Bergoglio le concedió a Cristina la foto que ella le pedía
Por supuesto que es controversial porque es campaña electoral y Jorge Bergoglio lo sabe. Pero también es cierto que él es jefe de la Iglesia Católica Apostólica Romana, que tiene un vínculo con el Estado, y que no es ni un partido político ni una ONG, según explicó. El debate está abierto y hay para todos los gustos, pero la foto que Cristina Fernández de Kirchner buscaba en Río de Janeiro, le fue concedida por el papa Francisco. Mal que les pese a los católicos anti K, hoy día pareciera existir una clara distención entre la Presidente de la Nación y el papa Bergoglio.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Por motivos que solamente conocen el pontífice católico y la Presidenta argentina, Martín Insaurralde tiene la fotografía protocolar con Francisco. A causa de que es campaña proselitista, donde Insaurralde es candidato del Frente para la Victoria, el tema provoca polémica.
Sin embarg, habría que recordar que un adversario de Insaurralde, Darío Giustozzi, intendente de Almirante Brown, tiene su fotografía con el Papa...
Curioso: Giustozzi utilizó la fotografía para apuntalar su salida del Frente para la Victoria y su ingreso al Frente Renovador.
Insaurralde utilizará la suya para impulsar al Frente para la Victoria hacia la derrota del Frente Renovador.
Tal como suele suceder con los íconos globales, el papa Francisco tiene varias lecturas domésticas, algunas desde el kirchnerismo cristinista, ahora embelesado con el pontífice; otras desde el anti kirchnerismo cristinista.
Pero también es cierto que Cristina llevó consigo a varios sacerdotes católicos de municipios gestionados por el Frente para la Victoria.
En la Argentina, la intensa relación entre Iglesia y Estado provoca vínculos, distanciamientos y acuerdos siempre medidos, nunca definitivos.
Mal que les pese a los católicos anti K, hoy día pareciera existir una clara distención entre la Presidente de la Nación y el papa Bergoglio.
"La presidenta Cristina Fernández se mostró emocionada hoy tras su breve encuentro con el Papa al término de la Jornada Mundial de la Juventud y mostró los zapatitos y medias que Francisco le regaló para su nieto, Néstor Iván Kirchner, nacido hace dos semanas.
La jefa de estado destacó, ante la prensa que cubre el encuentro, que su compatriota el Papa también le "bendijo unos rosarios".
La presidenta Cristina Fernández y su comitiva participaron de la multitudinaria misa de cierre de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en la playa de Copacabana, por invitación de la mandataria brasileña Dilma Rousseff.
También estuvieron el presidente de Bolivia, Evo Morales, y el mandatario de Surinam, Desire Bouterse.
Anoche, al llegar a Río, Alicia Oliveira, ex defensora de la Ciudad de Buenos Aires y amiga de Jorge Bergoglio, dijo a la prensa argentina que “el Papa es un divino” y destacó su propuesta de “una Iglesia abierta al pueblo”.
"Como cardenal se ocupó muchísimo de la gente que vive en las villas, pero estaba muy bloqueado por la Iglesia conservadora y ahora se siente libre", subrayó.
Oliveira integra la comitiva por invitación de la Presidenta, quien llegó hasta Río de Janeiro con el intendente de Lomas de Zamora y candidato del FPV, Martín Insaurralde, el canciller Héctor Timerman, el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri.
La mandataria también invitó a viajar al sacerdote Francisco Olveira Fuster, párroco de Nuestra Señora de Fátima, en Isla Maciel, Avellaneda; al padre Basílico Brítez, párroco de San Roque González y Compañeros Mártires, de Villa Palito, en el partido bonaerense de La Matanza; y al padre Ignacio Blanco de Quilmes."
Fue duro, durísimo. En primer lugar por lo inesperado, y segundo por el momento elegido. No vino de parte de ninguno de los gobiernos de los que se viven desmarcando para declamar su independencia, y tampoco llegó del lado de las empresas multinacionales que las financian.
El golpe más violento recibido en los últimos tiempos por las Organizaciones no Gubernamentales fue tan sorpresivo como certero, y vino nada menos que del papa Francisco, quien desde Brasil afirmó que si los jóvenes fieles no hacen líos en sus diócesis y tampoco salen a la calle "la Iglesia se convierte en una ONG, y la Iglesia -aclaró- no es una ONG".
