el fiscal pasó de ser un golpista y desestabilizador a víctima de un engaño, casi como si fuera un “pelele”.
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