Piden que Hillary renuncie ante semejante papelón
El escándalo de los cables secretos, sumado a la reciente derrota electoral, ponen en duda la capacidad del Gobierno de Obama, en especial a la Secretaria de Estado.
Por Andy Jud, desde Washington
En Washington, las cosas están revueltas. “En treinta años que tengo de cubrir esta capital pocas veces he visto algo así”, me comentaba ayer una periodista argentina. No es para menos. Sólo basta leer algunos reportes y cables proporcionados por la organización WikiLeaks, o insertarse en el mundo de la “caracterización” de las reuniones oficiales y adentrarse en como “se tilda” a los máximos representantes de otros países en dichos documentos, para darse cuenta de la magnitud del embrollo diplomático en el cual se encuentra en estos días la administración Demócrata.
Sumado a una pobrísima elección nacional reciente, un manto de escepticismo enorme ha caído nuevamente de plano sobre la capacidad de operar del gobierno de Obama y en especial ahora sobre la Secretaria de Estado Clinton. Pareciera en términos gráficos que una rígida compuerta de su ministerio hubiese volado por los aires, permitiendo que una catarata de “secretos” de la potencia del mundo hayan inundado todas las redacciones internacionales, creando un efecto “hazmerreír” pocas veces visto.
Al vocero de Hillary que siempre encuentra respuestas para todo -P.J. Crowley- en su rueda habitual diaria de prensa en Washington lo barrieron los periodistas a preguntas sobre el resonado caso. “¿Cómo van a evitar Uds. que esto ocurra de nuevo?” le inquirieron. El funcionario respondió que en estos días se están tomando medidas de control para proteger la información clasificada: “Sabemos que esto es una situación seria. Vamos a tratar de minimizar el impacto. Todos los gobiernos del mundo tienen secretos y operan de la misma forma. Los nuestros se han visto comprometidos” dijo Crowley a los ávidos periodistas, reconociendo y tratando de explicar lo “inexplicable”.
Casi todos los cables que salen del Departamento de Estado llevan la firma de la Secretaria Hillary Clinton pero ayer su vocero ha aclarado que eso no quiere decir que ella misma haya confeccionado cada uno de dichos cables. “Por tradición, todo documento siempre lleva la firma de la Secretaria aunque ella no sea la autora del mismo”. Quizás los norteamericanos pretendan con esta explicación disminuir la responsabilidad de Clinton en casos como por ejemplo en el cual bajo su firma se consulta a la embajada en Buenos Aires acerca del carácter, la medicación y los tratamientos para calmar la supuesta ansiedad de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, u otros en los cuales se pide identificar hasta las tarjetas de crédito que usan algunos diplomáticos africanos en las Naciones Unidas.
Para algunos analistas –como la revista de diplomacia Slate-, para el mismísimo Hugo Chávez, y para el fundador de WikiLeaks Julian Assange, Hillary Clinton debería renunciar inmediatamente pues su capacidad de negociar internacionalmente está arruinada. “Ella ha sido responsable de ordenar que se espíe a funcionarios de las Naciones Unidas. Hasta ha pedido exámenes biométricos de líderes africanos y esto es inaceptable” afirman. Algunos analistas creen que Hillary podría abandonar el cargo en las próximas semanas ante semejante humillación. Ya resuena y lo hacen saber varias embajadas en Washington –aunque por lo bajo- el enojo de varios líderes internacionales mencionados en los distintos cables ventilados.
Mientras tanto el presidente Obama evita enredarse en el problema y solo atañe a que el huracán informativo pase de largo, y cuanto más rápido, mejor. Pero tal cual fuera el caño de petróleo imparable que hasta hace poco manchaba el Golfo de México, hoy la imagen de la diplomacia norteamericana se está opacando, y quizás haga falta un rápido recambio para subsanarla.
Por ahora toda la artillería está puesta sobre WikiLeaks, sus directivos y supuestos informantes. El Departamento de Justicia está usando todo su arsenal legal e investigativo para dejar en claro que “se cruzó un límite” que no van a olvidar tan fácilmente.