El desdén con el que pronunció las palabras finales de esa frase no hizo más que confirmar cuál era el mensaje que quería trasmitir: "La Iglesia no es una ONG", dijo, utilizando un recurso probablemente aprendido de pibe en su Flores natal, donde alguna vez habrá dicho cosas tales como "San Lorenzo no es un clubcito" o el no menos cruel "Flores no es Villa Mitre".
La definición por oposición, "Nosotros no somos tal cosa", es la descripción más libre que una persona puede hacer de sí misma o del grupo al que pertenece, y por lo tanto, la que más se ajusta a lo que Heidegger llamó como "la delimitación del ser".
Francisco, un jesuita militante, es decir, un cuadro político de la Iglesia Católica, conoce muy bien a las Organizaciones no Gubernamentales, que tuvieron su auge a finales de los años ochenta como una estrategia de disputa sobre territorios sociales, y que se desarrollaron de la mano de las políticas neoliberales que actuaron en la región, con la implementación de las llamadas "políticas sociales focalizadas".
Fueron, durante los años noventa, un instrumento ideológico utilizado para debilitar entre la población la conciencia del rol central que debe cumplir el Estado en las sociedades modernas. Mientras que las ONG eran presentadas como apolíticas, técnicas, solidarias, sensibles y eficientes, el Estado aparecía en contraposición como un organismo político, burocrático, clientelar e ineficaz.
Al igual que el Estado, la Iglesia también fue copada por los neoliberales que la convirtieron en un factor de presión a favor de las élites dominantes. Por eso el giro social que el papa lleva adelante, con una estrategia basada en una serie de gestos que marcan diferencias con sus antecesores y que lo legitiman como el líder de una etapa de cambios largamente aclamados y esperados por la feligresía.
Hace diez años, cuando colapsó el modelo político y económico impuesto por el neoliberalismo en la Argentina, se produjo un cambio de paradigma similar al que está llevando adelante el papa Francisco en la Iglesia Católica: Néstor Kirchner, el presidente de los mocasines sin lustrar, el saco cruzado y las burlas al protocolo, impulsó la transformación estatal más importante realizada en nuestro país en los últimos 60 años.
Claro que Kirchner no cuestionó el status quos ni enfrentó a las corporaciones con meros gestos ni pasos de comedia. Parecía eso, pero no fue así. Kirchner llevó a cabo su transformación con política convocando a los sectores populares y a las organizaciones que justamente habían padecido el avance del neoliberalismo durante la década anterior. Con Kirchner, en definitiva, la política salió a la calle y dejó de ser la ONG en la que había sido convertida, porque la Política -hubiera dicho Néstor- no es una ONG.
Una década más tarde, hay quienes siguen pensando que son más confiables las ONG y por eso recurren a ellas (o a una escribanía, da igual) para legitimar sus actos o garantizar una promesa de campaña. En sí mismo eso no está mal, pero es demodé, atrasa. Es noventista.
Volviendo a nuestros días, la interpelación del papa a los jóvenes en Brasil ("hagan lío en sus diócesis") recuerda el llamado que Kirchner le hizo a la juventud: "sean transgresores, opinen, la juventud tiene que ser un punto de inflexión del nuevo tiempo". Esto, junto a la coincidencia en frases basadas en apelaciones a la física: "un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad", dijo Francisco, mientras que para Néstor "cuando la polea de la juventud se pone en marcha, el cambio es inevitable", dibujan una parábola que hace pensar en que al fin y al cabo, no estamos hablando de cosas tan diferentes (aunque la transformación encarada por Néstor se concretó y la de Francisco recién comienza).
Los saltos en la hoja de ruta, el incumplimiento de las medidas de seguridad y los besos a los bebés son lindos gestos que van completando el anecdotario de los líderes carismáticos. Sin embargo, para pasar de pantalla y convertir al líder carismático en estadista, hay que consolidar algo más que gestos y comenzar el ciclo de transformaciones que van a incómodar a los que no quieren cambiar nada.
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