(*) Especial para Perfil.com
Por Andy Jud, desde Washington
En Washington, las cosas están revueltas. “En treinta años que tengo de cubrir esta capital pocas veces he visto algo así”, me comentaba ayer una periodista argentina. No es para menos. Sólo basta leer algunos reportes y cables proporcionados por la organización WikiLeaks, o insertarse en el mundo de la “caracterización” de las reuniones oficiales y adentrarse en como “se tilda” a los máximos representantes de otros países en dichos documentos, para darse cuenta de la magnitud del embrollo diplomático en el cual se encuentra en estos días la administración Demócrata.
Sumado a una pobrísima elección nacional reciente, un manto de escepticismo enorme ha caído nuevamente de plano sobre la capacidad de operar del gobierno de Obama y en especial ahora sobre la Secretaria de Estado Clinton. Pareciera en términos gráficos que una rígida compuerta de su ministerio hubiese volado por los aires, permitiendo que una catarata de “secretos” de la potencia del mundo hayan inundado todas las redacciones internacionales, creando un efecto “hazmerreír” pocas veces visto.
Al vocero de Hillary que siempre encuentra respuestas para todo -P.J. Crowley- en su rueda habitual diaria de prensa en Washington lo barrieron los periodistas a preguntas sobre el resonado caso. “¿Cómo van a evitar Uds. que esto ocurra de nuevo?” le inquirieron. El funcionario respondió que en estos días se están tomando medidas de control para proteger la información clasificada: “Sabemos que esto es una situación seria. Vamos a tratar de minimizar el impacto. Todos los gobiernos del mundo tienen secretos y operan de la misma forma. Los nuestros se han visto comprometidos” dijo Crowley a los ávidos periodistas, reconociendo y tratando de explicar lo “inexplicable”.
Casi todos los cables que salen del Departamento de Estado llevan la firma de la Secretaria Hillary Clinton pero ayer su vocero ha aclarado que eso no quiere decir que ella misma haya confeccionado cada uno de dichos cables. “Por tradición, todo documento siempre lleva la firma de la Secretaria aunque ella no sea la autora del mismo”. Quizás los norteamericanos pretendan con esta explicación disminuir la responsabilidad de Clinton en casos como por ejemplo en el cual bajo su firma se consulta a la embajada en Buenos Aires acerca del carácter, la medicación y los tratamientos para calmar la supuesta ansiedad de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, u otros en los cuales se pide identificar hasta las tarjetas de crédito que usan algunos diplomáticos africanos en las Naciones Unidas.
Para algunos analistas –como la revista de diplomacia Slate-, para el mismísimo Hugo Chávez, y para el fundador de WikiLeaks Julian Assange, Hillary Clinton debería renunciar inmediatamente pues su capacidad de negociar internacionalmente está arruinada. “Ella ha sido responsable de ordenar que se espíe a funcionarios de las Naciones Unidas. Hasta ha pedido exámenes biométricos de líderes africanos y esto es inaceptable” afirman. Algunos analistas creen que Hillary podría abandonar el cargo en las próximas semanas ante semejante humillación. Ya resuena y lo hacen saber varias embajadas en Washington –aunque por lo bajo- el enojo de varios líderes internacionales mencionados en los distintos cables ventilados.
Mientras tanto el presidente Obama evita enredarse en el problema y solo atañe a que el huracán informativo pase de largo, y cuanto más rápido, mejor. Pero tal cual fuera el caño de petróleo imparable que hasta hace poco manchaba el Golfo de México, hoy la imagen de la diplomacia norteamericana se está opacando, y quizás haga falta un rápido recambio para subsanarla.
Por ahora toda la artillería está puesta sobre WikiLeaks, sus directivos y supuestos informantes. El Departamento de Justicia está usando todo su arsenal legal e investigativo para dejar en claro que “se cruzó un límite” que no van a olvidar tan fácilmente.
(*) Especial para Perfil.com
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